CAPÍTULO 46

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DEREK

Laura estaba como una puta cabra. No me cabía en la cabeza todo lo que tenía pensado hacer para salirse con la suya. Y esa señora que ahora iba a ser testigo de lo mala que era Laura. Cuando me dijo el nuevo plan que tenía, pensé seriamente en mandarla a un manicomio. Ahora no solo Karen iba a ser su víctima, sino que también lo sería su suegra. 

Suspiré abrochándome el abrigo hasta el último botón. Había decidido salir un poco de casa y como era sábado no tenía que ir a trabajar. Así podía ordenar mi cabeza y decidir unas cuantas cosas. En primer lugar, debería de pararle los pies a Laura. Y en segundo, aclarar mis sentimientos. Tenía que admitir que esa chica no estaba bien de la cabeza, pero después de tanto tiempo conviviendo con ella y también sobreviviendo a ella, dejé de darle vueltas a la situación que estaba con Karen y empecé a sentir algo por Laura. No me gustaba que estuviese tan metida en esas cosas que quería hacer, porque si algo salía mal ella se llevaría la peor parte. Porque aquel imbécil, el tal Iván, no había dado señales de vida desde que ayudó a Laura a comprar el medicamento. Y en el fondo temía que pudiesen llegar a meterla en la cárcel. 

¿Y si le confesaba lo que sentía por ella y la convencía para terminar con toda esta situación absurda? Tal vez ella sintiera algo por mí y entonces, no tendría nada contra Karen y la dejaría en paz. Sin embargo, siendo realistas, si se lo confesaba se reiría en mi cara y me diría lo estúpido que era por pensar eso. Así que estaba entre la espada y la pared. Lo mejor sería que me dejara de líos con las chicas y que me fuese de viaje a algún lugar bien lejos de aquí. Y cuando pasase todo volver y hacer como si nada. Sí, puede que eso sea lo mejor.

Seguí caminando por las calles de este pueblo infernal, tantas cosas habían sucedido que podría imaginarme que alguien hiciese un libro sobre todos nosotros y sobre todas las cosas que nos habían ocurrido. Me reí. Era de locos. Ya se me ocurriría algo que hacer, tenía tiempo hasta que Laura decidiese poner a prueba su plan.

Di un rodeo para volver a casa, con el frío que hacía lo que más apetecía era estar junto a la chimenea viendo la televisión. Justo pasé por al lado de la iglesia y me fijé en todas las personas que había fuera esperando. Al estar tan lejos no vi sus caras, pero ni siquiera me importó. Y antes de irme escuché que sonaban las campanas y alguien gritó: ¡Qué vivan los novios! 

¿Todavía quedaban imbéciles que se casaban? 

NIALL

Había llegado el día y estaba completamente cagado. Iba y venía por todo el salón como un desquiciado mientras me rascaba la nuca y me destrozaba el pelo. Los nervios amenazaban con tragarme por completo y por mucho que cerrara los ojos y respirara hondo, lo único que se me venía a la cabeza era que todo iba a salir como el culo. Lo bueno era que Lucía ya se había ido a casa de sus padres a ponerse el vestido y estaba yo solo con los míos en casa, así ella no tendría que verme tan alterado. 

-Niall cariño, ¿por qué no te relajas? Estando tan nervioso solo lo vas a empeorar todo más.

-Mamá, ¿y si todo sale mal? ¿Es normal tener dudas?

-¿Dudas de qué? Tú amas a Lucía, solo tienes que respirar hondo y verás como todo saldrá bien. 

-Ya pero...

-No hay peros que valgan. Venga, termina de arreglarte y vayamos ya para la iglesia, que todos estarán allí ya. 

-Vale...

Con los nervios consigo llegar a mi habitación y ponerme la chaqueta y acomodarme el pelo. Y delante del espejo me digo a mi mismo que todo saldrá bien, que nada tiene que preocuparme y que Lucía es la mujer de mi vida. Además de que no me arrepiento de nada de lo que ha ocurrido entre nosotros. 

Sobreviviendo a mi playboy © (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora