Capitulo veintiocho. "Tus huellas las borro el viento."

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POV EROS IVANOV

Me despierto cuando escucho el molesto sonido de aquel irritable teléfono que tienen las habitaciones para establecer contacto directo con los huéspedes y a la inversa.

– ¿Bueno? – contesto después de la segunda llamada.

– Lamentamos molestarlo, Señor. Pero su acompañante Anelisse ha abandonado el hotel y ha dejado su habitación pagada. ¿Procedemos a limpiar su habitación para dársela a alguien más?

Mi mente ni siquiera había podido establecerse con exactitud, todo me daba vueltas. El teléfono azul resbala de mis manos y se rompe en pedazos, extinguiendo la voz del recepcionista y sumiendo la habitación en un complejo silencio.

Sin embargo, sus palabras antes mencionadas "Su acompañante Anelisse ha abandonado el hotel" vuelven a mi una y otra vez, hasta que caigo en cuenta de lo que significa. La castaña ha abandonado el hotel y no he podido terminar de contarle la verdad. Si esto se va a terminar no quiero que se leve esa última impresión de mi, necesito hablar con ella una última vez.

Me levanto de un salto y tomo los primeros vaqueros que encuentro tirados en el piso y la primer playera que esta en el closet. No tengo tiempo que perder.

Salgo de prisa y me dirijo con grandes zancadas hasta la recepción.

– ¿A que hora se ha marchado? ¿A donde se ha ido? – exijo demandante mientras trato de recuperar el aliento.

– La verdad es que no lo se, el chico nuevo "Alex" me ha dicho que le dejo la habitación pagada y una propina para él. – habla atropelladamente mi viejo amigo.

– Ha tomado un taxi. – trata de explicar un chico más joven que yo a su lado. Apuesto a que es Alex.

Me acerco hacia el y lo tomo de la camisa de su uniforme. – ¿A que hora se ha marchado? – le grito con la mandíbula tensa.

– Debes calmarte, no llegaras a ninguna parte si sigues así. – a mis espaldas, la voz de mi hermano sonaba demandante. De seguro se despertó con mi escandalo.

Recapacite al instante sobre lo que estaba por hacer y solté la camisa del chico, el cual me veía con temor.

– No hace mas de una hora. – exclama con torpeza mientras evita mi mirada.

Me dejo caer sobre la barra de la recepción, tal vez ya tomo un vuelo de regreso al centro de México. Tal vez ya es demasiado tarde.

– Quizá aún la puedas encontrar en el aeropuerto, no creo que tome un autobús. Suelen ser mas peligrosos y tardados, deberías ir detrás de ella. – me alienta mi hermano mayor.

Decido seguir su consejo e intentarlo, una vez más. Buscando enmendar el pequeño error que se volvió una bola de nieve, salgo corriendo del hotel y me subo al automóvil rentado.

Zev se sube en el asiento del copiloto y no me molesto en bajarlo o gritarle, estoy bastante nervioso para pensar en otra cosa que no sea llegar a tiempo. Enciendo el motor con un movimiento rápido y brusco y después piso el acelerador hasta el fondo, girando el volante en determinados momentos para no estamparme con automóviles y camionetas. Saltándome las señales en rojo y evitando darle el paso a los peatones, así es como logro ahorrarme tiempo y llego en quince minutos hasta el aeropuerto.

Me bajo de un salto del automóvil y no le pongo el seguro ni le quito las llaves, simplemente corro al apartado de vuelos nacionales. En el aeropuerto, la gente comienza a multiplicarse en cuestión de segundos. Pues ya casi son las siete de las mañana y es cuando más vuelos salen.

Corro y esquivo a decenas de personas con sus voluptuosas maletas, hasta llegar a la cartelera donde avisan los horarios predeterminados para los vuelos. Busco con rapidez y logro dar con los tres viajes programados para el día de hoy rumbo hacia el centro de México. El primero estaba programado para salir hace diez minutos pero tal vez con un poco de suerte pueda alcanzarlo, solo necesito un pequeño distractor que haya hecho que no despejen al horario establecido en punto.

Corro en dirección a la puerta 3B y cuando llego el paso me es negado por una azafata de cabello oscuro y ojos azules.

– Lo lamento, ya no puede pasar. El avión esta a punto de despegar, puede ir a ventanilla para que se le atienda y puedan re-direccionarlo a otro vuelo, gracias. – exclama sonriente y amable.

– No lo entiende, necesito entrar a ese avión. Necesito decirle a alguien que no puede irse, necesito unos minutos más. – suplico y ella niega con la cabeza.

– El avión esta a dos minutos de despegar, no puedo hacer nada. – se excusa.

Paso ambas manos por mi cabello y este se alborota al contacto. No puede ser que este tan cerca y a la vez tan lejos de perder a la chica que amo.

De pronto, a mi lado izquierdo se abre una puerta de "solo personal autorizado", esta da a las pistas de aviones. Y lo pienso una fracción de segundo, no sería la primera vez que hago algo así.

Corro con rapidez y la abro con una sola mano, la azafata que antes se dirigía con respeto y profesionalismo hacia mi, ahora esta gritándole a los guardias que me detengan. Pero no me importa. Y me va importando menos a cada paso que voy dando, cada vez más cerca del gigante avión blanco.

– ¡Anelisse! – grito usando mis dos manos como megáfono para ampliar el tono de voz, sin embargo se que son intentos inútiles puesto que el ruido que produce el motor del avión es superior.

Superior a todos mis intentos por notarme, superior a mis gritos que me desgarran el pecho, superior a mis deseos de retrasar su despegue unos minutos más.

– ¡Anelisse, espera! – sigo gritando sin importarme que todos mis esfuerzos son en vanos.

El avión acaba de emprender vuelo con destino al centro de la ciudad de México.

El avión se acaba de llevar a la chica que yo amo, aquella que llego sin estarla buscando y que me enseño un par de cosas que yo desconocía. Aquella a la que le mentí a la cara en varias ocasiones, aquella que me explico lo importante e interesante que podía llegar a ser.

El avión se fue y el viento borro sus huellas.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora