Capítulo treinta y dos. "Tan cerca y tan lejos."

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Voy a escuchar cada canción del radio para rastrearte. A ver si sale, la que nombraste nuestra canción.

Abro la puerta de la librería y el olor a café inunda mis fosas nasales, me tomo unos segundos de descanso para admirar el establecimiento antes de dar tres pasos largos y firmes hasta la recepción.

– Buenas tardes, disculpe señorita ¿Aquí puedo cargar mi celular? – cuestiono con amabilidad -aquella que creía extinta-.

– Soy chico. – se voltea y me mira directamente un chico de ojos verdosos, facciones definidas, y un piercing en la ceja izquierda. ¡Pero que distraído me he confundido con su cabello!

– Lo siento, doy daltónico. – me excuso torpemente y el niega con suavidad.

– De donde yo soy, le llaman estar ácido.

Niego con la cabeza exageradamente y el me sonríe. – Puede cargar su celular en cualquier mesa que escoja, también puede quedarse todo el tiempo que guste si esta consumiendo constantemente. Puede tomar los libros de la biblioteca y leerlos aquí, o en su defecto pedirlos prestados o comprarlos en recepción.

Asiento repetidas veces y me alejo de la recepción. Busco una mesa no tan cerca de la ventana, volviendo a recordar los reclamos de Anelisse por elegir una la vez que fuimos a comer pizza.

Flashback

– Nunca me ha gustado estar cerca de las ventanas. – exclama sin mucho animo la pelinegra mientras ve la carta.

– Te has tardado y me ha parecido que tiene buena vista. – me excuso y doy una hojeada a la carta, a pesar de que ya se que es lo que voy a ordenar. Siempre ordeno lo mismo. – Es contradictorio que no te gusten las ventanas y aun así hayas decidido rechazar mi oferta de cambiar asientos en el avión – pongo mis lentes de sol encima de mi cabeza y cruzo mis brazos encima de la mesa para analizarla mejor.

Desde que la conozco, sus expresiones faciales me dan mucho que analizar. Es tan expresiva que ya se cuando esta nerviosa, enfadada o fastidiada. No se si es algo que pueda resaltar en toda la gene, que cada persona tenga su manera de expresar sus sentimientos de alguna manera. Pero al menos Anelisse ha logrado atrapar mi atención y curiosidad, por eso me gusta observarla confirmando mis teorías y descubriendo nuevos gestos.

–La diferencia, mi querido y estimado amigo. – pone la carta sobre la mesa y me mira directamente a los ojos. – Es que cuando estoy en un lugar cerrado, con grandes y majestuosos ventanales me da miedo que estos estallen y los pequeños trozos de cristal caigan en todo mi cuerpo, causando pequeñas pero notorias marcas y si mi mala suerte llega, también perforaría una vena importante. Sin embargo cuando estoy cerca de una ventana pequeña, no me da miedo porque lo máximo que puedo imaginarme son pequeños fragmentos que podría esquivar con mi mano.

–¿Por qué le has llamado majestuosos? – lamento ignorar toda su explicación científica, pero eso es lo que más me ha llamado la atención. No es que no le prestara atención.

– Porque los admiro, pero me dan miedo lo que puedan causarme.

Asiento procesando aquello que ha dicho

– ¿Es raro?

Niego. – Es interesante.

– ¿Puedo tomar su orden? – cuestiona con amabilidad la camarera.

Fin del flashback.

El celular ha tomado la corriente y ha vuelto a revivir. Mientras me aseguro de los mensajes que he recibido en busca de una esperanza que se no es posible. Me pregunto mentalmente ¿Seré ahora un ventanal en su vida?

POV ANELISSE

-No, no te lo he contado todo aún. – vuelvo a repetir con paciencia.

– Gracias por su compra, vuelva pronto. – le dedico una sonrisa al rubio cajero y tomo mi pedido de comida rápida con la mano izquierda mientras que con la derecha sostengo mi teléfono que esta a punto de descargarse.

– Prometo que te lo contare todo, solo necesito que vengas por mi. No quiero seguir pensando. – le pedía suplicante.

– Estaré ahí en diez minutos, ¿Estas en la plaza "Antes de volar"?maldice algo en voz baja y después se escuchan muchas bocinas de coche. Esa es Jenna manejando.

– Si, pero puedes recogerme en la entrada del aeropuerto. Será más fácil el acceso.muerdo mi labio inferior derecho sin ninguna razón aparente.

– De acuerdo.

– He comprado un poco de comida para las dos, gracias por estar ahí para mi siempre Jenna.

– Te quiero Anelisse y prometo estar ahí en un par de minutos, cambio y fuera. – mi mejor amiga corta la llamada y yo guardo el celular en mi bolsillo trasero.

Siento que alguien llama mi nombre así que volteo al establecimiento, sin embargo no veo a nadie así que creo es mi imaginación. Suspiro con frustración y abro la puerta del local.

Dejo que se cierre detrás de mi y paso por la vieja biblioteca a donde Jenna y yo solíamos venir cuando teníamos proyectos importantes para la escuela.

A cada paso que doy me siento más culpable, siento que esto no es lo que debería de haber echo. ¿Por qué me marche de la nada? Ni su número de teléfono tenía, jamás lo vi necesario porque creí que aun teníamos tiempo, mínimo una semana más.

Alejando los pensamientos negativos y recriminatorios que albergaban mi mente, llegue hasta una banca justo al lado de la entrada del aeropuerto. Revise mi celular antes de que este se apagara, busque en mis mensajes esperando tal vez uno de él... sin embargo era imposible, no nos teníamos agregados y tampoco podría buscarlo en las redes sociales porque Eros no era su verdadero nombre.

Eros no era su verdadero nombre, el me miento. En la cara, durante mucho tiempo. Y no no espere a que terminara de contarme su historia, su porque lo hizo

Pero ¿Qué esperaba realmente? Si nos llegábamos a casar obviamente tendría que mostrar sus documentos reales y ahí sabría que Eros no era su verdadero nombre, días antes de la boda. Es decir, como si me fuera a casar con alguien que he conocido hace un par de meses.

Elevo la mirada y veo el coche clásico de color rojo de Jenna, limpio las lagrimas rebeldes que habían brotado sin mi consentimiento y arrastro todo mi equipaje en su dirección. Ella se baja de un salto del automóvil y se acerca a mi para fundirme en un tierno abrazo y ahí ya no puedo reprimir más mis sentimientos.

Vuelvo a llorar en los brazos de mi mejor amiga, humedeciendo además de su chaleco, el papel de la comida rápida.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora