Capitulo 49: Privilegio de Venganza

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ERICK

Varias explosiones se hicieron eco poco después de que el ultimo policía en pie advirtiera, con total seguridad, a los soldados afuera del pueblo. Las detonaciones, según nuestra acompañante, eran las de granadas colocadas cerca del bloqueo en el puente.

A Rebecca por primera vez la vimos en acción, usando una de las puertas blindadas de la camioneta como un escudo contra los disparos de la patrulla, derribando de un solo tiro a cada uno de los oficiales. Al último, como ya le era costumbre y, mientras Héctor lo distraía con disparos imprecisos, ella lo sometió tomándolo por sorpresa, obligándolo a dar un mensaje para después asesinarlo.

–¿Cómo lo hace? –le inquirió Héctor, al verla subir –. Mata a una y a otra persona como si no le importaran.

–Si salimos vivos de aquí, pasará tiempo antes de que puedas volver a dormir sin pensar en las personas a las que mataste –contestó, ya con el vehículo puesto en marcha –. Pero lo superarás.

–¿Usted ya lo hizo? Esa frialdad suya...

–Tuve que hacerlo. La parte más difícil de dedicarte a esto... –Rebecca detuvo sus palabras, se humedeció los labios, tomó algo del agua embotellada y continuó –..., los entrenamientos y la disciplina son fáciles, las pruebas igual; nos enseñan a usar las armas que empuñamos, pero no nos preparan para la primera vez que debemos usarlas contra otro ser humano.

–Pero usted ya no lo sufre –atajó.

–No, no lo hago –atajó severa–. Varios desertan de la fuerza después de matar a alguien, otros más lo disfrutan y otras, como yo, tienen que adaptarse a esto o de lo contrario...

–Conoció a Ryder hace años –siguió, pero ésta vez interrumpiéndola –, ¿él también sufrió?

–Lo hizo y mas que muchos.

La plática entre ellos terminó con esa abrupta aclaración, como si la mujer no quisiera adentrarse más en el tema, tal vez por tratarse del pasado de su viejo compañero y su intimidad.

Sabía que no volvería a ver a Héctor como a un amigo y que por orgullo jamás intentaría recuperar a Cristina, aún cuando eso me lastimara por dentro; pero, ¿podía perdonarlos? Ellos habían vuelto por nosotros. Aun cuándo con insistencia quise alejarlos, seguían aferrados en quedarse; ni siquiera confesar lo de Alexandra había sido suficiente, pues estaban convencidos de que lo habíamos hecho para mantenernos a salvo, pero la verdad era otra.

Miré a Johana, quien dormía recargada en el brazo de Héctor. Si bien la tranquilidad con que descansaba se debía a los efectos de una droga, verla me hacía sentir apacible, como si nada de esto fuese real y solo se tratara de un nuevo viaje para hacer exploración urbana o lo que pudieron ser estas vacaciones.

Pronto los pensamientos de las tantas veces en que la lastimé con algún comentario hiriente se hicieron presentes, mientras los contrastaba con todo lo que ella dejó por mí. Es cierto, ahora era yo quien la cuidaba, pero me mataba lo mucho que tardé en hacerlo. Había sido tan egoísta con ella, que quizá merecía el ser desconocido como su hermano.

Cuando Rebecca detuvo la camioneta en el camino cercano de la hacienda, pude apartar mis ojos de Johana, dándome cuenta de cómo Héctor también había estado viéndola luego del largo silencio. No lo culpaba por sentirse cautivado por ella, pues hasta yo entendía que era una de las chicas más atractivas que conocí en la vida, pero no parecía verla solamente como un enamorado, sino hipnotizado por ella.

Ryder, el cual debía estarnos esperando ya, aun no regresaba.

–Si en treinta minutos no hemos vuelto, vayan a la cabaña por sus amigas y luego al templo.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora