Epílogo Extra Final

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Siete años después

ALEX

—¡Em! ¡Llegué, Em!

Sabía que mi euforia no representaba a un padre de cuatro niños, a un cirujano de renombre, a un esposo y a un hermano que aún lidiaba con la idea de que en tres meses sería tío de una niña.

Sí, Milagros estaba embarazada.

Cuatro años atrás decidió que quería vivir con el padre de su hija, quería comenzar una familia y Emily se enorgulleció de mí cuando inmediatamente comencé a buscar una casa para los dos. Sin preguntas, ni obstáculos. Después de todo, lo único que quería era apoyar a mi hermana y que fuera feliz.

El que estaba lidiando con los demonios de padre celoso era Gabriel Cunnington, que aún no entendía como su pequeña hija hizo una mezcla.

Estuvo a punto de sufrir un ataque al corazón, creo que solo se comparó a la primera vez que escuchó a Mili decirle papá. Fue conmovedor, Emily mencionó que incluso mis ojos brillaron con algunas lágrimas.

Es que los hijos eran un tema que calaba hondo, yo era completamente feliz con mis cuatro pequeñas mezclas.

Después de los gemelos, cuatro años después nació Julián. Emily disfrutó de un embarazo saludable, feliz y relajado. Fue la primera vez que me permitió volver a dormir con ella, porque necesitaba un cojín blandito. Cuando nació Julián, volví al frío y desolado departamento de soltero.

En ese entonces aún no estábamos preparados para recomenzar como la vida establecía para un matrimonio con cuatro hijos. Tenía que seguir trabajando en la dependencia de mi esposa, y ella era plenamente feliz. Disfrutaba la libertad, los tiempos que solo tenía para ella.

Me encargué de devolver la vida que alguna vez le arrebaté. Y cada día ella me recibía con una sonrisa, imaginaba que lo estaba haciendo bien.

Continuaba visitando a Linda, mi terapeuta. Aún tenía algunos temas sin resolver, pero en ninguno de ellos estaba involucrado Emily.

La vida nunca deja de darnos lecciones, y ahora debía convivir con la situación de mis padres separados. Mamá logró cerrar la herida que sangraba cuando veía a Mili, porque ella era la viva imagen, en su cabeza, de la traición de mi padre. Tarde comprendió que mi hermana jamás tuvo la culpa.

Hace un par de años ellas hablaron, nunca me enteré de la conversación, pero desde aquel día la relación entre las dos se volvió amena. No eran cariñosas la una con la otra, sin embargo, ambas podían coincidir en un mismo lugar sin generar incomodidad.

Cuando vi a mi madre sonreírle a Mili, sin atisbo de fantasmas en sus ojos, sentí una oleada de admiración y orgullo profundo por Marla. Incluso ahora, de manera frecuente, enviaba regalos para el bebé. La vida era una caja de sorpresas y yo adoraba a mi madre.

Con mi padre la situación era diferente. El trato para él era seco, pero cortés. Ella era amable, pero fría. Podían compartir durante una reunión familiar y era en esos momentos en que la química entre ellos se hacía más evidente que nunca. Mi madre conoció a un hombre, con el cual estuvo saliendo por más de tres años, pero aquella relación no prosperó. Mi instinto me decía que ella aún amaba a Gabriel Cunnington, pero también sabía que jamás volverían a estar juntos.

Por otro lado, mi padre nunca ha perdido las esperanzas. Creo que muy profundamente alberga esperanzas, sin embargo, es quién mejor sabe que mi madre jamás volverá a estar con él. Es triste ver el amor que mi padre aún le profesa, pero es mucho más revitalizante la energía de mi madre por querer ser la mujer que endilgó valores cuando era pequeño. En siete años veía un avance constante, un avance perseverante que solo las mujeres pueden tener. No justifico todo el daño que le hizo a mi familia, tampoco la puedo juzgar porque yo también me perdí en el camino. Pero ella y Emily solucionaron los temas del pasado y no sé si algún día logren establecer una relación con la confianza necesaria, pero sé que ambas se estiman y se respetan.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora