Capitulo 47: El Duelo

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Héctor

–¡Maldita sea! –gruñó la agente.

Dejé de mirarme el uniforme militar que llevaba puesto y la máscara de ave que estaba entre mis dedos, volviendo la atención al camino.

Un vehículo similar al nuestro y que parecía venir de la hacienda, fue bajando la velocidad hasta detenerse por completo en el cruce de caminos. Nos empezaron a hacer señas apagando y encendiendo las luces de una manera calculada.

–Quieren que paremos –me dijo.

–¿Sabrán que algo anda mal?

Al parar a escasos diez metros de la otra camioneta, bajó un soldado que fácilmente rebasaba el metro ochenta de altura; del otro lado, por la puerta del copiloto, una de las hijas de Románov salió casi coordinada al sujeto.

–¿Quién es ella? –preguntó.

–Es la hija mayor del líder –espeté.

–¿Te conoce? –Yo asentí. Rebecca, miró de un lado al otro el interior de la cabina, puso las manos en el volante para bajar la ventanilla –Ponte la máscara y ve a la parte de atrás. Guarda silencio y no hagas nada a menos que te lo indique –terminó ordenando, con la vista puesta en mi arma.

La obedecí, desabroché el cinturón y me pasé a los otros asientos, pues por suerte los vidrios estaban polarizados.

Tan pronto me acomodé, ella bajó el cristal lo suficiente para que su rostro fuese visible y el viento se metiera, antagonizando el cálido clima interior. Bajé las manos y las puse sobre mis piernas para evitar que siguieran sacudiéndose de arriba abajo, pero esa no era la única señal de mi nerviosismo, también, con lo agitada de mi respiración y la cerámica en mi rostro, había comenzado a sudar.

Zebb no solo nos dijo de la predisposición a la crueldad y el sadismo de las gemelas, sino también de los medios que tenían para hacer sufrir a quienes se interponían en sus caminos; dones más allá del puro control sobre los seres del bosque. Tenía razones de sobra para temer.

¿De dónde viene, soldado? –inquirió la niña en un inglés perfecto y con una voz tan firme que opacó lo joven de su timbre.

Tragué saliva, mientras veía como la agente miraba a Inessa con un semblante carente de expresión.

Patrullábamos el bosque en la región este –le contestó de tajo, con la misma valía con que se le cuestionó.

¿Y el resto de su equipo? –replicó en un tono más inquisitivo.

Siguen vigilando el área.

La agente del MI6 no titubeó, tiritó o apartó los ojos de Inessa, aun cuando el militar iluminó con su linterna la cabina y me echó la luz unos segundos; mirándome como si estuviera escaneándome; Rebecca lo siguió por el retrovisor mientas este revisaba la caja, e incluso la parte de abajo como si alguien pudiese colarse por allí.

Muy bien, usted me llevara al Sótano.

–Tenemos la orden de volver al puesto –refutó, dirigiendo la vista al retrovisor para verme y luego volvió a la niña.

Sus órdenes han cambiado, soldado –exclamó, sacándose del interior de su chamarra el emblema de su familia –Yo le diré como llegar.

Rebecca asintió con sutileza, solo que la expresión en Inessa no reflejó complacencia, sino más bien molestia y descontento.

Piensa abrirme, ¿o espera que yo lo haga? –dijo altanera.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora