Capítulo doce. "¿Te vas de mi lado? "

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– Alan es atractivo. – la chica de ojos café señala a su acompañante, el cual se acerca cada vez más con una charola en su mano izquierda y un vaso en la derecha. Detrás de él viene Eros quien también sostiene una charola y un vaso.

– ¿Entonces? – en verdad no quiero saber, no me gusta enterarme más de lo necesario.

– Larga historia, poco tiempo. – la chica se levanta de su lado y recibe a Alan con un vasto beso en los labios.

¡Que confusión! Me digo mentalmente y me obligo a apartar esos pensamientos de mi lado una vez que Eros llega a hacerme compañía.

– ¿Quieres meterte al mar? ¿O dar una vuelta por la orilla de la playa? – me pregunta el pelinegro robando una papa frita de mi plato a medio comer y ganándose un ligero golpe en el brazo izquierdo.

– No tengo ganas de hacer nada, solo quiero descansar y olvidarme de todo.

– Esa es buena. – Eros vuelve a robar una papa y me señala con ella antes de tragarla. – Solo, no te olvides de mi.

– Eh, no nos hemos presentado formalmente. – Alan se acerca a nosotros con pasos lentos y deposita su charola en las piernas de la rubia la cual estaba sentada frente a nosotros. – Soy Alan Jonnie, ella es Zendaya Montemayor. – señala a la chica rubia.

Me levanto de mi asiento y los saludo formalmente, tal como mi padre me había enseñado a saludar cuando llegábamos a una cena importante o algún restaurante en el centro de la ciudad.

Entonces, el vago recuerdo de nuestro encuentro en las escaleras me recuerda a que Alan la llamo "Jaqueline" no Zendaya. Aunque bueno, millones de personas tienen dos nombres que no les gusta usar.

– Es un gusto, yo soy Eros Ivanov y ella es Anelisse Strong.

– ¡Oigan! Si, los del grupito del modelo pelinegro. ¿Quieren jugar volleyball de playa?– a espaldas nuestras una voz chillona capta nuestra atención, por lo que volteamos y nos encontramos con una castaña de un metro ochenta, con un cuerpo espectacular y un traje de baño color verde que resalta su morena piel, su cabello es largo y risado. Sin embargo sus facciones son un misterio puesto que tiene unos lentes de sol bastante exagerados y logran taparle casi la mitad de la cara.

– Creo que habla de nosotros. – Alan sonríe. – ¡Ahora vamos! – deja su vaso en la arena y toma de la mano a Jaqueline. – ¿Vienen? – esta vez habla con nosotros.

Eros y yo intercambiamos miradas cómplices, dándonos a entender que no queríamos participar en ese tipo de actividades. Pero antes de que pudiéramos agregar algo para detener la efusividad de Alan ya estábamos caminando playa bajo.

Yo solo tenía vagos recuerdos de haber jugado alguna vez Volleyboll en el Instituto, porque era una materia obligatoria y a los grupos de Básquet y fútbol se les había terminado la capacidad de aceptación. Por ello tuve que ceder ante la manipulación de mi amiga y meterme a esa clase, salvando así mi semestre.

– De acuerdo, jugaremos un 5vs5, yo juego con ustedes y mis amigos jugarán en nuestra contra. – la morena comenzó a reunir al grupo pequeño de chicos que estaban en la orilla del mar jugando quizá a las atrapadas, al menos esa era la impresión que daban desde el ángulo en el que me encontraba.

– ¿ Sabes jugar? – me pregunta Zendaya colocándose a un lado de mi.

– Solo un poco, aunque debo de admitir que nunca he jugado en la arena. Pero no debe ser tan diferente al Voleyball normal ¿cierto?

Zendaya ríe y luego el partido da inicio, un chico alto rondando los dos metros con cabello negro y rizado, piel morena y unos shorts azules, eleva el balón al aire y remata.

El balón blanco se estampa contra el bloqueo de Eros y rebota hacia mi dirección, colocó ambas manos como recordaba que alguna vez me habían enseñado y el balón pega justamente donde quería, vuelve a rebotar y me hago a un lado para que Alan remate y se pase del otro lado.

– Eres buena. – me palmea el hombro derecho Zendaya y yo asiento mientras concentro mi mirada en el balón nuevamente.

•••

Al final, no ganamos. Honestamente perdidos porque a Eros se le reinicio el sistema justo en la ronda final y el último golpe que dio hizo que el balón rebotara en su mismo lugar, dándoles el triunfo a los creídos amigos de aquella morena curvilínea cuyo objetivo era demostrar que es la mejor -y vaya que a qué precio-.

– Volveremos a vernos. – le sentencia Zendaya y después se va hacia los camastros.

– ¿Alguien quiere la revancha? – la morena ignora el comentario venoso que le habían lanzado segundos antes y se voltea a ver a sus acompañantes con el balón en la mano izquierda.

Todos comienzan a aplaudir y se acercan de nueva cuenta a la arena. Ivanov se acerca a mi y sacudiendo un poco la arena de su cara me pregunta. –¿Quieres jugar la revancha?

Niego con suavidad, mi plan era quedarme tirada en algún punto de aquel gigante hotel y dejar que todo fluyera a mi alrededor, sin preocupaciones o estrés. Y estar desgastando físicamente a pleno rayo de sol... no era mi primera opción.

– No eres tú Eros, soy yo. – exclamó dramáticamente y recargó mi muñeca derecha con la palma extendía hacia arriba en mi frente.

– ¿Te vas de mi lado? – hace un puchero.

Y antes de que pueda agregar algo más un dolor punzante se instala en mi nuca, genial el partido había comenzado y Eros y yo seguíamos a mitad de "la cancha".

Me doy media vuelta y Eros se agacha a recoger el balón. –¡ Para la próxima asegúrense de gritar antes de lanzar el balón! – les regresa dicho objeto con un toque de suavidad y después me hace una seña para que lo siga.

Reprimo las ganas de quejarme por el golpe y lo sigo hasta donde se supone estarían nuestros nuevos amigos cuya primera impresión no fue la mejor, sin embargo solo encontramos su cama vacía.

– De seguro...

– No quiero pensar en lo que están haciendo. – le cortó entre risas. Después colocó los platos de comida en la otra cama y me recuesto. – Eres libre de hacer lo que gustes Eros, no te preocupes por mí estaré excelentemente bien justo aquí, relajada, feliz y contenta. – extiendo mis brazos al cielo y el sonríe.

– No es por ti Anelisse, pero creo que me voy a ir dar aquí por mi. – coloca esta vez los platos en una pequeña mesa blanca destinada a eso y se recuesta.

Ambos nos quedamos en silencio, escuchando solo las olas del mar romperse. Y de vez en cuando se podían escuchar los reclamos o alegatos que tenían las personas que nos rodeaban, pero aún así nada logró interrumpir mi felicidad y mi momento de tranquilidad.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora