Capitulo 4: Cazadores de Tesoros

46 10 1
                                    

H

-Podía sentir como mi respiración se aceleraba. Sabía muy bien que algo tras de mi andaba atento a los largos y veloces pasos con los que andaba, me observaban, pero no tengo claras las facciones de aquellos ojos que a la distancia me miraban, pero tenía que correr, huir de ese algo… En los árboles, que se miraban apenas pues la noche los volvía oscuros, colgaban siluetas, siluetas empujadas por los vientos fríos de aquel sitio, no en todos, pero si en la mayoría de ellos; se mecían suavemente sujetados por el cuello. De lejos se apreciaban unas luces ambulantes, las cuales solo distinguía  cuando giraba la mirada, pero también me seguían. Tan reales se escuchaban mis pasos que golpeaban la maleza bajo mis pies. Juro que mi ritmo cardiaco se escuchaba tan alto como aquellas pisadas. Tenía tanto sudor recorriéndome la frente que las gotas opacaban la poca visión que la oscuridad me permitía tener. Pude encontrar, bajo los pies de uno de aquellos colgantes, un árbol hueco, con el suficiente espacio para ocultarme y ahí aguarde. Al poco tiempo de mi descanso, vi pasar en busca de mí, no más de diez pares de piernas que corrían para encontrarme, cargaban antorchas que me dieron la oportunidad de verles las túnicas que casi tocaban el suelo. Pensé que por fin estaba segura, pero me equivoqué, pues una de aquellas personas, más pequeña que el resto, se detuvo justo en mi refugio; ahí se quedó por unos instantes como observando de manera más atenta que el resto, se giró hacia donde yo estaba y lentamente comenzó a inclinarse como resintiendo que ahí, en ese árbol, había alguien. Comencé a temblar muy fuerte, juro que los huesos de mis rodillas chocaban uno contra otro, aquel sonido tiritante era el que me estaba delatando. Finalmente cuando pude observarle el rostro, no era más que un niño, no mayor a los nueve años, sin embargo me costó siquiera identificar su aparente edad, porque a diferencia del resto, el no usaba ni una sola fuente de luz, pero la cercanía de su cara a la mía me dejaban verle. ¡Me estaba mirando con sus ojos! Los cuales luego supe eran grises. Gritó en un extraño idioma, tan alto, que sin lugar a dudas usó para avisar al resto que al fin me habían encontrado. El miedo me hizo reaccionar y rápidamente lo empujé, haciéndole caer al suelo, pero cuando quise salir para echar huida ya era demasiado tarde… me habían acorralado. La luz que emanaba de las llamas era fuerte. Portaban mascaras en el rostro, máscaras blancas con los parpados pintados de negro y con los labios marcados solo por el contorno de aquello que les escondía, eran altos, no de manera colosal, pero si lo suficiente para mí. Alcancé a ver como unas manos femeninas levantaron al niño que yacía en el suelo y lo cogía en brazos, el chico, con ayuda del viento y el descuido, quitaron de la cara la capucha que protegía el rostro de la mujer, era joven y bella…

-Que mal rollo, hasta de lesbiana terminaste.

-¡Cállate, Héctor! No es gracioso. Estaba muy asustada.- Respondió Cristi dándome un suave golpe en el hombro.

-Vale, solo pensé que como tú siempre haces de bromista en el grupo, yo podía hacerte lo mismo.

-Bueno, vas a querer que te siga contando mi sueño, ¿sí o no?

-Ah, ¿Es que aún no terminabas? Yo pensé que ahí habías despertado.

-Desperté poco después, justo cuando cubrieron mi rostro con una tela oscura.

-¿Y no recuerdas nada más?

-Pocas cosas, pero el resto son muy borrosas.

Abro uno de aquellos cajones en los que retiro la poca ropa que aún quedaba de la mujer. -¿Crees que esto debería echarlo en la maleta?- Pregunto a Cristin.
-Erick me dijo que guardáramos ya solo lo necesario- Responde Johana quien después de buen rato hacia acto de presencia- Gracias por ayudarnos amigos- Dice con tono gentil.

Pude notar algo distinto en el rostro de Johana, más allá de esa tez clara y ojos claros como la miel, era una sonrisa y una calma como hace mucho no la sentía. Me causaba algo de tristeza pensar que aquello se debía al hecho de que ya no tenía que encargarse de su madre o peor, que había logrado algo. Las palabras de Erick culpandola de algo y esa manera tan propia de ella de culparse.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora