Capítulo treinta y nueve. "Tu belleza esta emparejada con la del mar"

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Despierto al medio día de mi penúltimo día aquí. Cuando enciendo el teléfono lo primero que veo son las quince llamadas perdidas de mi hermano. Le regreso la llamada y espero paciente a que conteste.

– ¿Puedo preguntar porque no contestas? – pregunta con enfado.

– Es que te has olvidado de la diferencia horaria, aún estaba dormido. – miento, porque en realidad ya debería de estar despierto.

– Como sea, ¿Cómo vas? – contesta tajante.

– No tengo avances, no se por donde seguir. Creo que he agotado los únicos recursos. y eso era cierto. No había planeado que hacer cuando la única pista que tenía sobre la pelinegra fuera errónea.

– Me han marcado de la Universidad porque tu no contestabas.

– Son mis vacaciones. – me excuse antes de que pudiera seguir regañándome como un padre sobreprotector-que no era en absoluto.-

–Ya se que son tus vacaciones, pero debes atender tus deberes. Ya no eres un niño. – bufa.

– Está bien, en un rato más les regresaré la llamada.

– Si ya no tienes nada más que hacer para buscar a Anelisse, regrese la llamada ahora. Es un tanto importante.

– De acuerdo. – refunfuñe y colgué casi de inmediato.

La Universidad estaba a tres horas en automóvil desde el centro de la ciudad. Por ello no había pedido quedarme ahí para buscar a la pelinegra desde sus aposentos. Además de la quinta regla del reglamento oficial "No se permitirá la estadía a menos que sea con fines estudiantiles o un permiso de fuerza mayor."

Y había solicitado esas vacaciones con anhelación desde hace un par de semanas.

Decidí que regresaría la llamada a la universidad después, así que me metí al descuidado baño y me metí debajo de la regadera -de donde solo provenía agua fría- y pensé sobre qué debía hacer ¿rendirme? ¿Volver a las oficinas de Maddy? ¿Cómo encontrarla? No me quedaba nada, solo que había trabajado en un despacho con Maddy y que su mejor amiga se llamaba Jenna. Era lo único que sabía de Anelisse.

Refunfuñe y decidí que ya había suficiente ducha por hoy, así que me salí y me cambié.

El día de hoy solo saldría a dar la vuelta, caminar por los alrededores del despacho y ver si me topo con ella por casualidad. Aunque sea por última vez.

Antes de llegar al despacho de la pelirroja, me encontré con una cafetería cuya fachada era cálida y me invitaba a pasar. Pensé que unos minutos no harían la diferencia y procedí a entrar. Abrí la puerta con suavidad y apenas iba a dar un paso una chica me empujo para salir. Casi pierdo el equilibrio pero me logre sostener de la antes mencionada, puerta.

Gire para verla alejarse. Iba llorando.

Y dentro del establecimiento un sequito de chicas reían de felicidad, casi pude adivinar a que se debía toda la escena. Deje que la puerta se cerraba sola y me fui detrás de la chica que acababa de atropellarme.

La encontré minutos después en una banca de un parque rodeado de frondosos arboles.

– Hola. le salude con una sonrisa y ella evito mi mirada y solo levanto la cabeza a modo de saludo. – He visto lo que ha pasado en esa cafetería ¿Estás bien?

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora