POV ANELISSETenía hambre, estaba bastante hambrienta y solo quería ir a la cafetería y pedir un par de donas glaseadas con cobertura de chocolate y relleno de cajeta y una bebida espumosa de café con caramelo. Pero no podía darme esos lujos justo ahora, debía terminar de ajustar los detalles de la boda y no tenía ni idea de donde comenzar.
Había hecho una lista, claro esta. Pero sentía que todas las cosas tenían igual de importancia y no podía darle un orden especifico a cada una.
Me decidí ir primero por los manteles que la absurda organización de eventos no tenía en existencia, por lo cual tuvimos que encargarlos en una tienda departamental de esta ciudad.
Subí las escaleras y me adentre a la primer tienda.
– Hola, he venido por el paquete 2847. – sonreí y la señorita con el cabello revuelto y la respiración entrecortada asintió con rapidez mientras se metía a la bodega.
La espere en silencio admirando los demás diseños que tenía expuestos, ella regreso un instante después y me tendió los ocho paquetes de manteles. Le dedique una media sonrisa y salí como pude con ellos de la tienda. Ok, mal plan haber venido sola.
– ¿Necesitas ayuda? – me pregunta una voz a mis espaldas. Me sobresalto a pesar de saber a quien pertenecía la voz.
– ¡Ronnie, debes de dejar de aparecerte como si fueras un fantasma! ¡Eso asusta a la gente! – lo regañe señalándolo con un dedo y el hizo un puchero.
– Solo quería ofrecerte mi ayuda. – se excusa y yo asiento repetidas veces.
– Perdona, este tema me tiene muy estresada. – le paso un par de bolsas y después nos dirigimos a las escalares eléctricas para descender.
El pelinegro me sonríe de forma reconfortante y debo evitar su mirada para evitar sus cumplidos. En este ultimo año, Ronnie no se ha cansado de expresarme su amor de manera explicita y decirme que promete buscarme en otra vida si en esta no podemos estar juntos.
Me he encargado de mantenerlo al margen para que no piense que estoy dándole una oportunidad, pero es difícil cuando se había convertido en mi mejor amigo y ahora tengo que decirle que gracias pero no gracias ¡Porque era tan difícil!
Mi celular comienza a sonar y lo saco para ver de quien se trata, oh genial, el novio.
Cuelgo y suspiro con profundidad. Ronnie me sigue atreves del estacionamiento y una vez que pienso que no hablara, lo hace.
– ¿Quién es? – pregunta divertido pero con una pizca de celos en su voz.
– Era el novio. – niego con la cabeza.
– ¿Por que no le has contestado? Tal vez tenía un par de ideas para alegrar el ambiente tan crudo que se llevara acabo el día de su boda.
Me freno de golpe antes de abrir la camioneta que había rentado y encaro a mi pelinegro amigo. – Cuando tu tengas tu propia boda, Ronnie. Podrás hacer lo que te plazca, eso incluye traer elefantes, un grupo reconocido de Jazz, o una feria con algodones de azúcar.
Sus ojos brillaron y una sonrisa traviesa se apodero de su boca.
– Pero no ahora.– le quito la esperanza y el refunfuña por lo bajo.
– Algún día. – comenta y yo asiento con lentitud. –¿Qué más falta en tu lista de pendientes?
– Faltan muchas cosas, los manteles solo fueron el primer punto. – suspiro con cansancio y después saco mi lista casera del bolsillo trasero del jean. –Yo creo que es importante revisar esas flores extrañas que irán en los centros de mesa, pero las dejaremos como ultimo punto para prestarles total atención.
– ¿Flores? ¿Desde aquí? ¿En la playa no hay? – comienza a reír y yo arrugo mi nariz. No puedo reclamar nada porque en realidad era extraño transportar flores a más de mil kilómetros.
– No voy a iniciar una discusión contigo. – sonreí y volví a cerrar la camioneta. Después ambos nos fuimos rumbo al piso uno, al local de las flores.
Seguimos haciendo lo que decía nuestra lista, subimos y bajamos escaleras eléctricas todo el día. Sin duda era una labor un tanto pesada, pero se logro y cuando menos acordamos ya estábamos yendo al ultimo punto de la lista. Las flores extrañas.
– Anel, te extraño. – suelta de pronto.
– Estoy a tu lado. – respondo con obviedad y el rueda los ojos.
– Creo que regué nuestra amistad al decirte mis sentimientos y es que, no me arrepiento de ellos y me gustaría que me dieras una oportunidad. – iba a agregar algo pero su mano me interrumpió. – Si no hay oportunidad entonces déjame ser solo tu mejor amigo, como en los viejos tiempos. – me aseguro.
– Eso no sería justo para ti. – le recuerdo mientras entramos a la tienda de las flores y la campañilla suena indicando que estamos aquí.
– Me gusta sufrir. – confiesa mirando al suelo y antes de que pueda agregar algo más, el joven encargado de nuestro pedido hace acto de presencia.
– Buenas tardes, ¿Qué se les ofrece?
¡Graciaaaasss!
– Venimos a recoger el pedido 15. – sonrió y el parece pensárselo un minuto.
– Síganme, por aquí. – ambos lo seguimos atreves de toda su jungla llena de plantas frutales y de decoración. Me sorprende que en un centro comercial le hayan otorgado el permiso de mantener sus plantas y que estas hayan decidido crecer en un ambiente alejado a lo que es natural. – ¿Pidieron quinientos ejemplares? – pregunta leyendo su lista.
– Sí.– contesto y le quito la mano de Ronnie que tenía en una planta carnívora.
– Me temo que solo pudimos conseguir doscientas. – dice con simpleza.
– ¿¡Por qué!? – grite y después recobre la compostura cuando todos los clientes me miraron raro. – ¿Por que no me avisaron? – pregunte en tono moderado.
– Lo siento. – se excusa y mi enojo crece. – Es difícil conseguir calabazas en esta época del año.
– ¿Calabazas? – cuestiono con una ceja alzada.
El joven de cabello morado asiente lentamente y después se hace a un lado para mostrarme las calabazas.
– Eh, disculpa pero habíamos pedido quinientos centros de mesa de tulipanes con claveles en una esfera de cristal. – trato de explicarle cordialmente.
– Nou, pidieron quinientas piezas de calabaza iluminadas para navidad. – me enseña su lista y yo solo suspiro con frustración. ¡No era posible!
– ¿No hay una oración para convertir una calabaza en un tulipán? – pregunto con un puchero y el chico ríe, después se queda serio y dice que no. – ¿Podemos pasar mañana por las calabazas? Debo de hablar un par de cosas. – exclame angustiada y el asiente.
– Guardaremos tus calabazas.
Nos despedimos y vamos de regreso a casa.
– ¿Qué haremos? – le cuestiono a Ronnie.
– Vámonos mañana de una vez, así podemos solucionar ese pequeño problema con flores más frescas.
Yo asiento mientras lo medito, al parecer será la única opción viable.
– Entonces mañana nos iremos. – repito y Ronnie sonríe con alegría.
Nuestro viaje se ha adelantado una semana y media.
– Veré la manera de dejarle esas calabazas a mis padres en el rancho, tal vez le sirvan de algo.
Veo a Ronnie asentir de reojo y me dedico a manejar en silencio haciéndome a la idea de que mañana viajare a Playa Costa del Pacifico después de dos años.
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EL MAR TATUADO EN TU PIEL
Teen FictionAnelisse Strong es una chica enfadada debido a que la azafata le cambio el boleto de avión con destino a Medellín, Colombia y ahora, no hay vuelta atrás. Eros Ivanov se encuentra viajando por el aniversario luctuoso de sus padres. Piensa que estar...