Capitulo 1: La Media Noche

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La medía noche siempre ha generado en mi cierta inquietud, quizás eso sea lo que me ha llevado a enfrentar la "oscuridad "que tanto temen las personas. La luna brillaba en todo su esplendor acoplándose con el viento frio que anuncia la inminente llegada del otoño.

De nuevo miro el reloj en mi muñeca; como siempre, ellos llegarán tarde. Decido entrar, ya están pasada las doce a.m., solo me acompaña una cámara de video, una linterna y mi mochila; solo es una casa abandonada a la que, según dicen las personas de los alrededores: en las madrugadas se escuchan golpes y se ven siluetas; menuda cueva de drogadictos. La sala estaba completamente vacía, las paredes pintadas con grafitis, algunos con más ingenio que otros y unos que no eran otra cosa que borrones colocados a lo idiota. Seguí internándome y ese aroma a humedad se tornaba más intenso con cada paso, la cocina tan vacía como la sala, con los estantes de las despensas abiertas, las ratas huían en retirada con la luz de la linterna. Seguidamente una habitación de estudios, más vacía que la anterior, sucia y asquerosa, con paredes pintadas con dibujos sin un sentido aparente, la luz de la luna ocupaba un espacio por la ventana. Me dirigí para verle a través y ni pista de ellos. << ¡Carajo! Siempre lo hacen, ¿Cuándo se tomarán esto en serio?>>.

Un golpe llamó mi atención, de nuevo, otro golpe sobre madera, pronto mi corazón empezó su marcha nocturna, el ruido viene de arriba, las escaleras crujen con cada paso.

El golpeteo vuelve perturbando la ya muerta tranquilidad que antes poseía. Me apresuro a tomar un palo partido, alumbró a todos lados ¡Nada! Solo un pasillo con dos habitaciones. Puedo sentir la humedad, la pintura de las paredes resquebrajada, las ratas vienen y van en su apogeo de huir del haz de luz ambulante. Camino sin darme cuenta que estoy dentro de un charco –¡Mierda!–. Entro al primer cuarto, completamente oscuro, trato de mirar por el infrarrojo de la videocámara: hay una mesa, un colchón viejo tirado y manchado, hay una bolsa negra en un rincón, hedor de podredumbre, asqueado decido salir de la habitación para seguir a otra... Y ese sonido enervante se escucha dos veces más, pero la puerta estaba cerrada. Los golpes incrementan, se repiten con mayor frecuencia.

– ¿¡Hay alguien!?– Hago un esfuerzo para mantener firme mi voz –. ¡Sé que hay alguien ahí! – grito, ya ahogado por el miedo, a la guarda de una voz, que pudiese o no, sacarme el enervante de la mente. ¡Nada! No hay respuesta.

Apago la lámpara de mano, enciendo una pequeña luz sujetada al oído, preparándome así para cualquier cosa que pudiese suceder. Decidido avanzo más al lugar de donde nacen aquellos golpazos.

–¿Amigos, son ustedes? Si lo son, sepan que esto no es gracioso – replico una vez más sin cesar la caminata.

Poco tardo en percibir que los ruidos salen de la cocina, pero ahí jamás vi nada. Los nervios empiezan a causar un sudor frio que humedece mi frente. La cámara hace notar el tiritar temeroso de mi mano. Paso al fin a través de aquel podrido marco que separa al pasillo de la cocina.

Alguien desconocido al instante, se sobresalta a poca distancia. El impacto, el susto; me hacen dar paso hacia atrás y mis pies torpes me hacen caer bruscamente al suelo.

–¡Mierda! ¿Te encuentras bien? – dice al tenderme su mano para incorporarme–. No pensé que te daría tal susto. Además, pensé que no creías en nada de esto...

–Claro que no creo, pero sí creo en cosas reales como asesinos, drogadictos y sectas; ¿Cómo podía yo saber que no eras alguna de estos?

–Vale, lo lamento, lindo; no volverá a suceder, lo prometo.

– ¿Está alguien más contigo?

–No, hasta donde sé solo hemos llegado tú y yo. – Da un paso más hacia mí–. ¡Ya deja de grabar! Nos dejarás sin baterías para la noche.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora