Capítulo catorce. "Sonreír es gratis."

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–Yo creo que podríamos hacer una pausa justo aquí.– Eros se detiene en un punto cualquiera de toda la orilla de la playa y se posiciona a mi altura para que pueda descender con mayor facilidad. La hora dorada a comenzado a desaparecer y el frio viento de la noche comienza a ascender, por lo cual es señal de volver al hotel lo antes posible.

– Deberíamos volver. – sugiero mientras nuestras miradas se encuentran perdidas en algún punto del océano y tal vez, hasta coincidan.

–Me parece buen punto, ¿No crees que es buena idea que esta vez yo vaya sobre tu espalda?

Su pregunta me toma por sorpresa y hace que deje de mirar al océano para concentrarme de lleno en él mientras niego con suavidad. – Sería un honor llevarte sobre mi espalda Eros, sin embargo creo que hoy no es el momento. – me encojo de hombros y comienzo a caminar en la dirección opuesta a donde corrimos, para regresar al hotel.

La carcajada de Eros a mi espalda solo hace que sonría un poco más.

–Tu te lo pierdes.– apresura el paso y llega a mi lado, nos regresamos en silencio y ocasionalmente mi acompañante se encargaba de regresar las famosas "conchitas" al mar, midiendo -aunque no lo quiera aceptar- su increíble fuerza.

– Oh, mira que ahí allí. – señala con su mano derecha un punto cerca de la orilla del mar y cuando lo logro ubicar me doy cuenta de que se refiere a la pistola de agua que arroje mientras corría detrás de el. Me imaginaba que ya no la recuperaríamos, tanto por si alguien se la llegaba como por si el mar la arrastraba lejos.

– ¿De donde la has sacado? – cuestiono mientras me acerco a pasos pequeños hasta ella.

–Me la ha vendido un ambiciosos vendedor de aproximadamente cuatro años. Mientras estaba recostado en la arena, se acerca a mi y me señala con su pequeño dedo y me dice "tú necesitas algo para distraerte y no quedarte tirado como todos." momentos después saca la pistola de agua y me la extiende, me cobro veinte pesos pero creo que valió la pena. – se encoje de hombros el pelinegro y no puedo evitar reírme.

Después, me agacho y desentierro la pistola naranja con blanco de la arena mojada.

–Anelisse, ¡cuidado!. – me advierte Eros corriendo hacia mi.

Me tomo más de un par de segundos captar su advertencia, así que fue tarde para advertir el balón de futbol americano, el cual se estrello contra mi cabeza con un estruendoso golpe y por si eso no fuera poco, un cuerpo se tiro encima de mi. Ocasionado que perdiera el equilibrio y cayera de espaldas al mar, sin estar preparada para nadar.

El mar había comenzado a succionar esa ola para poder volver a producir nuevas olas y mientras eso sucedía no podía hacer mucho, ya que la presión del mar es superior -por mucho- a mi fuerza bruta. Tal como había visto en mis series favoritas, intente no perder la compostura y mantener reprimido el aire para no ahogarme mientras el mar se divertía conmigo y me daba unas buenas vueltas.

Y justo cuando creí todo perdido, justo cuando el pecho comenzaba a contraccionarse y me comenzaba a arder, la marea se estabilizo y pude nadar hacia la superficie. Limpie un poco el agua salada de mis ojos con las manos y mire a mi alrededor, me encontraba a unos trece metros de la orilla aproximadamente, así que comencé a nadar con tranquilidad mientras intentaba reestablecer mi respiración. El pecho aún me dolía y podía apostar a que comenzaba a ponerse rojo, sin embargo decidí ignorarlo y concentrarme solo en llegar hasta la orilla. Hasta que una voz me detuvo en seco.

–Anelisse. – era un grito, débil pero suplicante y casi inmediatamente pude reconocer a quien pertenecía esa voz.

Mire a todos lados, odiando mi vista nublosa a causa del agua salada, hasta que lo vi. No muy lejos de mi, estaba Eros dando manotazos al aire, intentando no hundirse. Sin pensarlo a profundidad me regrese a su lado y logre tomarlo de las manos para estabilizarlo un poco.

– Escúchame Eros. – intentaba llamar su atención y hacer que dejara de moverse como loco, puesto que eso solo dificultaría mi misión y la suya. – Debes dejar de moverte. – suplicaba, pero el no escuchaba y eso solo estaba haciendo que ambos nos hundiéramos cada vez un poco más. – Maldita se Eros, ¡Debes dejar de hacer eso! – busque su cara y nuestros ojos hicieron contacto visual, los suyos gritaban pánico y auxilio en todas sus dimisiones.

– Podemos salir de aquí, solo por favor, deja de moverte así. – suplicaba y el asintió como pudo, mientras el agua seguía jugándonos una mala racha y metiéndose en mis fosas nasales. – No lo podre hacer sola, así que necesito que pongas de tu parte. Vamos a nadar juntos, por lo menos otros seis metros... después podremos aterrizar en tierra firme. – susurre o tal vez grite, la verdad era que no podía escuchar con claridad todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, mi cabeza daba vueltas y el dolor en el pecho suplicaba que le hiciera caso, pero no podía hacerlo. Debía llegar a la orilla con Eros, después me podría preocupar por problemas secundarios.

– A la cuenta de tres, uno, dos, tres – Eros puso todo el esfuerzo que pudo para impulsarse hacia delante mientras que yo intentaba nadar a la orilla de la playa. – Lo estas haciendo muy bien, no te desesperes, estamos cerca. – lo alentaba y a pesar de que no respondía, escuchaba su respiración entrecortada y como suspiraba ocasionalmente. – Creo que aquí ya puedes poner tus pies en la arena, ¿Esta bien?

Ivanov se alejo un poco de mi e intento tocar firme, cosa que consiguió al instante. El agua le llegaba justo al final del cuello, por lo cual a mi todavía me falta uno o un poco mas de metros para alcanzar a tocar tierra firme.

–Sigamos. – demande.

Eros tenía puesta su mano izquierda en mi hombro derecho mientras seguíamos avanzando, hasta que por fin mis pies podían tocar tierra firme. –Lo hemos logrado. – dije con una sonrisa.

– Siento que trague toda el agua que no he bebido en toda mi vida. – se lamentaba Eros mientras seguíamos avanzando a pasos lentos, pero firmes.

No pude evitar soltar una risita nerviosa.

– Ay no. – dijo Eros a mis espaldas y antes de que pudiera girar a ciento ochenta grados, me envolvió entre sus brazos. Claro que eso no fue suficiente porque la ola volvió a arrastrarnos a los dos juntos, solo que esta vez fue para sacarnos del mar, no para arrastrarnos a él.

Una vez que deje de sentir el agua salada rodearme, solo gire sobre mi cuerpo para alejarme un poco más. Y después de cuatro vueltas, decidí que ahí no me atraparía. Me levante de un salto para buscar a Eros, al cual encontré en la orilla de la playa, lo suficientemente lejos como para que el mar lo pudiera arrastrar de nueva cuenta. Estaba sentado de espaldas a mi, contemplando los últimos rayos del sol sobre el mar, así que decidí acercarme y sentarme a su lado, aún en silencio.

– Tengo arena en todas partes de mi cuerpo, tanto como externa como internamente. – espeta Eros de la nada y no puedo evitar ponerme a reír ante la embarazosa situación de vernos revolcados por las olas del mar.

–Gracias Anelisse.

Lo miro a los ojos y sonrió, mostrando mi hilera de dientes.

– Te siente muy bien sonreír, deberías hacerlo más seguido. Al fin y al cabo, sonreír es gratis. – y sin más se levanto de la arena, tendiéndome su mano para que me levantara mientras el sol dejaba de ser visible y le daba el protagónico a la noche estrellada.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora