Capitulo 23: Dama y Roque

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–¿Vas a defenderlo?

–No, se lo merecía. Es solo que no creí que harías algo así.

El clima helado me daba esa sensación de que mis palmas se quemaban, pese a los guantes, mi chamarra negra y la bufanda morada que trataban de protegerme y de poco servían. La fuerza con la que el viento sacudía los arboles era preocupante, pero, aun así, Erick y yo por fin teníamos un momento a solas.

Enlacé mi brazo derecho rodeándole la espalda y él posó el suyo sobre mis hombros. Por primera vez sentía que no era yo quien peor la estaba pasando en éstas pésimas vacaciones, pues mi dolor de cabeza y el sentimiento de cansancio extremo, ya no se podía comparar con lo que seguramente mi hermano estaba sufriendo.

–¿Por qué nunca me lo dijiste?

–Por la misma razón que ellos no lo hicieron...por estúpida.

Sin aviso, me abrazó con fuerza y comenzó a llorar en mi hombro. Pasaba por una lucha interna del corazón contra mi cerebro, uno queriendo odiarlos y el otro me recordaba lo mucho que los quería; pero de odiarlos, entonces yo debía odiarme todavía más.

–Debí decírtelo, hermano, pero no supe cómo hacerlo luego de lo que habías vivido y creí... creí que si ellos lo hacían sería más fácil para ti.

–Lo que hemos vivido...–Me dice corrigiendo–Te atribuiste lo que le pasó a mamá y yo no te ayudé, solo te culpé.

Me separé, lo tomé de la mano y lo llevé hasta un par de rocas perfectas para tomar asiento.
–Ya no importa.–Le dije, sacudiendo su cabello.

–Somos los peores hermanos.

–Seguro existen peores–Le repliqué con una sonrisa.

No podía evitar mirar de un lado a otro, de temerle a la noche y al bosque. Algo me gritaba que todo era cosa de mi mente, pero el hedor que recordaba proveniente del hocico de aquella criatura me hacía sentir que era real. Cuanto más lo pensaba, la sensación de asedio que sentía crecía, la idea de que algo se ocultaba en las sombras de los árboles.

–Ahí no hay nada. –Me dijo.

–Lo sé...

–Ven, déjame mostrarte el lugar donde escuché la voz de mamá.

–No quiero...–Exclamé de un grito, para luego bajar mi tono y proseguir. –Regresemos a la posada.

– ¿Lo dices en serio? Es nuestro primer momento realmente para nosotros ¿Y quieres irte?

–Volvamos, por favor. –Respondí suplicante.

–Está bien, volvamos con Zebb.

Erick se puso de pie, dando la vuelta con rumbo al pueblo. Él tenía razón, nuestra convivencia había sido poca.

–Tengo miedo...–Murmuré, bajando la mirada.

–Bueno, ya es hora de que yo te cuide.

Era la primera vez que lo escuchaba decirme algo así, esa confianza con la que hablaba calmaba el escalofrió que me recorría. Me puse de pie, apoyándome de él, pues estaba dispuesta a seguirlo incluso con la ventisca y la oscuridad. Erick comenzó a rezagarse, me detuve para verlo y, al hacerlo, fui golpeada sorpresivamente con una bola de nieve.

–¡Me la debías! –Clamó a todo pulmón.

–Será mejor que corras, hermanito.

Lo perseguí, el corría más rápido y tenía mejor puntería, pero eso no impedía que yo acertara uno que otro proyectil helado en contra suya. Una tras otra bola de nieve, <<si es que así se le podía llamar>>.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora