Emily
Seis años después
—¡Dos mocaccinos y dos jugos naturales de naranja!
La cafetería estaba abarrotada entre oficinistas y estudiantes que esperaban el inicio de su jornada diaria. Todos los días ocurría lo mismo en el «Englis breakfast», en el verano las primeras mesas en ocuparse eran las que estaban en la terraza, como hoy, por ejemplo.
Los clientes solían ser amables, pero nunca faltaba el amargado que parecía absorber la energía de las personas, pero eso conmigo nunca ocurría. Tenía una reserva extra de energía para enfrentar a los clientes en sus días malos. Era una de las meseras con más experiencia de la cafetería, no podía ser de otra manera después de llevar seis años trabajando a medio tiempo. Conocía cada detalle, incluso, a veces era la cajera.
Toda mi vida me adapté con facilidad a las distintas circunstancias que se iban presentando en el camino y gracias a todos los santos, ángeles y hadas que me rondaban lograba salir airosa de cada obstáculo. Por eso mismo no solo trabajaba en la cafetería, cuando me pedían que confeccionara algún vestido, era modista. Cuando me pedían que cuidara niños, era niñera. Cuando me pedían que cocinara, era una gran chef. Incluso cuando me pedían que hiciera recados, los hacía.
Generalmente era yo quien iba a las casas de los clientes de mi padre a dejar las pinturas que él hacía, también le ayudaba a mamá a repartir los pedidos de pasteles que ella hacía. Todo aquello no podría ser posible sin mi amada «Ángel» mi querida bicicleta verde agua con canasto y ruedas amarillas, eran cinco años de aventuras que me hacían plenamente feliz.
Por lo que sí, era una mujer multifacética. Todo lo hacía en función de un objetivo, ser felices. Tenía un pequeño departamento donde vivíamos sin grandes lujos, nos costaba terminar el mes con dinero en los bolsillos y muchas veces mis padres nos invitaban a almorzar, algo que agradecía emocionada. Me gustaba pensar que era una mujer esforzada, que no podía saborear los grandes manjares de la vida, pero a pesar de todo, éramos felices en nuestro pequeño departamento.
Ian era dueño de un pequeño taller mecánico y gracias a eso podía ayudar a su madre y hermanos. La verdad es que siempre estaba atento a todo, a cada necesidad que podía surgir. Él era mi gran apoyo, sin él tal vez no habría llegado tan lejos en la vida.
Fue un alivio cuando mi turno acabó, dejé el delantal en la trastienda y antes de salir le di un gran beso en la mejilla a mi jefe, él sonrió encantado.
—¡Nos vemos mañana, señor Jones!
—¡Cuídate Emi!
—¡Eso haré! —le quité la cadena a Ángel y juntos emprendimos viaje hasta la casa de mis padres.
Pedaleé con tranquilidad por el bandejón central que conectaba la cafetería con la casa de mis padres mientras sonreía pensando en el dibujo que me esperaba más tarde. Cuando llegué, dejé a Ángel en la cochera y entré como un huracán en la casa.
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No recordé olvidarte
Storie d'amoreLa vida de Emily Evans siempre tuvo un propósito, ser feliz. Incluso cuando llevaba a cuestas un corazón roto y un pasado que pretendía olvidar. Sin embargo, la vida nunca fue justa para Emily, y cuando el pasado se entremezcla con el presente solo...