Capítulo V

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EMILY

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EMILY

La relación de Mia y Alex definitivamente no prosperaba, en cambio, nuestra amistad iba de maravillas. Era divertido ver los esfuerzos que él hacía para conquistar el corazón de Mia, pero ella no le hacía la tarea fácil. Aunque, cuando el cirujano se iba del departamento corría emocionada a comer los pasteles que él nos traía con tanto cariño. Me hacía gracia la relación de los dos. Después de todo, no pude mantener a Alexander lejos de mi mundo, no cuando se esforzaba tanto por el cariño de su propia hija, sin saber la verdad.

La relación que mantenía con Brianne seguía igual, aunque según él iba un poco mejor. Muchas veces me pedía que saliéramos los tres para que nos conociéramos con su novia, pero no tenía con quién dejar a Mia. Esa era la excusa que le deba, pero se me revolvía el estómago de solo pensar en compartir con esa mujer.

Esperaba que Alex siguiera creyendo esa excusa por un largo tiempo, porque me negaba rotundamente a compartir tiempo con ella. Eso no significaba que dirigiera algún resentimiento hacia Brianne, no era así, ni siquiera la conocía. Pero no me sentía preparada para ver como él reaccionaba ante los encantos de su novia.

Transcurrieron unos pocos meses desde que él se quedó en nuestro departamento y por más que me esforcé para que la posible mistad entre Ian y Alex iniciara, no resultaba. Pasaban uno del otro cuando coincidían en el departamento, y todo empeoraba cuando Alex intentaba acercarse a Mia, cada intento se veía truncado cuando Ian llegaba. La niña se lanzaba a los brazos de mi amigo y se olvidaba por completo del cirujano. Se me apretaba el corazón cuando veía la desilusión en sus bonitos ojos azules.

Aun así, él no desistía al día siguiente. Se esforzaba tanto.

—La pequeña bruja se hace de rogar —era lo que decía cada día después de haber ser rechazado.

Acabábamos de llegar con Mia de hacer algunas compras y se nos hizo tarde mientras esperábamos algún bus que nos dejara cerca del edificio. Nos sacamos las chaquetas que estaban empapadas por la lluvia. El cielo se estaba cayendo, algo típico de Londres. Mia corrió a encender la televisión y yo encendí la luz, pero nada pasó. La estancia no se iluminó. Fruncí el ceño y miré la ampolleta, tal vez ya no funcionaba.

—¡Mami!

—¿Qué, enana?

—La tele no funciona —asomé la cabeza hacia la sala y la miré aturdida.

—¿Cómo que no funciona?

—No enciende.

—Diablos —encendí la luz de la cocina, pero nada ocurrió—. No hay luz en el departamento —por un momento me invadió el pánico de no haber cancelado la factura, pero entonces recordé que dos días atrás cancelé todas las cuentas.

Salí al pasillo para hablar con algún vecino, entonces supe que en la tarde la energía eléctrica se fue gracias a la terrible tormenta que había. Mia me estaba mirando aterrada desde la puerta del departamento.

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora