JAMES
Me dolía la cabeza y me daba vueltas. No conseguía abrir los ojos y me costaba mucho respirar. No sabía donde estaba, el oído me pitaba y no escuchaba nada. Abrí la boca para decir algo, lo que sea, pero me di cuenta de que, incluso hablar me costaba horrores. Lo último que recordaba era estar con Sonia y con un chico que no había visto en mi vida. Habíamos discutido y desde ahí todo se había vuelto negro. Cuando me volví a despertar ya estaba en este estado. No sabía que cojones había pasado, solo esperaba que mi novia estuviese bien.
Al cabo de un momento, mi oído se relajó un poco y pude escuchar unas voces...
-No dice nada, solo llora.
-Si no nos dice que ha pasado, no sabremos como actuar con el chico. Lo único que puedo ver son moratones superficiales y tiene la cara hecha un cromo. Necesitaré hacerle una radiografia para ver si tiene algún hueso roto pero si ha habido una gran pelea, una radiografia solo nos retrasará y posiblemente perdamos un tiempo valioso para cuararle.
-Resumiendo: si no conseguimos que la chica hable... ¿es posible que él llegue a morir?
No dijeron nada más y el zumbido en el oído volvió. Estaba claro que hablaban de mí y que la chica era Sonia. Si estaba llorando era porque algo grave había ocurrido, y si aquel chico me había pegado durante mucho tiempo, posiblemente tendría daños muy graves. Entonces, estaría en peligro y tendría muchas probabilidades de no salir de esta.
Mi cabeza ya no pudo aguantar más el dolor y me relajé. A partir de ahí ya no pude ni siquiera estar consciente para pensar...
SONIA
No podía despegar la mirada de la nota ni de los billetes de avión. Tenía miedo de lo que ponía dentro. Si James me declaraba su amor con este papel y no sobrevivía, entonces, abría perdido al amor de mi vida y caería en una gran depresión. Por una parte no quería abrirlo pero, ¿y si fuera algo importante? Y los billetes... me enfoqué en ellos. Eran para ir a Canarias, ida y vuelta. Mi novio los había comprado para mí porque sabía que estaba enamorada de las islas. Me tapé la boca con una mano. No podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Guardé los billetes dentro del sobre y me lo guardé. Antes de nada quería saber como estaba mi novio, ya entonces me enfocaría en el regalo que me había hecho.
Entré al hospital mientras me enjuagaba las lágrimas. Fui a recepción y les supliqué que me dijesen donde estaba James. La señora me pidió que me sentara un momento, que enseguida vendría un médico para atenderme. Bufé pero hice lo que me pidió. Esperé durante unos cuantos minutos hasta que un hombre, el mismo hombre de la ambulancia, salió de un pasillo y se dirigió hacia mí.
-Hola señorita, ¿se acuerda de mí? - asentí con la cabeza - bien, solo quiero que me diga porque el chico está en esas condiciones. ¿Le ha ocurrido algo grave? ¿Los agredieron?
-No voy a decir nada hasta que lo vea.
Me crucé de brazos y levanté ambas cejas, mi prioridad ahora era mi novio, no hablar con el médico. El hombre miró hacia otro lado y me dijo que esperara aquí. Resoplé, no quería volver a quedarme sola. Así que me levanté y sin que nadie me viera fui detrás del hombre. Fue raro pero nadie me lo impidió, así que continué caminando por los pasillos del hospital hasta que el médico entró en una pequeña habitación. Esperé unos segundos y cuando vi que nadie salía, me acerqué hasta ese cuarto. Sabía que espiar a los médicos no estaba muy bien pero era la única forma de saber dónde y como estaba James. Me puse detrás de la puerta y esperé impaciente a que hablaran.
-¿Has conseguido que te diga algo? - preguntó un hombre distinto al que me había hablado antes.
-No. Solo quiere verlo.
Hubo una pausa, en la que se quedaron en silencio. Luego, el segundo hombre, el que me habló, dijo:
-Tal vez si la traemos y lo ve, consigamos que nos diga algo.
-Todo esto nos está retrasando... ya es tarde para hacerle pruebas y si la chica no habla entonces se acabó. La vida de este chico pende de un hilo, y solo ella puede salvarlo.
Mis ojos se tornaron vidriosos al escuchar eso. Lloraba en silencio mientras mi mente no dejaba de repetir las palabras del médico. La vida de James se estaba desvaneciendo y yo solo lo alentaba. Pensaba que estaba bien, pero me equivocaba. Me quité las lágrimas de la cara y di un paso hacia dentro de la habitación. Al instante, los dos médicos se giraron y se sorprendieron cuando me vieron allí plantada. Iba a abrir la boca, sin embargo, mi mirada se desvió hacia la camilla, en donde había un chico sin camiseta conectado a unas máquinas. Su pecho subía y bajaba lentamente, estaba adornado con varios rasguños y muchos moratones entre grisáceos y morados, apenas pudieron hacer nada con el rostro y todo él estaba lleno de sangre seca. Los labios, hinchados y pálidos, se veían realmente mal, la nariz se había tornado gris y tenía el ojo derecho violeta. Ahogué un grito cuando le vi y no pude evitar acercarme a la cama. Ninguno de los médicos me lo impidió y se me quedaron mirando mientras le acariciaba la frente a James. Quería hablarle, decirle que todo estaba bien y que pronto se recuperaría pero las palabras no me salieron de la garganta. Mi corazón se puso como loco y no podía controlarlo. Nada de esto tendría que estar pasando...
-Señorita, nosotros...
-Está bien, hablaré. Les diré lo que ha ocurrido - les dije con las lágrimas corriendo por mis mejillas.
NIALL
Apenas eran las nueve y media de la noche y mis padres aún no llegaban. Lucía estaba en el baño, terminando de arreglarse mientras que yo estaba sentado en el sofá, algo nervioso. Hace unas semanas había hablado con mamá sobre mi boda aunque ella ya lo sabía porque fue quien me alentó a pedirle matrimonio a mi novia pero papá... suponía que mi madre se lo habría comentado pero, ¿y si no fuera así? Él no era estricto y quería mucho a Lucía sin embargo, casarnos con casi veintidós años era algo precipitado y más con la visión que tenía mis padres de las bodas. Pero, me daba igual lo que dijeran, yo estaba enamorado de Lucía y no quería perder el tiempo. Deseaba que se convirtiese en mi mujer, aunque fuésemos muy jóvenes.
Pero es no quitaba que siguiera nervioso. Me mordía las uñas esperando que el timbre sonara. Mi prometida salió del baño y me quedé boquiabierto ante lo que llevaba puesto. Un vestido corto de color azul sin tirantes y unos zapatos de tacon blancos. Levanté las cejas, esperando que me dijese porque diablos estaba vestida así.
-¿Qué? - fue lo único que me dijo.
-Solo vamos a cenar con mis padres, lo sabes, ¿no?
-No seas idiota. Claro que lo sé. Pero, ¿por qué lo dices? ¿Voy mal? - dijo mirándose en el espejo del salón.
Negué con la cabeza y me acerqué a ella por la espalda. Le acaricié la cintura y ella se reclinó en mi hombro. La besé en la frente y le susurré que estaba preciosa. Me sonrió y eso fue suficiente para que mi corazón empezase a descontrolarse. Era increíble el poder que tenía Lucía sobre mí. Cada día la amaba más.
Llamaron a la puerta justo cuando iba a besarla en los labios. Me aparté de ella y les di la bienvenida a mis padres.
-Cariño - dijo mi madre abrazándome y dándome un beso en la mejilla.
Hizo lo mismo con Lucía y luego se sentó en el sofá para hablar con mi novia. Mi padre, en cambio, permaneció en la puerta esperando a que le dijese algo. Él era un poco clásico, como los de antes. Le pedí que pasara y ambos nos sentamos en el sofá, acompañando a nuestras parejas.
-Hacía mucho tiempo que no os veíamos, ¿qué tal estáis? - nos preguntó mi madre.
-Fenomenal - dije sonriendo - nos va muy bien mamá.
-Ya lo veo, ya. Aun me sorprendió el día en que nos dijistéis que ibáis a vivir juntos. No nos lo esperábamos.
-Aún pienso que sois demasiado jóvenes para... esto - dijo mi padre mirando a su alrededor.
Me mordí el labio inferior e intenté ignorar lo que dijo. Si ya empezábamos así... tenía miedo de como sería su reacción al enterarse de que nos casábamos. Esperaba que se lo tomase bien aunque ahora tenía mis dudas. Mi madre le cogió de la mano y nos sonrió. Para aminorar la tensión, me levanté y les dije que si querían algo de beber. Me encomendaron sus bebidas y me fui a la cocina a por ellas. Cuando volví mis padres y mi novia estaban sentados en la mesa, me acerqué a ellos y deposité enfrente de mi madre la jarra de agua y enfrente de mi padre un botellín de cerveza. Me senté al lado de Lucía y esperé a que se sirvieran sus bebidas. Mi padre cogió el botellín, lo abrió y bebió de él. Parecía que el único que bebería algo de alcohol esta noche sería mi padre.
-¿Y qué tal estáis? ¿Todo bien por allí? - les preguntó Lucía.
-Estamos muy bien cariño. Aunque tenemos una cosa que deciros - dijo mi madre mirando a mi padre de reojo.
Fruncí el ceño. Esta noche sería una noche de confesiones, entonces. Iba a decirle que siguiera hablando cuando mi padre me interrumpió.
-¿Cenamos? Hemos venido un poco justos de tiempo y tengo hambre.
-Claro, ahora vengo con la cena. Niall ven a ayudarme.
Mamá se levantó dispuesta a ayudarnos pero Lucía le dijo que no, que hoy era nuestra invitada. Entramos en la cocina y mi prometida y yo nos miramos.
-¿Qué crees que tienen que decirnos? - me dijo ella.
Me encogí de hombros, dándole a entender que no lo sabía. Abrí el horno y cogí el pollo, Lucía se encargó de llevar los cubiertos y los platos. Llegamos a la mesa y lo dejamos todo en ella. Mi novia repartió los platos y los cubiertos y cada uno se cortó el pedazo de pollo que quería. Siendo sincero, tenía miedo. Joder, claro que lo tenía. Mis padres tenían una cosa que decirme, y no podía dejar de pensar en ello. Mientras que yo tenía una cosa que decirle a mi padre... como no saliese bien la cosa, aquí habría más muertos que vivos.
Durante la cena casi no hablamos. Las únicas que no se estuvieron calladas fueron mi madre y Lucía. Pero mi padre y yo apenas nos mirábamos, estaba claro que la incertidumbre nos carcomía por dentro. No sabía porque pero tenía la sensación que la noticia que mis padres nos querían contar era algo malo. No le quise dar muchas vueltas al tema ya que nos lo iban a contar en breve pero... no lo pude evitar. Mi mente no paraba de imaginarse mil y una razones por las cuales nos tenían que contar algo.
Hasta que llegó el postre. Aunque, realmente, Lucía y yo no éramos de comer chocolate, así que les preparamos unos cafés. Volvimos a sentarnos en el sofá y ya nos pusimos a hablar de cosas... serias.
-¿Qué era eso que queriáis decirnos? - les comenté mientras daba un sorbo a mi café con leche.
-Bueno, verás hijo, no sé como decirte esto pero... - mi madre suspiró - últimamente tu padre y yo no estamos muy bien. Y habíamos decidido dar un paso en nuestra relación. No sé si captas por donde voy.
-Mamá... ¿no me digas que estás embarazada?
Cuando dije eso mi padre escupió el café que tenía en la boca y Lucía se atragantó. Pero mi madre se echó a reír. Joder, no quería tener un hermanito. Bueno sí que quería pero no en estas condiciones. Mi madre ya rondaba los cuarenta años y a esa edad podrían suceder problemas en el embarazo... y además se estaba muy bien siendo hijo único.
-Como tu madre me venga en estado yo me suicido - dijo mi padre lavándose la barbilla con una servilleta.
-¿Entoces que querías decirme? Pero dímelo más claro, que no te entiendo.
-Como quieras. Niall, tu padre y yo vamos a divorciarnos.
Ahora fui yo el que se atragantó con el café. Lucía me daba pequeños golpecitos en la espalda mientras tragaba forzosamente. Miré a mis padres alternativamente. Mi madre sonreía como solo una madre puede hacer mientras que mi padre me miraba con dureza a los ojos. Así que era eso, mis padres se iban a divorciar. La noticia me pilló un poco desprevenido pero intenté poner mi mejor cara y les sonreí. Al fin y al cabo, no era el fin del mundo.
-¿Sabes? Creo que prefería que estuvieses embarazada - dije con humor para calmar un poco la tensión del momento.
Todos rieron.
-¿Entonces no estás enfadado?
-¿Por qué? Puedo entender que ya no os queráis como antes. El tiempo pasa y sin darnos cuenta las cosas van cambiando, y al final lo que cuenta es que seáis felices. Aunque eso signifique cada uno por un camino diferente.
-¡Ay! Tengo al mejor hijo del mundo - dijo mi madre, abrazándome.
Le devolví el abrazoy la besé en la mejilla. A pesar de que no estuvieran juntos yo los seguría queriendo. No entiendo porque pensaban que me lo tomaría a mal. Son independientes para hacer lo que quieran, yo los apoyaría en sus decidiones, fueran cuales fuesen. Me alejé de mi madre y tomé la mano de Lucía, la miré a los ojos y, entonces, supimos que se lo tendríamos que contar a mi padre ya que mi madre ya estaba enterada de la boda.
-Bueno, papá, nosotros también tenemos que contar una cosa.
Mi padre se enderezó y se interesó por la conversación. Justo cuando vi que se había aliviado de ese "problema" que escondían, ahora tendría que salir a la luz otra cosa que no le iba a gustar mucho, solo por eso me sentí mal cuando se lo dije.
-Verás... Lucía y yo llevamos cuatro años siendo pareja y estoy enamorado de ella - dije y miré a mi novia. Ella me sonrió - hace un mes, más o menos, que lo decidimos y bueno que pasados ocho meses vamos a...
-¡No! - gritó mi padre y se levantó del sofá de un salto.
Todos nos alarmamos meintras él me miraba con rabia en sus ojos. Me quedé paralizado. Sabía que se lo tomaría mal pero, tan mal no.
-Cariño, sientate y lo hablamos.
-No hay nada de que hablar...
-Los niños lo han decidido y ya está hecho, no podemos hacer nada más.
-No, no, siempre se puede hacer algo, creéme - dijo y se acercó a Lucía apuntándola con el dedo índice - tú señorita, vas a abortar...
Me levanté bruscamente cuando lo escuché decir eso. Le aparté de un empujón y le miré a los ojos.
-¿Qué dices de abortar?
-Sí hijo, no puedo permitir que seas padre a tan joven edad. Hay soluciones, solo tienes que...
-Papá...
-...hacerme caso y todo saldrá bien.
-¡Papá! - le grité, captando su atención.
Mi padre me miró con los ojos muy abiertos. No se esperaba que le gritara y, sinceramente, yo tampoco.
-Escúchame, no vamos a ser padres. Lucía no está embarazada. Lo has confundido todo. Solo queremos decirte que en ocho meses, mi novia y yo nos vamos a casar.
-¿Cómo? Hijo... con tu edad. No puedes hacerte esto. Eres muy joven para dar ese paso...
-Ya lo hemos decidido, quieras o no, Lucía será mi mujer.
Mi padre me miró a los ojos y pude notar cierta decepción. Quise decirle algo, decirle que era amor verdadero y que no quería perder más el tiempo. Sin embargo, miró a mi madre y le hizo una seña para que se levantara. Cogiero sus cosas y mi padre se fue sin despedirse. Mi madre se acercó a mí y me abrazó.
-Ya se le pasará, hablaré con él, no te preocupes cariño.
Le sonreí, se despidió de Lucía y se fue. Me senté en el sofá, abatido por la reacción que había tenido. Mi padre no estaba de acuerdo. Creo que eso es lo peor que puede escuchar un hijo, que su padre no le apoya. Mi novia se sentó a mi lado y se acurrucó en mi pecho. La rodeé con los brazos y nos quedamos así durante unos minutos.
-Ya verás como todo se arregla. Solo es cuestión de tiempo.
Ojalá fuese solo eso. Cuestión de tiempo.
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Sobreviviendo a mi playboy © (3)
Teen Fiction~Trilogía ECS~ 1# Empleada de un playboy 2# Conviviendo con mi playboy 3# Sobreviviendo a mi playboy (...) La vida de nuestros personajes favoritos sigue siendo un caos y más cuando ambos descubren que van a ser padres...