Capítulo XXXII

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EMILY

Era el sexto bostezo de Alex y yo estaba a pocos segundos de perder la paciencia. Estábamos a minutos de enfrentar a su familia y él actuaba con tanta indiferencia que estaba a punto de estrellarme. Mia iba feliz en su silla especial viendo videos en el celular de Alex. Por el rabillo del ojo observé que él me estaba mirando y me enfoqué en la carretera.

—¿Estás molesta?

—No —dejó caer la cabeza en el asiento y soltó un hondo suspiro.

—¿Quieres que siga manejando yo?

—No.

—Sé que no he dormido nada, pero puedo manejar...

—Te dije que no —frené cuando me dio un rojo y lo miré a través de mis gafas de sol—. Deberías haber dormido un rato.

—Créeme que lo habría hecho, pero tu manera de conducir me espantó el sueño —entorné la mirada. Cuando el semáforo cambió de rojo a verde pisé el acelerador sin pasar cambio y un ruidito extraño se escuchó desde el motor—. ¡Pasa cambio! —exclamó enloquecido de pronto abriendo demasiado los ojos. Los hombres tenían un apego incomprendido con sus autos—. Pobrecito —murmuró acariciando el espacio entre los dos asientos con tanto cariño que me hizo fruncir el ceño.

—Olvidé que no es automático —murmuré.

El día de hablar con los padres de Alex había llegado y a pesar de que solo transcurrieron un par de meses desde que nos casamos ni Marla ni Gabriel sabían la verdad sobre Mia

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El día de hablar con los padres de Alex había llegado y a pesar de que solo transcurrieron un par de meses desde que nos casamos ni Marla ni Gabriel sabían la verdad sobre Mia. Mi familia tampoco, pero decidimos hablar primero con sus padres. Tal vez era más difícil descubrir que de un día para otro tenías una nieta, que saber quién era el padre de mi hija. Dejé escapar un hondo suspiro. Las dos situaciones eran difíciles de digerir.

Era extraño no tener que preocuparme por los gastos de la casa, sino de diseñar los disfraces para la obra de los niños del curso de Mia. Eran treinta niños, aún me faltaba la mitad, pero parte de mi tiempo la dedicaba a eso. Quería ocupar mi tiempo en algo más, quería esforzarme por hacer algo más útil, pero aún no me decidía. Alex siempre insistía en que podía estudiar, tal vez incluso podía perfeccionar mis habilidades con los instrumentos, pero aún no me acostumbraba a la idea de que podía gastar dinero en mí. Aún pensaba que algo muy malo podía ocurrir y que debería preocuparme por ahorrar para el futuro de Mia.

A veces le ayudaba a Callie en el jardín con los niños, otras a mi madre a preparar algún pedido y siempre le ayudaba a Clara con los quehaceres de la casa. Cuando Mili tenía que estudiar le ayudaba a repasar para los exámenes.

E ignoraba el jodido plan que Callie puso en mi cabeza. Dios, había bebido tanto esa noche que tenía la vaga imagen de un beso en mi cabeza, pero no podía ser. Ni siquiera recordaba haber llegado a casa. Aunque Clara me dijo que Alex me preparó un café.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora