CAPÍTULO 25

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NIALL

Todo ocurrió en una milésima de segundo. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar. Cuando escuché esa afirmación por parte de mi novia, quería morirme. Y al instante, todo a mi alrededor se volvió negro y solo escuchaba a Lucía gritar mi nombre...

Poco después empecé a recobrar el sentido y recordé lo que había pasado. Mi prometida creía estar embarazada. ¡Embarazada! Me incliné en el sofá en el que estaba echado y respiré profundo varias veces. Me quedé unos segundos pensando y, al instante, mi mente se colapsó. Tantas cosas me habían ocurrido en tan poco tiempo que ya nada podría ir a peor. Tenía miedo. Suponía que no estaba preparado para lo que se me estaba viniendo encima. 

Lucía entró en el salón llevando una taza de lo que parecía té verde, a juzgar por el tono verdoso, y se sentó a mi lado. Dejó la taza en la mesa pequeña que teníamos enfrente y se mantuvo en silencio durante unos minutos. Estaba muy nervioso por lo que debíamos de hablar. Había tantas cosas que hacer con la boda y el problema de su padre que ahora lo que nos faltaba era esperar la llegada de un bebé. Y eso era lo que más temía, que de verdad ella estuviese embarazada. Porque ahora solo lo creía, aún tenía que hacerse el test y comprobar que...

-¿No vas a decir nada? - me preguntó Lucía sacándome de mis pensamientos.

-Supongo que la primera en hablar deberías ser tú.

-Pero si tú has sido quien se ha desmayado cuando has escuchado que posiblemente estuviera embarazada.

La miré a los ojos.

-¿De verdad es cierto? ¿De verdad estás embarazada?

-¿Qué? ¿Tan fastidioso sería tener un hijo conmigo? - preguntó cruzándose de brazos. 

-No he dicho eso.

-Eso es lo que me has dado a entender...

-Lucía no voy a discutir contigo en estas condiciones. Lo que deberíamos hacer sería comprar un test de embarazo.

Mi novia me dio la razón asintiendo con la cabeza y nos volvimos a quedar callados. Y mientras ella ordenaba sus pensamientos, tomé la taza y di un sorbo. Sin embargo, nada más el líquido bajó por mi garganta, lo escupí. Dios sabía realmente mal. Tosí un poco para quitarme el gusto y entonces escuché la risa de Lucía.

-No entiendo como puedes beber esta cosa tan asquerosa, me han entrado ganas de vomitar - dije haciendo muecas de asco y dejando la taza donde estaba.

-A mí me gusta. Además, es muy bueno para la salud, deberías de empezar a beberlo también.

-Sí, los cojones. Dios el regusto es peor - me levanté del sofá y me fui a la cocina para beber algo.

Desde aquí podía escuchar como Lucía se reía de mí. Abrí la nevera y cogí una lata de Coca-Cola. Di dos sorbos y el gusto se fue. Volví al salón con un trapo mojado para limpiar el desastre que había armado en un momento. Lucía seguía ahí, riéndose.

-Mira como lo has puesto todo - dijo cuando, finalmente, se hubo calmado.

-A eso voy lista, a limpiarlo - y le saqué la lengua.

Ella me hizo lo mismo y sonreí. Cuando hubo estado todo limpio, me volví a sentar en el sofá y mi novia y yo nos quedamos mirando.

-Prométeme que si de verdad estoy embarazada no te vas a ir a ningún sitio.

-Lucía, me voy a casar contigo independientemente del resultado. Si es verdad que me hubiera gustado que todo fuera un poco más despacio pero si viene un bebé en camino, estaremos preparados para recibirle con los brazos abiertos.

Sobreviviendo a mi playboy © (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora