Capítulo treinta y cinco. "El plan maestro."

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Me recuesto sobre la cama de mi provisional habitación durante dos tres y medio y cierro los ojos durante un minuto, solo para dejar que mis músculos descansen un poco para poder elaborar el plan que seguiré.

Sin embargo y gracias al cansancio, soy capaz de despertar hasta el otro día. Aún somnoliento y teniendo que parpadear un par de veces antes de acostumbrarme por completo a la luz natural, me levanto de la cama y voy directamente a sacar mi celular y mi libreta de la mochila que empaco mi hermano.

Repaso mentalmente donde puedo encontrarla y hago una lista con mala caligrafía acerca de los lugares a los cuales podría asistir. Sintiéndome satisfecho desempaco con rapidez la maleta y saco un atuendo casual que consiste en unos pantalones negros de mezclilla y una playera de color blanco sin estampado.

Me meto a la ducha y salgo unos minutos después, ya cambiado y listo para aventurarme a la gran ciudad. Tomo mis lentes de la mesita de noche, mi celular y mis llaves de la habitación. Tendré que dejarle a la madre naturaleza el trabajo de secarme el cabello.

– Buenos días, disculpa ¿Podrías indicarme que caminos puedo tomar para llegar a esta dirección? – le tiendo a la recepcionista del hotel que me recibió el día de ayer por la tarde un papel mal cortado con una no mejor caligrafía. Ella la analiza durante un momento.

– Puedes irte por esta calle todo derecho, cinco cuadras. Después doblas a la izquierda, caminas hasta dar con un quiosco y esperas un transporte, la ruta 34-B. Puedes pedir que te orienten hasta el gran banco de la ciudad, de ahí son tres minutos en línea recta al costado derecho. – asiente con orgullo.

Le doy las gracias y salgo con rapidez, repasando una y otra vez las indicaciones que me ha dado para llegar al despacho de Maddy.

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– Gracias. – me despido del chofer y comienzo a caminar en línea recta, atento a cualquier letrero que me indique que he llegado a mi destino. Hasta que lo veo, en un edificio de quince pisos con ventanales de color azul marino y las separaciones de los pisos en color negro.

Por fuera un letrero tiene enumerados los pisos y lo que encontraras en ellos. Un dentista, una oficina de bienes raíces, una empresa instalada en dos pisos dedicados a la logística, una escuela de idiomas, entre otras tantas cosas destaca el piso diez, cuyo servicio es "Despacho jurídico de abogados, Maddeline y asociados."

Grito de jubilo internamente y me interno en aquel edificio.

– Buenos días, ¿En que te puedo ayudar?– me llama la atención la recepcionista y tengo que girar sobre mi propio eje y acercarme a ella.

– Vengo al piso diez, necesito hablar con el despacho de abogados.

Asiente comprensivamente y después de mover un par de papeles me extiende una lista y una pluma de color azul. – Por favor, pon tu nombre, la fecha, piso y asunto al que vienes a tratar. Después podrías dejarme una identificación oficial para que te de tu pase de visitante, es meramente por rutina. – se encoje de hombros la chica de cabello ondulado.

Lleno el formulario siendo honesto pero apresurando la marcha y saco mi identificación oficial, no me gusta alardear pero si que salí guapo.

– Bienvenido, si te puedo ayudar en otra cosa no dudes en decirme. – me guiña el ojo y yo sonrío sin mostrar los dientes.

Me dirijo hacia el ascensor con prisa mientras juego con mis dedos. Repasado una y otra vez el discurso que le daré, para que me de una pista sobre el paradero de la chica que le renunció por teléfono.

El ascensor se abre y vuelvo a dar con otra sala de recepción.

– Hola, soy Eros y quiero hablar con Maddy. – supongo que ya se me quedo la costumbre de presentarme como alguien más.

– Tienes suerte, su cita de las once le ha cancelado hace un par de minutos. Esta libre, puedes pasar. – el recepcionista me señala una puerta al costado derecho y yo le agradezco con la mirada.

Toco tres veces a la puerta y mientras espero trato de hacer algo positivo por mi aspecto ordenando mi alborotado cabello y regresando los lentes a su lugar.

– Adelante. – pide una voz delicada pero demandante.

Abro la puerta y lo primero que llega a mi es el olor del café instantáneo, en ese momento me doy cuenta de que ya casi es medio día y que no he probado alimento desde ayer.

– Buenos días, me llamo Eros Ivanov y quería hacerle un par de preguntas. –me acerco a ella, su melena roja le cae en cascada por toda su espalda. Puesto que esta de espaldas a mi con un taza de café en la mano derecha, mirando la hermosa vista de la ciudad que ofrecen los ventanales.

– ¿Cuál es tu situación? Estoy segura de que te podemos ayudar. – se da media vuelta y me escanea de arriba abajo. Después con paso lento camina hasta su escritorio. Antes de ocupar la silla de piel en color negra, soy consiente de que es casi tan alta como yo.

– No es una cuestión de asesoramiento o de contratar sus servicios. – le aclaro y ella eleva una ceja. – Solo quiero saber si cuenta con el domicilio o el número de teléfono de Anelisse Strong, tengo entendido que este es su vejo trabajo y en verdad necesito contactarme con ella. – pido suplicante.

Maddy procesa mis palabras sin darme ningún tipo de expresión facial.

– ¿Eres policía? Porque en ese caso necesitaría ver tu placa.

Niego.– No lo soy, solo me urge localizarla.

– ¿Por qué?

– Es una vieja amiga que tiene un par de papeles de suma importancia que me pertenecen, necesito encontrarla y hablar con ella. Sin embargo lo único que tengo como referencia es que fue empleada aquí.

Los ojos cafés de Maddy analizan mis movimientos, por lo cual trato de permanecer relajado.

– Los registros de los ex-trabajadores se borran en cuanto renuncian. No cuento con esa información.– dice por fin.

– ¿Ya se ha presentado por aquí? Me entere que estaba de viaje.

– No, aún no...–sus palabras quedan suspendidas en el aire – Debo preguntar ¿Cómo es que sabes que estaba de viaje?

Oh no, piensa, piensa, piensa.

– Fue lo último que supe, ella estaba de viaje por un asunto del trabajo. Después me entere que renunció y...

– Su cita de la once y media acaba de llegar, señorita M.– habla el recepcionista por medio de un teléfono que tenía en su escritorio.

La pelirroja suspira y después se dirige a mi. – Lo siento, pero no puedo proporcionarte esa información. Te repito que ya no contamos con ella y en caso de existir algún archivo que lo proporcione, no puedo dárselos a cualquiera. Ahora, lamento ser quien le ponga fin a esta conversación, pero como has escuchado tengo otro cliente en recepción.

Asiento con exageración y saco un pedazo de hoja de mi bolsillo, tomo una de sus plumas y esquivo su mirada fulminante. Escribo con rapidez mi numero celular seguido de un "Soy Eros, estoy aquí. Márcame."

– ¿Podría entregare esto si la vuelve a ver? Por favor. – le doy la hoja mal doblada y ella asiente más por compromiso que de ganas.

Salgo de ahí y me imagino a Anelisse estar por estos mismos pasillos, caminando de un lado a otro con muchos papeles de casos resueltos o por resolver entre las manos, siguiendo las indicaciones de su jefa y manteniendo su atención en defender a sus clientes, sin contratiempos que la saboteen de su misión.

Y ahora pienso, que tal vez es mejor así. Si la dejo ir, si dejo que siga enfocada en su vida tal como era antes de que yo apareciera, tal vez le haría la vida mucho más fácil.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora