Capítulo III

6.2K 498 137
                                    

Emily

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emily

—Quiero un..., ¿Emily?

—¿Debo suponer que quieres una Emily? —pregunté con seriedad, luego, arqueando una ceja me incliné sobre el mesón acercándome para que me pudiera escuchar con atención—. Te sugiero un capuccino express, son mucho mejores que las Emilys —le guiñé un ojo y él soltó una risotada que me calentó la sangre. Alexander también se apoyó en el mesón para continuar la conversación, era una suerte que a estas horas de la mañana la cafetería estuviera casi vacía.

—Así que, aquí trabajas.

—Sabes donde vivo y donde trabajo, si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme —repetí sus propias palabras y él sonrió divertido.

—¿Cómo pasó la noche Mía?

—Despertó unas cuantas veces por culpa del ardor en la cara, pero gracias a la crema que nos llevaste anoche, pudo dormir mejor.

—Es bueno saber que fui de ayuda, dale mis saludos a la pequeña —asentí sonriendo.

—Amor, volveré en veinte minutos —Andy, mi compañero de trabajo gay, me dio un sonoro beso en la mejilla y desapareció tras el mostrador. Esta mañana estaba a cargo de la cafetería puesto que nuestro jefe estaba haciendo algunos recados.

—¡Veinte minutos a partir de ahora!

—¡Te amo! —le guiñé un ojo. Con una sonrisa en mi rostro dirigí mi atención a Alexander, quién me miraba con el ceño fruncido. Inmediatamente vi en sus ojos que me estaba tachando de algo que no era, aunque no podía esperar otra cosa. Ayer se fue del departamento con una idea equivocada de mi relación con Ian. Yo también fruncí el ceño imitando su gesto, no disiparía sus dudas dándole una explicación. Quería que él me preguntara al respecto.

—Quiero un café negro y otro con leche. Los dos sin azúcar, por favor —pidió de manera seca. Era obvio que estaba juzgando mi actuar tan cariñoso con mi compañero de trabajo siendo que, supuestamente, estaba casada. Alcé la mirada por encima de mi hombro mientras preparaba el pedido y vi a la mujer que lo acompañaba el otro día en el hospital hablando con otra persona. Debía de ser la novia, volví a mirar a Alexander y él aún me miraba con la frente arrugada. Hice lo mismo.

—Hay una rebaja en postres...

—No quiero, gracias —me cortó, sacó el dinero de su billetera y lo dejó sobre el mostrador. Le entregué el pedido y antes de tomarlo, me miró evaluando su debía decirme algo o no.

—¿Me quieres decir algo? —apremié con una sonrisa gentil—. ¡Ah! Te arrepentiste, quieres los pasteles que están en rebaja...

—No —respondió de manera hostil, como si el simple hecho de hablar conmigo le molestara. Si era honesta, me dolió un poco su actitud, pero no podía hacer nada al respecto. Tal vez era bueno que se hiciera una idea falsa de mí, de esa manera lo podía mantener lejos de Mia y de mí. Le di el cambio y sin deponer mi sonrisa lo miré a los ojos.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora