Capítulo XXXIX

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"Las lágrimas caen por tu rostro, prometo que aprenderé de mis errores..."

Fix you/Coldplay

EMILY

—¿Cómo me dijiste que se prepara ese pastel tan rico? —miré a Callie entornando la mirada. Las dos estábamos en la cocina desayunando. Luke tuvo una urgencia y no quería que se quedara sola. Alex y las niñas estaban en mi habitación.

—¿Para qué me preguntas si de todas formas seré yo la que te prepare el pastel? —sonrió mientras devoraba las galletas de chocolates.

—Eres la mejor, ¿sabes? —dijo con la boca llena, hice un gesto de asco y ella amplió su sonrisa—. Es comprensible que Alex tenga un poco de panza...

—¿Panza? —alcé la mirada y sonreí cuando vi entrar a Alex con Alena en sus brazos. Cal se giró para mirar a mi esposo.

—Tienes panza, Alex —él me miró contrariado y yo sonreí divertida.

—Sigue recogiendo la comida del suelo —puntualicé.

—Si te refieres a la regla de los cinco segundos, entonces vale —Alex apuntó a Callie dándole la razón.

—¿Ves? Alex 1 Em 0 —decía mientras preparaba la leche para Alena.

—¿Dónde está Mia? —pregunté mientras observaba a mi esposo. Apoyé el codo en la mesa y mi cara en la mano y me deleité observando a Alex Cunnington mientras agitaba la mamadera y le hacía morisquetas a Ale y ella alzaba las manitos para tocar el rostro de su padrino. Suspiré.

—En tu cama, durmiendo —Callie me pasó una servilleta y me señaló la barbilla mientras sonreía. Le señalé el dedo medio. Cuando Alex pasó por nuestro lado me dio un beso en la coronilla y a Callie le quitó una galleta y nos dejó solas.

—¡Era la última! —se lamentó.

—En la alacena hay más —se levantó y sacó dos bolsas.

—Ayer hablé con Ian —dejó salir así sin más. Cuando se giró con las dos bolsas de galletas no había rastro de diversión en su rostro. Me miraba como si se estuviera disculpando, pero yo aún no lograba asimilar sus palabras—. No sabía si decirte o no.

—¿Cómo está?

—Bien, él está muy bien de hecho.

—¿Sigue fuera del país?

—Sí. Ian ya no es la persona que tú y yo conocimos —la miré confundida.

—¿Qué quieres decir?

—La vida de nuestro amigo cambió por completo.

—Me estás asustando.

—Cuando se fue tenía una oferta de trabajo muy buena, y él ha superado las expectativas. Le ha ido tan bien que es muy probable que no vuelva a Londres. Tiene todo allá ahora. Hablamos por más de una hora y nunca pude reconocer al Ian de antes.

—Es mi culpa —se sentó a mi lado y me rodeó con los brazos.

—No es tu culpa que él se enamorara de ti, pero creo que tienes razón —dejé caer mi cabeza en su hombro.

—Lo que le hice es imperdonable, me debe odiar.

—Me preguntó por Mia —sonreí—. Le dije que estaba bien y que por sobre todo era una niña feliz y él me respondió que su niña no merecía nada menos que la felicidad.

—Debería intentar ponerme en contacto con él y darle explicaciones.

—Tal vez más adelante.

—Sigue enojado conmigo, ¿verdad?

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora