CAPÍTULO 14

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NIALL

Cuando me desperté por la mañana, mi novia no estaba en la cama. Bostecé, me estiré y volví a cerrar los ojos mientras no oía absolutamente nada. Me iba a quedar otra vez dormido sino hubiese sido por el móvil, alguien me estaba llamando. Gruñí y a tientas y con los ojos cerrados, alcancé a coger el teléfono y sin ver quien era, descolgué la llamada. Su voz me hizo levantarme de golpe de la cama.

-¿Dónde estás? - me preguntó.

-En casa estaba durm....

-¡Oh que bonito, yo aquí esperándote como un imbécil y tú durmiendo! Ven enseguida a mi casa.

-¿Pero que hora...?

-La hora de que te des prisa muchacho - dijo y me colgó.

Me quedé con el móvil en la mano y con cara de embobado. Miré la hora en el reloj y vi que eran pasadas las diez de la mañana. Mierda, me había dormido. Revisé el teléfono y descubrí que la alarma no estaba puesta y recordé que ayer Lucía y yo nos habíamos acostado y que después tenía tanto sueño que ni siquiera me acordé de ponerla. Me maldije mientras cogía ropa del armario y me iba corriendo a la ducha.

La cita la tenia a las diez y media, eso me dejaba un margen de quince minutos para llegar a su casa. Me di toda la prisa que pude, me vestí velozmente, cogí las llaves de casa y el móvil y me fui abajo para despedirme de mi novia. Cuando Lucía me vio enarcó una ceja y me preguntó que a dónde iba.

-Tu padre y yo habíamos quedado para... jugar al golf y me he quedado dormido.

-¿Vais a jugar a las diez de la mañana?

-Siempre es buena hora para el golf. Me tengo que ir, adiós, te quiero.

Antes de salir de casa alcancé a oír como Lucía decía:

-Si mi padre no juega al golf.

En ocho minutos llegué a su casa y sin bajarme del coche, llamé a mi suegro para decirle que ya estaba fuera. Esperé unos minutos y luego lo vi como salía de casa, cerraba la puerta y entraba al coche. Cuando vi que ya tenía puesto el cinturón y estaba cómodo me puse en marcha hacía el hospital.

-A la próxima ponte una alarma, hijo.

-Claro, no volverá a ocurrir - le dije sin querer contarle lo que realmente había pasado la noche anterior con su hija y que era esa la razón por la que no puse una alarma.

Me encontraba un poco tenso pero cuando pasaron varios minutos mi cuerpo se relajó. Miraba de reojo a Henri, optando por si hablar con él o mantenerme en silencio.

-Todavía no me has dicho de que te estás muriendo - le dije, optando por la segunda opción pero enseguida comprendí que no había sido muy bueno eligiendo las palabras.

Mi suegro me miró abatido pero luego me sonrió.

-Directo al grano, como a mí me gustan. Verás, desde hace unos meses me llevo encontrando mal. Fui al médico por primera vez y me diagnosticó cáncer. Y ya me tienes aquí, yendo al hospital contigo.

-Eso es mejor que ir solo, ¿no? - él asintió - pero, ¿de qué es el cáncer?

Henri no dijo nada y cuando le miré de reojo estaba señalándose la cabeza. Eso era lo más jodido, ese tipo de cáncer era el que te mataba sin darte tiempo a buscar una cura o un tratamiento.

-Pero chico no te preocupes, todo este tiempo me ha servido para hacerme a la idea de que me queda poco. Lo único que me preocupa es dejar solas a mi mujer y a mi hija, eso es lo que más miedo me da.

Sobreviviendo a mi playboy © (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora