Epílogo Extra

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Diez meses después

«Eres la vida eterna que muero por vivir.

La lluvia, que se hizo cómplice con las nubes cantó la última canción.

Somos tú y yo bajo una cortina de agua en una danza.

Cautivadora, arrolladora y sagrada.

Como la vida, como mi Emily.»

R.W.

EMILY

Estaba agotada, lo único que necesitaba era dormir veinticuatro horas seguidas. Acababa de terminar un evento que estuvimos preparando por más de cuatro meses y todo salió según lo esperado. Debido a la alta demanda nuestra empresa se vio envuelta en todo un éxito. Ya contábamos con nuestra propia sucursal. Una gran sucursal. Becca seguía siendo mi socia y Lucy era la encargada del área administrativa. Sí, ya contábamos con un numeroso personal y por supuesto que Cian seguía siendo mi representante legal. Ese aspecto no cambió mucho.

Seguía viviendo con Mili, con Mia, los bebés y con la familia de Mimí. Mia y Alex no quisieron regalar a los cachorros, así que se quedaron en la casa. Tres niños, cuatro perros y una empresa hacían de mi vida como menos movidita.

Por otro lado, Callie amplió el jardín infantil finalmente y Luke estaba lidiando con los primeros pasos de Josie. Eran una familia encantadora. Cada vez que Josie veía a Alex le regalaba una sonrisa y se esforzaba por llegar a los brazos de su padrino. Alex tenía una habilidad única con los niños.

Lo sabía porque con Mia y los bebés era perfecto. Esbocé una sonrisa cuando recordé el nacimiento de los bebés. El hombre determinante, el cirujano de renombre, se desmayó.

¿Qué les puedo decir? Una vez más había ganado, desde que supe que estaba embarazada sabía que los bebés serían niños y Alex estaba convencido que serían niñas. Supongo que cuando vio que eran dos niños la felicidad fue tanta, que su organismo no lo aguantó y ¡paf! Se desmayó.

Cuando volvió en sí, se acercó a los bebés y a mí y lloró. Lloró mucho más de lo que yo lloré, creo que las emociones ahora lo tienen un poco colapsado. Después de todo él vivió el embarazo de una manera diferente. Él tuvo todos los síntomas, y ahora era normal que estuviera en esa especie de depresión post parto. La paternidad no era fácil, lo mejor era cuando hacía dormir a los bebés y yo lo compensaba por ser el mejor papá del mundo.

Aún no decidíamos volver a vivir juntos, Alex quería que ambas partes estuvieran completamente seguras para retomar nuestro matrimonio como debía ser. Por ahora, estábamos disfrutando de lo que Ian denominaba como un matrimonio entre novios y muchas veces lo echaba de la casa aludiendo que era demasiado tarde para que el novio de su hermana estuviera aún en la casa.

Ahora estaba parada en la puerta de su departamento, que aún compartía con su padre. Eran pasada las once de la noche y lo más probable es que todos estuvieran dormidos, entendiendo que la mitad de las personas que estaban en ese departamento eran menores de edad. Le envié un mensaje para no tocar el timbre y cuatro segundos después abrió la puerta.

Sonreí divertida porque Alex parecía aún más agotado que yo. Tenía ojeras, las gafas un poco caídas en el puente de la nariz, un pañal de género en el hombro y una mamadera en la mano. Me acerqué y le di un beso.

—¿Cómo estuvo tú día?

—Movido, ¿cómo estuvo el evento?

—Perfecto —nos dirigimos a la habitación, que, por supuesto fue restaurada. Todo el departamento de Alex sufrió un cambio, ya no era el típico inmueble de soltero, del que tanto se jactaba en el pasado. En la habitación había dos cunas, un baúl lleno de juguetes, una alfombra acondicionada y dos muebles cargados con ropa de bebé y un sinfín de productos y medicinas para Liam y Lucas. Ambos estaban dormidos y yo me acerqué para saludarlos.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora