Capítulo XXXI

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ALEX

Hace menos de media hora que Em se quedó dormida. No estaba teniendo una buena noche debido a los dolores, pero gracias a las pastillas no despertó. Se removía de un lado hacia el otro, hasta que encontró una posición cómoda, descansando la cabeza sobre mi pecho.

Mi vida dio un vuelco de ciento ochenta grados desde que creía que conocía a Emily Evans. No desde la fiesta que dieron mis padres aquella noche en Halloween, sino desde la tarde en que la encontré apoyada en el auto de su padre.

Recuerdo que esa tarde pensé que nunca había visto a alguien que sonriera tanto como ella y qué irónico era pensar que esa sonrisa fue lo que me cautivó desde el principio.

Porque era una soberana estupidez negarme ante lo evidente, al menos para mí, que esa sonrisa aún me idiotizaba un poco. La personalidad de Emily tenía el puñetero don de cautivar, de embrujar y seducir y yo caí como un jodido inexperto.

Creí en su dulzura, aposté por su alegría, confié en su jodida sonrisa, pero todo era mentira. Una jodida mentira.

Ella era una maldita traidora, una condenada mentirosa, una perfecta actriz que sabe envolver en el personaje que desarrolla. Y a mí me supo envolver con tanta facilidad, que me avergonzaba.

Miré el techo y luego de unos segundos, cerré los ojos, cabreado por haber sido tan imbécil, tan ciego de no haber visto el puto juego que estaba elaborando Emily. De haber sido tan estúpido, de no haber previsto la trampa por estar ocupado enamorándome de ella.

Ahora podía ver todo con claridad, le podía dar un sentido a las reacciones que muchas veces me pillaron desprevenido.

Porqué se ponía tan nerviosa con Callie, porqué se negaba a hablar del supuesto padre de Mia, porque siempre estaba tan interesada en la vida amorosa de Luke, porqué reaccionó de esa manera tan histérica cuando le propuse matrimonio la primera vez en su habitación, porqué ocultaba tantas cosas. ¡Joder, que idiota había sido!

¡Qué imbécil! ¡Qué ciego!

Había caído tan fácil, me enamoré de manera tan rápida y vehemente. ¡Joder, creí que era la maldita mujer perfecta para mí, pero no era más que una bonita mentirosa!

Me aparté con cuidado y me giré en la cama. Sintiendo un ardor en el pecho, me abracé al cojín y cerré los ojos. La piel de Emily me quemaba, mis dedos aún hormigueaban por tocarla, pero había algo que siempre me detenía. Me jodía imaginar cuántas veces me besó mientras le juraba amor eterno al bastardo de Jenssen.

¡Maldita mentirosa!

Una mentirosa que se vio desenmascarada cuando descubrí que el inoperante de Jenssen siempre estuvo inmerso en nuestra relación. Desde el principio estuvieron juntos y yo no me podía sacar de la cabeza la jodida sonrisa que Emily le regaló cuando aceptó casarse con él.

Al hijo de puta le sonrió, a mí me hizo problemas.

Todo el tiempo me mintió, nunca sintió algo por mí. Estaba tan entregado a nuestra relación, a ella, que nunca quise abrir los ojos y darme cuenta de la realidad porque sabía que, al hacerlo, iba a sufrir como un verdadero idiota. Como de hecho ocurrió. La luz que desprendía Em me encandiló tanto que incluso me encegueció ante lo evidente. Me negué a ver los detalles porque estaba demasiado encaprichado con todo lo que era ella, confié mi jodido corazón en mi Em y ella me traicionó, me engañó desde el principio ¡El hijo de puta de Jenssen me lo dijo cuando ella estuvo hospitalizada! Él se refirió a Emily como su mujer y ella lo negó y, dios, fue tan convincente que le creí. Me dejé embaucar por su sonrisa, por su voz, por sus ojos...

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora