Capitulo 4

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Danae

Qué raro, cuando Engla me dijo que tendría una visita importante pensé que me toparía con varias personas, pero todo está silencioso. La verdad no me quejo, me gusta esta repentina tranquilidad, ahora el problema es encontrar la salida entre todas estas puertas.

Bienvenido a nuestro hogar, Alfa.

Escucho voces en el pasillo cercano a donde estoy, tengo que esconderme. Si no estoy mal, solo Engla y otros pocos miembros de la manada saben que estoy aquí y no sería una escena agradable si un chucho me encontrará en lo que denominan su territorio, para ellos una humana en sus dominios es algo ofensivo, sin duda sería un desagradable encuentro para ambos.

¡¿Dónde está la salida?!

Esto parece un laberinto. Si tan solo pudiera...

— ¡Tu!

Me giré abruptamente hacía la voz que gritó a mis espaldas.

— ¡¿Yo, que?!— las palabras abandonaron mi boca con brusquedad, estoy demasiado ocupada como para que un perro me venga a joder. Mi plan de salir no se puede ver interrumpido por nadie en este preciso momento— Quítate de mi camino, perro.

Tiene cara de enojado, no... Peor, tiene cara de un psicópata, un muy sexi psicópata, a decir verdad, el único problema aquí es que se me está acercando más de lo que debería, pareciera que quiere matarme, sus ojos están de un rojo intenso y sus colmillos están empezando a salir. Una muy mala señal.

— ¡ERES UNA HUMANA! —no, fíjate que soy un alíen— ¡UNA MALDITA Y FRÁGIL HUMANA!

Rodé los ojos.

— Ay ¿en serio? —pregunté con sarcasmo— ¿Y qué piensas hacer al respecto?

Me vi obligada a retroceder ya que el hombre que estaba frente a mi avanzaba de manera peligrosa. No soy una cobarde, pero hay ocasiones en las que hasta los valientes tienen que saber cuándo es tiempo de retroceder para correr a casa y este era mi momento, así que como alma perseguida por el diablo corrí, corrí más de lo que alguna vez hubiera imaginado, aunque aparentemente no fue suficiente porque el chucho salto sobre mí, inmovilizándome y logrando que cayéramos al suelo.

— ¡¿Qué te pasa?! ¡Suéltame! —lo golpeaba tratando de quitármelo de encima, perro diablos, de verdad pesaba este mastodonte— ¡AYUDA!

—¡¿QUÉ HACES AQUI, HUMANA?!

Y vuelve con lo de humana, osea si lo soy— al menos físicamente hablando— pero ya está bueno ¿No?

— ¡¿Y A TI QUÉ TE IMPORTA?!— llené mis pulmones con todo el aire que necesitaba para gritar tan fuerte como él lo había hecho segundos antes, gruñéndole en plena cara, miré sus peligrosos ojos por un momento y juro por la Diosa que mi corazón empezó a latir como loco, desvíe mi vista a sus labios y por un segundo me entraron unas inmensas ganas de besarlo. ¿Pero qué me pasa? Yo no soy así. Concéntrate, Danae, este chiflado está mal de la cabeza, debes huir de él, no comértelo con la mirada.

— ¡ESCUCHAME BIEN, HUMANA! ¡TU ME PERTENECES!

¿Qué? Abrí mis ojos por mi descubrimiento, en ese preciso instante todo empezó a encajar como las piezas de un rompecabezas, esto debe ser un error, esto no es posible... Pero está pasando ¿Esto es real? ¿No es una pesadilla? Se supone que alguien como yo no tiene un compañero. Es muy poco probable y tampoco estoy preparada, soy muy joven todavía, no quiero tener una pareja. Me niego rotundamente a aceptarlo.

— Yo no le pertenezco a nadie. No tienes autoridad sobre mí, así que déjame en paz— dije cada una de las palabras lo más tranquila posible, tenía que saber cómo le decía las cosas, si un lobo enojado es malo, uno que está siendo rechazado por su pareja es peor— Y quítate de encima, tus huesos me están quitando la respiración— gruñó en respuesta y sus ojos me miraron amenazantes nuevamente.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora