Capítulo XXXVII

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EMILY

—¿Otra hija? —preguntó Callie.

—Sí, por una semana tendré una hermanita.

—Mia, no entiendo... —justo cuando estaba hablando apareció Alex sonriendo con un bebé en brazos. Cuando me miró amplió la sonrisa y luego volvió a mirar al bebé. Se me apretó el pecho.

—Abby dijo que te estuvo llamando —dijo aún con la atención en el bebé. Carraspeé.

—El teléfono está en la habitación...

—Quería hablar contigo, estaba tan avergonzada que...

—No entiendo...

—Abby salió de la ciudad, pero no quería llevar a Alena en su viaje.

—¿Alena? —Alex me miró al escucharme tan confundida y alzó una ceja.

—Em, Alena se va a quedar con nosotros por una semana.

—¿Es Alena? —pregunté aún perdida.

—Sí, cariño. Es Ale —dejé escapar un hondo suspiro de alivio y comencé a reír mientras una lágrima escapaba y se deslizaba por mi mejilla. Callie también comenzó a reír.

—Que eres linda, Emi, ¡te emocionas de ver a tu ahijada! —las dos reímos para ocultar que estuvimos a punto de morir infartadas. Me limpié las manos y me acerqué a Alex y a Mia. Alena estaba despierta y cuando me vio hizo un gesto de succión, deslicé un dedo entre los labios y chupó.

—Tiene hambre —cuando miré a Alex estaba concentrado en mí, esbozando una sonrisa sutil, tan sutil que parecía que no estaba realmente ahí. Pero yo lo conocía. Me enjugó la lágrima que se había escapado—. La niña tiene hambre —asintió, me dio un beso en la frente y me entregó a la niña, que, en cuanto dejó los cálidos brazos de su padrino comenzó a llorar. La mecí, pero no dejó de llorar.

—¿Por qué está triste? —preguntó Mia.

—Tiene hambre, cariño —respondí.

—La leche está en la pañalera rosa —indicó Luke.

—No, Abby dijo que la leche estaba en la otra pañalera —estaba tan pendiente de Alena que no noté a Luke y a Mili hasta que hablaron.

—En la verde —murmuró Alex buscando la mamadera. Cuando la encontró me miró dubitativo.

—Debes hacer hervir agua y luego la viertes en un pocillo de vidrio y ahí calientas la mamadera.

—Hervir agua, verter, mamadera. Hervir agua, verter, mamadera...

Después de unos minutos, finalmente Alena estaba tomando la leche.

—Mami, ¿le puedo dar la leche ahora?

—Mañana, cariño. Ya se va a quedar dormida.

—¿En serio? —preguntó Alex, acercándose a nosotras.

—¿Le sucedió algo a Abby?

—No, ellos están bien. Abby y Bill viajaron a la ciudad en la que antes vivían. Tienen que ir a buscar un documento en los registros de la cuidad en la que nació Tommy, pero no es algo sencillo y el pediatra les recomendó que no llevaran a la niña y no tenían con quién dejarla. Los padres de Bill no quisieron, así que les dije que viajaran tranquilos. La niña se queda con nosotros. No te molesta, ¿verdad?

—Claro que no —susurré mirando a Alena, que poco a poco comenzaba a cerrar los ojos. Le entregué la mamadera a Alex, acomodé a Alena sobre mi hombro y froté la espalda. Cuando la niña eructó, todos rieron.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora