Capitulo 41

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Danae

El lobo feroz corría a una velocidad increíblemente rápida hacía mí, yo me quite de la entrada principal de la casa, esa posición obstaculizaba mi próxima huida. Corrí aún con las nauseas golpeando mi garganta, mis piernas funcionaban a toda máquina, tomando rumbo hacía el bosque nuevamente. Mis pies esquivaban los troncos y rocas que estorbaban mi camino, desplazándome con agilidad entre los enormes árboles. Kellan me seguía de cerca, sus pisadas me lo decían. Sabrá Dios que querrá hacerme cuando me alcance. ¿Por qué le llamé? Eso fue una estupidez. No quiere verme ni en pintura, dijo que iba a matarme y ¿Si eso es lo que quiere? Matarme para acabar lo que no comenzó. ¡Es una locura! ¡Yo estoy loca! Me detengo por la necesidad de respirar, mis pulmones ya ardían. No escucho las pisadas del lobo por lo que me giro, pero no lo veo. ¿A dónde se ha ido?.

Un suspiro de alivio me atraviesa, toco mi pecho para calmar mis pulsaciones y por alguna razón una sensación de cansancio me acaricia el cuerpo. Me obligo a sentarme en el suelo de tierra húmeda para darle un descanso a mis piernas.

¿Qué mierda me pasa? Nunca me había cansado tan rápido ¿Estaré enfermando o es que ya estoy envejeciendo? Una risa se me escapa ante la absurda pregunta de mi cabeza. ¿Envejecer a los veinticinco? Por favor, todavía estoy muy joven.

— ¿Qué te causa tanta gracia?— mi cuerpo se tensa y automáticamente mi risa cesa. Solo me concentro en el hombre que tengo en frente— ¿Visitando a la familia, Danae? ¿Qué tal se siente volver a casa?.

— León— mis labios acarician su nombre y mis ojos lo miran expectantes. Estoy indefensa, sentada en el suelo, podría atacarme, matarme si desea— ¿Pensé que...

— ¿Qué te dejaría ir?— me interrumpió, haciendo él la pregunta— No, no es mi estilo dejar escapar a mi presa— León se agachó hasta estar a mi altura. Su fría mirada me inquietaba, ya no tenía aquellos ojos cálidos, ahora una gran neblina los cubría— ¿La humana se ha intimidado? Por primera vez desde que te conozco bajas la cabeza, por fin reconoces quien es la especie dominante aquí.

Fruncí mis labios antes sus palabras ¿Quién mierda se cree?— Tu presa se perdió en el bosque. El lobo no supo como mantenerla en sus garras y, aún así, se proclama cazador— acerqué mi rostro al suyo hasta que nuestras miradas se encontraron— ¿Qué se siente que la humana débil que creías que tenias haya sido una cazadora mata lobos? ¿Qué se siente tener a una puta en tu cama y al verla no encontrarme? ¿Qué se siente perder algo que tu gritabas a los cuatro vientos que era tuyo?.

El lobo me brincó encima, descargando todo su peso sobre mí— No te confundas, Danae...— gruñó mostrando los caninos que empezaban a relucir en su boca— Ya no siento nada por ti, tu traición se encargó de borrarlo todo— su cuerpo se inclinaba mucho más hacía el mío, sus manos en mi cuello y sus piernas alrededor de mi cuerpo solo me hacían desearlo.

— ¿Mi traición? No me hagas reír— dije mientras paseaba descaradamente mi mano por su pecho desnudo— ¿Dices que no sientes nada por mí? Entonces ¿Por qué cuando veo tus ojos solo veo un ardiente deseo en ellos al igual que en los míos? ¿Por qué cuando paso mis dedos por tu pecho te estremeces? Respóndame, alfa.

Podía notar como su manzana de Adán subía y bajaba. Una vista muy tentativa para mi razón.

— No te deseo.

— ¿No?— pregunté con una voz llena de picardía ¿Diosa, Qué me pasa?— Porque tu mirada me dice que quieres desnudarme y hacerme tuya una vez más, en este bosque y justo ahora.

— Cállate, Danae— gruñó como un animal salvaje, endureciendo los músculos de su mandíbula. Su mirada estaba llena de una imponente y abrumadora oscuridad que ni yo misma podía descifrar— Porque quiero hacerte daño. Mucho daño.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora