Capitulo 3: Un día poco recurrente

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-Hacía tanto que no nos dábamos un tiempo para charlar. La verdad es que nos han pasado cosas muy extrañas.

-Con todo el tiempo que he dado a mi trabajo, para desgracia mía y de tus amigos, no siento que llevemos el gane en el “juicio” …-comilla usando sus dedos para luego tomar asiento en una de las bancas sombreadas por un alto edificio colonial-He visto negligencia en muchos jueces sobornados antes, pero a esto parece no interesarles que eche abajo su sentencia y eso por si solo ya me preocupa.

-Sabes tía…-interrumpo- aunque me cueste admitirlo, creo que para el bien de esa familia lo mejor sería que ella esté atendida por gente profesional. No suelo coincidir mucho con Johana, pero debo darle el punto bueno en todo esto y sé que Erick siente lo mismo, aun cuando no quiera admitirlo.

-No deja de ser triste, después de lo que me has contado sobre esa familia y lo que han vivido, parece como si algo allá arriba tratara de separar de cualquier resguardo a ese par.

-O algo aquí abajo- Respondo con una sonrisa mientras doy un sorbo a mi malteada.

-Pensé que no creías en lo que la señora estuvo diciendo durante su evaluación psicologica.- intrigada torna su rostro directo a mis ojos- Eso de que algo o alguien le persigue…

-La verdad es que no quiero creerlo, pero últimamente las cosas se pusieron un tanto extrañas y desde que conozco a esa familia, siempre me han parecido muy peculiares.

-Cambiemos el tema, cariño, el tema ya ha comenzado a darme un poco de ñañara.

- ¡Qué asco, tía! ¿Al menos sabes lo que eso significa?

-Claro que lo sé…Pero aquí estamos en México- me propina un suave golpe al hombro, como al parecer las mujeres con las que suelo pasar el rato, han tomado la costumbre de hacer- y me da gracia lo mucho que no te gusta que use esa palabra. Ya hacen falta las vacaciones…

-Coincido. Parece que el único momento que tenemos para pasar juntos es en tu despacho, y solo nos dirigimos la palabra cuando necesitas que realice una tarea para ti y cuando quieres que te prepare panqueques.

-Lo sé, hijo, pero la verdad quiero que un día te vuelvas tan gran litigante como yo lo he hecho. He pensado incluso en dejarte mi oficina llegado el momento.

Elena en ese momento baja la mirada. Una mujer tan expresiva con el semblante resultaba fácil de predecir, lo que termina preocupando mi pensamiento, pues estaba claro que algo le aquejaba, algo que temía incluso teorizar. -No digas locuras, ese despacho es tuyo. ¿Hay algo que no me esté diciendo, tía? - Le miro temeroso a su respuesta.

-Cómo eres dramático, Héctor. Claro que no pasa nada- Alborota con sus manos mi cabello en un acto materno- Solo quise hacer el comentario de que confío en que serás tan bueno o mejor que yo, salvo que decidas dedicarte a estar tras la cámara…

-Puedo hacer ambas cosas…

La conversación, que ya se comenzaba a sentir seria, es irrumpida por un vendedor ambulante de esos que asechan por cada plaza y calle concurrida. <<De entre todas las cosas que puedes vender y se acerca con un montón de flores. Rápidamente le hago una seña indicando que no me interesa lo que anda vendiendo, pero a éste le importa poco e igual insiste en querer vendernos una de esas cosas con la clásica frase de: “una flor para la novia”.

-Pero que tacaño eres, Héctor, no le quisiste comprar una rosa a tu tía- burlándose se interrumpe a si misma- ¿O es que temes que Cristina se ponga celosa? – Volviendo a reír.

- ¿En qué botón te apagas? - digo husmeando entre su cabello.

-No es culpa mía, tu amiga en aquella ocasión dejó en claro que, de no ser tía tuya, no permitiría que te acercaras a mí.

Virtanen: Sangre de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora