Capitulo 33: Llamada de Emergencia

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CRISTINA

Corrí hasta una de las ambulancias ya encendidas que estaban aparcadas afuera del centro. Al subir, ahí estaban Héctor en la parte de atrás, Johana de copiloto en la cabina y Erick de conductor.

Mi respiración estaba agitada, tenía sudor en la frente y un ilógico manojo de nervios, pues el sonido de la sirena presagiaba una emergencia de vida o muerte.

Mientras los vehículos se iban apartando del camino en la medida de lo posible, yo trataba de calmarme, ya que no era común que me sintiera así de temerosa; entre tantas llamadas de emergencia a las que respondí con mi equipo, ya debería poder controlar tal temor.

–¿Te encuentras bien, Cristin? –me preguntó Héctor.

–Sí, cariño, te ves pálida. No necesitas acompañarnos si te sientes mal –añadió Erick.

–Podemos hacer esto nosotros –intervino Johana.

-No, no podemos, saben que necesitamos a la mejor de los tres y esa es Cristina –les replicó Héctor.

Él único que bien podía estar en la ambulancia como parte del apoyo era él, pues solo Héctor había estado en la Cruz Roja, <<unos días, pero lo estuvo>>, me dije. Erick y Johana nada tenían que ir con nosotros.

–¿Adónde vamos? –inquirí, sin dejar de ver a través del parabrisas.

–¿Bromeas, amor? –atajó, alzando la ceja–. Si fuiste tú quien atedió la solicitud. ¿Qué tienes?

–Nada, Erick, solo lo olvidé –respondí.

Verlos conmigo me resultaba algo reconfortante, siendo la primera vez que se me dejaba a cargo del equipo de respuesta.

Mi uniforme blanco, limpio, con la cruz que tanto nos caracterizaba, me resultaba nostálgico, pues extrañaba demasiado el puesto, más no estaba lista para volver a él, además, tenía que enfocarme en mi carrera.

Salvo por mí, ninguno de los tres debía portar aquel vestuario, pero no importaba, cada uno se veía increíble usándolo.

–Te estoy hablando, estúpida –clamó Johana, pues sin darme cuenta ya había vuelto a disociar –. Andas medio perdida, amiga, ¿o es que te dejó tontita el corte de cabello de mi hermano? –dijo, dándole un suave golpe en el hombro a Erick –. ¡Te dije que le encantaría!

–Vamos al fraccionamiento Versalles –les interrumpió Héctor, con una seriedad ajena a la de los otros dos –. Un hombre presentó señales de un posible fallo cardiaco. Ayúdame a preparar todo, Cristina. Y ustedes, pónganse serios.

–¡Habló el patrón! –espetó Johana, con ironía, a la par que le ponía los ojos en blanco.

–La llamada, ¿la realizó el hombre? –les interrogué por la prisa con que nos desplazábamos.

–Su esposa, la señora Wendy Ruiz –respondió de vuelta Héctor.

Ese nombre y ese apellido, quería recordarlo de algún lado, pero no sabía de donde, solo me resultaba familiar.

Erick hizo virar la ambulancia con brusquedad, internándose un par de cuadras en el fraccionamiento hasta llegar por fin al punto señalado. Mientras los dos se preparaban para bajar la camilla y Johana se pasaba al volante, bajé y me interné en la casa,

Justo al entrar, el hombre que caminaba rumbo a la puerta se desplomó, siendo sostenido por su mujer.

–¡Carajo! Chicos, necesito la camilla –les grité, mientras como pude ayudé a la esposa con el peso del señor.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora