Capítulo XIII

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EMILY

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EMILY

—¿En serio le dijiste que no? —preguntó Callie incrédula. Las dos estábamos en el café en el cual trabajaba. Hace un mes había retomado mi vida con normalidad y Callie me visitaba con frecuencia. Lancé un resoplido cuando le expliqué que Alex me habló de sus sentimientos—. ¿Le dijiste que no sentías lo mismo? —dejé el trapo con el que estaba limpiando el mesón a un lado y suspiré. Apoyé mi cara en las manos y los codos en el mesón. No era necesario que mi amiga me hiciera ver la situación, yo ya sabía que era una idiota consumada. La peor de todas.

—¿Qué querías que hiciera? —repliqué enfadada—. Lo único que he deseado toda mi vida es saltar a sus brazos, pero me da miedo —expuse apesadumbrada.

—¿Por qué?

—Es peligroso —murmuré

—¿Alex es peligroso? —blanqueé los ojos.

—¡La situación es peligrosa! —expliqué—. Me da miedo soltar la lengua, no quiero aferrarme más de lo que ya estamos Mia y yo.

—¿Más de lo que ya están? —negué contrariada. Callie bufó—. Vivió contigo, Emi. Llevaba a su hija al colegio por ti, las cuidaba. Los últimos meses prácticamente la relación que mantenían era de pareja —la miré asustada—. Solo les faltó consumar —añadió esbozando una sonrisa pícara.

—La última noche estuve a punto de... concretar —especifiqué. Callie abrió los ojos y la boca y me lanzó el trapo que estaba usando por la cabeza. Lo esquivé escondiéndome detrás del mesón.

—¡Que descarada! —exclamó. Era una suerte que, a esa hora de la mañana, casi mediodía, el café estuviera vacío—. ¿Lo hicieron?

—¡No!

—¿Entonces? —esta vez le lancé el trapo yo.

—¡Seguí tu maldito consejo de hacerlo sufrir! —Callie soltó una estridente carcajada.

—¿Te sacaste el molesto pijama de polar? —asentí abatida.

—Diablos, sí. Lo esperé en la cama en pose de mujer fatal y...

—¿Resultó?

—El plan era sacarle mentira por verdad...

—Claro, y yo soy la virgen María —ironizó.

—¡Es verdad! —repuse contrariada—, pero en algún momento el plan dio un vuelco...

—¿Comprendiste eso cuando ya le estabas metiendo mano? —la miré apesadumbrada y mi amiga me miró sorprendida—. ¿Le metiste mano? —asentí.

—Él decía cosas, evadía mis preguntas con respecto a Brianne. ¡Me estaba volviendo loca!

—¿Y después de meterse mano mutuamente le dijiste que no sentías nada?

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora