Capítulo XLI

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ALEX

"No quiero decepcionarte, pero estoy atado al infierno. Aunque todo esto es por ti, no quiero ocultarte la verdad."

Demons – Imagine Dragons.

Cuatro meses atrás

Le pedí a Camille que me dejara la mesa más apartada de todo el bullicio que había a esa hora en el bar. Ella no preguntó, hizo lo que le pedí y me trajo una botella de cerveza, que no rechacé, pero también pedí algo más fuerte. Necesitaba como nunca que el alcohol borrara, por un momento, las palabras que el padre de Emily me soltó hace un rato. No lo culpaba, pero me atormentaban de una manera que me hacía hervir la sangre de rabia, pero el odio que estaba estancado dentro de mí no era con John, era conmigo. Cerré los ojos con fuerza y dejé mis manos sobre la nuca ejerciendo una presión hacia abajo, mi mentón tocando el pecho.

Después de diez segundos eché la cabeza hacia atrás e intenté relajar los hombros, pero éstos no se destensaron.

Camille llegó cinco minutos después con una botella del mejor whisky, una cubetera y un vaso. Le di las gracias y ella dejó caer una mano sobre mi hombro con pesar y se alejó. Estaba seguro que se estaba compadeciendo de mí. Ni siquiera lograba comprender la imagen que podía estar proyectando para los demás, pero no me importó.

«...retener una mujer a la fuerza... ¿tu padre no se avergüenza de tener un hijo tan cobarde?»

Cerré los ojos con fuerza una vez más, como si de esa manera pudiera espantar mis demonios internos, pero ellos seguían ahí, susurrando mis propios pecados condenando mi alma al infierno.

Abrí la botella y bebí de la misma. Con un golpe seco la dejé sobre la mesa y busqué entre los bolsillos de mi abrigo los cigarrillos. Cuando los encontré me llevé uno a la boca y vi como temblaban mis manos. Hice caso omiso y di la primera calada cerrando los ojos y cuando lo hice a la única que logré ver entre tanta oscuridad fue a ella. Joder, su sonrisa, mi Em.

Apoyé los codos sobre la mesa y la cabeza en mis manos y mis hombros irreparablemente temblaron. Si alguien me hubiese estado mirando se habría dado cuenta que estaba llorando como un niño, pero ¿qué mierda importaba eso? De un tiempo a esta parte tenía una facilidad asombrosa para llorar.

Lloré cuando ella me dejó.

Lloré cuando me enteré que Mia era mi hija.

Lloré de manera perpetua durante nuestro matrimonio, pero nunca mis lágrimas sirvieron como agente liberador de emociones. El odio no se iba, la rabia no mermaba, el condenado orgullo no se extinguía, todo estaba ahí como un espectador en primera fila viendo a un hijo de puta destrozar su vida y la de ella en pasos sencillos.

Apoyé la espalda en el respaldo de la silla y dejé las manos sobre mis piernas. Respiré profundamente y me sequé las lágrimas con la manga del abrigo y di otra calada de nicotina. Estaba jodido, mirara por donde mirara mi situación, estaba jodido. ¿Hasta qué punto arruiné nuestras vidas?

Me negué tanto a ver todo desde un prisma más sano que acabé por dejarme llevar por las emociones, eso lo sabía. Era consciente que hace mucho tiempo perdí el amor de Emily y no lo supe manejar. No sabía superar esa pérdida.

Me llevé el cigarro a los labios, llené el vaso con el líquido ambarino, y deposité dos cubos de hielo. Miré el vaso mientras dejaba salir el humo de mis labios.

¿Cómo nunca me di cuenta que tenía un control de mierda sobre mis propias acciones?

¿Es que el amor te hace sentir de esa manera?

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora