CAPÍTULO 36

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NIALL

Abrí el armario y fruncí el ceño ante toda la ropa que tenía delante. Resoplé, ¿Qué difícil será buscar unos pantalones de chándal? Ahora lo averiguaremos... Buscando, me di cuenta de que pronto debería hacerme una renovación de armario, prácticamente toda la ropa que tenía se había quedado obsoleta. Me encogí de hombros, tampoco me importaba mucho lo que llevaba puesto, aunque Lucía sí que era una obsesa de la moda, ella sí que me daría por culo hasta que me comprara ropa. En fin... estuve un buen rato encontrando los dichosos pantalones de chándal. Le había dicho a mi padre que empezaríamos a caminar todos los días, juntos. Iba a ayudarle a tener un estilo de vida más sano. Necesitábamos alargarle la vida todo lo que pudiéramos, me gustaría que él llegase a ver a mi hijo.

Encontré los pantalones casi por casualidad, cuando estaba a punto de decirle a Lucía que me los buscara ella. Me cambié rápidamente y bajé al salón, donde mi novia estaba echada en el sofá viendo alguna serie. No le había dicho nada sobre mi padre porque no quería que se preocupase en su estado, así que de momento guardaría el secreto. Le envié un mensaje a mi padre diciéndole que en nada estaría en su casa para que se fuera preparando. Cogí las llaves de casa y las metí en el bolsillo del pantalón, junto al móvil. Y antes de irme, tapé a Lucía con una manta y la observé por un momento. La besé en la frente y le apagué la televisión. Me dirigí a la puerta, apagué las luces y me fui.

Con todo lo de la boda ella se cansaba mucho más y todos los días tenía que hacer una siesta de por lo menos dos horas. Todo era bastante estresante, y menos mal que ya teníamos casi toda la boda organizada, solo nos faltaban los menús, su vestido y mi traje. No queríamos apurarnos hasta el último momento, así que ya había organizado un día para ir con mi madre a comprar el traje y Lucía había hecho lo propio con la suya. De los menús ya nos encargaríamos la semana que viene.

De camino a casa de mi padre pensé en él. De verdad que todo esto me superaba, y a veces no podía evitar pensar que en poco tiempo lo perdería. Sentía miedo y tristeza, nadie está preparado para perder a un ser querido. Pero tenía que ir afrontándolo, por mi padre, por mi padre y por Lucía, debía de mantenerme fuerte para todo lo que estaba por venir. Esto solo era bache, que pronto pasaría.

Cuando llegué, llamé a la puerta y guardé unos segundos antes de que mi madre me abriese. Me hizo pasar y luego, me abrazó tan fuerte que creí que me había roto un hueso.

-Mamá, me estás asfixiando...

-Lo siento hijo, es que siempre me da mucha alegría cuando te veo cariño. ¿Cómo estás? ¿Lucía está bien?

-Sí, todo bien, ahora está durmiendo. Últimamente, todos los días se echa un rato y se duerme por lo menos dos horas.

-Déjala, es normal que termine cansada, está embarazada.

-Sí - dije con una sonrisa - bueno, ¿Dónde está papá?

-Preparándose. Oye, no lo machaques mucho hoy, que se ha levantado con el pie izquierdo...

-Tranquila, daremos unas vueltas por el pueblo y ya está.

Mi madre asintió con la cabeza y se fue a llamar a mi padre. De mientras, me senté en el sofá a esperarlo. Sentía añoranza de esta casa desde que me fui. E inconscientemente, sonreía mientras pensaba en todos los recuerdos que tenía de este lugar. Se me antojaban tan lejanos... cuando solo habían pasado unos años. Suspiré, ya nada volvería a ser como antes. Mi padre volvió antes de que empezara a derramar lágrimas por el tiempo perdido, y casi lo agradecí.

-¿Nos vamos? - me preguntó desde el umbral del salón.

Asentí con la cabeza y me levanté del sofá.

Sobreviviendo a mi playboy © (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora