Epílogo

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ALEX

El turno fue horrorosamente largo. No paré en toda la noche y lo peor es que aún el día estaba muy lejos de terminar. Le prometí a Mia que le enseñaría a manejar una bicicleta y ella jamás perdonaba que faltara a una promesa. Diablos, estaba agotado. Sin embargo, cuando crucé el umbral de la casa de Emily reviví un poco. Clara estaba cocinando. Cerré los ojos e inhalé profundamente. Exquisito. Desde que hacía dieta con Emily probé absolutamente nada de lo que ella no pudiera comer. Faltaba una semana para que los bebés nacieran y para que yo volviera a comer de lo que realmente quería.

—¡Hola papá! —Mia me saludó riendo. Estaba despeinada y el vestido estaba manchado con lodo.

—¿Dónde estabas?

—Estaba jugando con los cachorritos de Mimí, ¿te dijo el tío Cian que uno de los cachorritos le orinó el pantalón?

—No, cielo. ¿Dónde está tu madre?

—No sé, estaba bailando con el tío Ian.

—¿Y tú madrina?

—Está en la habitación de mi mami, le está cambiando el pañal a Josie. ¿Cuándo nazcan mis hermanitas también tendré que cambiar el pañal?

—Solo si quieres —contesté sonriendo.

—No quiero ver sus desechos —replicó haciendo una mueca de asco.

—¿Estás lista para aprender a pedalear? —Negó.

—¿Puedo aprender mañana?

—Te amo, princesa —respondí aliviado, podía visualizar mi cama. Ella se acercó para darme un beso y yo la tomé entre mis brazos. Le di un beso sonoro en la mejilla y la dejé en el suelo. Ella corrió hacia los jardines. Cuando entré en la cocina vi a Cian y Ian a un lado de Clara. Fruncí el ceño.

—¿Qué están haciendo? —Los tres se giraron hacia mí sonriendo, yo los miré confundido.

—¿Por qué llegas tan tarde? —Preguntó Lexington.

—Porque estaba trabajando.

—Ayer dijiste que ibas a llegar temprano —insistió Jenssen. Miré a ambos confundido, cualquiera diría que me estaban pidiendo explicaciones como una esposa preocupada, o dos en este caso.

—¿Dónde está Emily? —Pregunté aún algo confundido. Clara se acercó con un vaso con jugo y me lo dio. Le sonreí agradecido y ella me acarició la mejilla.

—¿Tienes hambre, hijo?

—Un poquito, pero...

—Emily no está —me aseguró ella, sabiendo cuáles eran mis intenciones. Mierda, mis ojos realmente brillaron, pero negué. No le podía hacer eso a Em.

—No puedo, Clara.

—Come tranquilo, ella no está —sonrió Cian con la boca llena de lo que fuera que haya cocinado Clara—. Esto está exquisito, Clara —dejó escapar en un gemido de adoración absoluta, me acerqué a la olla.

—¿Qué es? —Pregunté curioso.

—Tu plato favorito.

—No... —repliqué frustrado—. Solo una semana más —murmuré mirando la comida con cariño.

—Quizás los bebés no...

—En una semana.

—¿Y si el parto se retrasa?

—No, una semana —imploré reuniendo toda mi fuerza de voluntad. Necesitaba comer de lo que se me antojara—. ¿Vamos a terminar la casa en el árbol para Mia?

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora