Capitulo 36: El Eco de una Masacre

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ERICK

–Pude verla. Fue ella quien me pidió que ayudara a Alexandra. ¿Tú por qué la ayudaste?

Aysel se había retirado poco después de habernos acompañado a la habitación. Ahora solo estábamos los dos y quizá un par de personas afuera esperando en caso de que necesitáramos algo.

Yo estaba sentado en la silla acojinada, cerca del espejo, mientras mi hermana yacía acostada, acomodada en una posición fetal, con sus ojos cerrados, pero despierta.

–No sé cómo explicarlo. Ayer cuando toqué a Zebb, pude sentirla –dijo. Volví a mirarla, viendo como observaba su mano de modo minucioso –. Fue como estar en ella. No sé.

–Héctor me advirtió de Zebb, ¿sabes? –Johana se recargó en la cabecera de la cama, justo por debajo del cuadro familiar –. Acuéstate, debes descansar –espeté.

–Ya me siento mejor –Su sonrisa me hacía saber que decía la verdad, pero verla sana ahora me preocupaba por igual. –¿Qué fue lo que te dijo?

–Que su familia, pero más ella, actuaban extraño. Supongo que al final también logró engañarlo. Nos conocía desde hace meses y nos manipuló para que viniéramos. ¡Quizá hasta estuvo detrás de la muerte de mamá! –exclamé, arrojando el reloj de oro contra la pared.

–No lo estuvo, Erick, ni siquiera sabía que ese hombre estaba aquí hasta ayer, igual que tú y yo.

–¿Sentiste todo eso? –atajé, ya no incrédulo, sino aterrado.

–No solo lo sentí, lo vi. La vi hacer cosas no solo por a ayudar a Alexandra, también para Héctor y Cristina y ha sufrido por ello.

–¿Crees que nos ayude cuando ellos ya no estén? –pregunté, con la cabeza recargada en mis nudillos, viéndola de reojo, pues sabía que me decía la verdad respecto a sus visiones.

–No lo sé.

La muñeca, la cual ahora poseía mi hermana y que alguna vez le perteneció a nuestra madre, solo reflejaba lo mucho que la desconocimos en verdad, pues ella solía decir que desde siempre había detestado esos juguetes. Haberla obedecido respecto a Alexandra ahora me parecía una incongruencia absoluta.

–¿Crees que de verdad haya visto a mi madre?

–No lo sé, fuera Julissa o no, lo que viste fue real. Todo es real –respondió, mientras peinaba a la muñeca con sus dedos.

Una vez más alguien llamó a la puerta, al otro lado podía escucharse la voz de una chica que, hablando en inglés, nos pedía permiso para entrar.

Con la intención de quitar mi atención de Johana y aquel juguete, abrí personalmente la puerta para saber de quien se trataba. Era la hija de los Tae, Hyun, quien al parecer había aprovechado el tiempo para cambiar su vestimenta; ahora usaba una ropa casual, pero abrigadora.

¡Mi señora! –clamó la joven asiática con la vista puesta en mi hermana.

¿Qué es lo que quiere tu padre o Románov de nosotros ahora? –le interrumpí, sin darle oportunidad de reverenciarme como lo hizo con ella.

–Nada –contestó de tajo y con suavidad. Su voz era queda, incluso tímida; todo lo contrario a las hijas del ruso o a la de su propio padre.

–¿A qué viniste entonces? –inquirió Johana.

Por favor acompáñenme, demos un paseo –nos dijo, pero con una particular sonrisa dirigida a mí.

Aunque me reusé en un principio, más preocupado en la condición de Johana que por molestia, fue ella misma la que me convenció de aceptar la invitación de Hyun, la cual mi hermana declinó con la excusa de querer descansar.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora