Capitulo 52

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Danae

Alcancé mi punto de quiebre, liberando lo que estuvo sellado por muchos años, la magia se sentía en cada uno de mis poros, la paz se había ido y solo tenía unas enormes ganas de hacer lo que me plazca. Esas viejas brujas cometieron el error de meterse con mi familia y ahora lo pagarán; miré de lejos a mi lobito, estaba inquieto, se movía de un lado a otro y chillaba en cortos momentos. Quisiera ir con él, pero no puedo todavía.

Sadira y las demás tenían su atención en mí. Las muy ingenuas piensan que pueden usarme como medio para conseguir lo que desean y están muy equivocadas si piensan que será tan fácil. Al final del día las antiguas caerán y está vez será para siempre.

— Bricia— la llamé una vez más, cubriéndola con mi cuerpo para que ninguna atentara contra ella— Has lo que te dije, búscalas. Necesitamos toda la ayuda posible— Lobito, por favor, ve con ella— el imponente lobo negro alzó la cabeza— Eres el único en quien confío para que llegue sin ningún problema— Kellan hizo un asentimiento para luego ponerse en marcha junto con Bricia— Ahora, es su turno.

Irina rió con fuerza.

— No puedes hacerles daño, recuerda que en lo profundo todavía están tus amigas. Se irán a la tumba junto con ellas.

— Puedo lastimarlas un poco— dije apreciando mis uñas, que ahora eran mucho más largas y afiladas— No creo que algunos huesos rotos sean problema.

Todas se pusieron serías, volviendo a atacarme con sus poderes de sombras. No era nada fácil llegar hasta ellas, sin embargo, en una oportunidad que se me presentó pude acercarme lo suficiente para lanzarle un hechizo a Esmeray que la hizo caer al suelo y retorcerse de dolor. Sus huesos crujían cada vez que uno nuevo se partía y ella no podía hacer nada más que gritar blasfemias mezcladas con sus gritos de agonía. Sus otras hermanas me mirados con ojos llenos de furia y en un intento por hacerme daño le dieron a uno de los arboles, haciendo que este se marchitara hasta pudrirse.

— ¿Es suficiente dolor para usted, mi señora?— pregunté, inclinándome ante ella— ¿Prefieres mucho más?— giré mi mano, haciendo que su cuerpo girara, quedando boca abajo, sus puños se apretaban con fuerza y sus gritos iban en aumento. Disfrutaba con su sufrimiento, era tan placentero que quería disfrutar más de ellos— Ya no es tan divertido poseer un cuerpo mortal ¿Verdad?— me agaché para verla más de cerca. De su boca brotaba sangre, seguramente sus órganos estaban reventando, pero no permitiría que muera. La mantendría viva solo porque de eso depende la vida de mi prima— ¿Qué pensaban? ¿Llegar y tomar todo así de fácil? Lamento mucho que malgastaran su tiempo pensando en esa idea tan estúpida. No permitiré que lastimen a las personas que amo— susurré en su oído. Irina y las otras golpeaban con fuerza la barrera que había levantado a nuestro alrededor— Pude haberlas dejado hacer lo que quisiesen si eso no me afectara. Pero seamos realistas, serían un estorbo para mí en algún momento.

— Suelta a nuestra hermana, maldita— gritaron las brujas desde el otro lado, sus voces se escuchaban lejanas por la separación que había creado entre nosotras— Mataré tu alma cuando salgas y contigo, al engendro que llevas adentro de ti— curvé mis labios y suspirando me levanté del suelo.

Mis manos se pusieron negras, primero empezó en la punta de mis dedos como anteriormente lo hicieron, aunque esta vez se extendió por mis manos hasta llegar a mis muñeca, para después subir por mis brazos. Mis venas se tiñeron de negro, viéndose con facilidad a través de mi piel blanquecina; salí y les regalé la sonrisa más amarga que alguna vez di en mi vida. Respiré con fuerza, el aire frío quemaba mis pulmones y mis piernas iban a una sola dirección: Ellas.

— ¿Quién se creen para amenazarme?— mis dedos cosquilleaban— Pueden tener muchos siglos en esta tierra, pueden ser incluso tan viejas como el mismo tiempo, pero no me conocen, no saben quien soy, no saben de lo que soy capaz de hacer para cuidar a los míos y, ¿Ustedes se atreven a amenazarme?— Solté con gracia. Sentía mi magia alterada, golpeaba dentro de mí, añoraba salir— No saben cuanto deseo descargar toda la rabia y el sufrimiento que he reprimido todos estos años. Yo soy Danae Moore, nieta de Deimos y una bruja del caos que no volverá a rechazar ni a esconderse de nadie; se acabó la niña tonta que evitaba dañar a los demás— mis manos brillaban por la magia que estaba liberando; se desplazaba entre mis dedos con un bello color rojizo oscuro— Desde ahora acabaré con cualquier amenaza, y ustedes, ancianas... están siendo una justo ahora.

Ese humo salió con fuerza de mis manos, golpeando con fuerza el pecho de las antiguas y mandándolas a volar, quebrando unos cuantos arboles en el intento; giré solo para encontrarme a los lobos de la manada de León que miraban con asombro todo lo que sucedía. Claramente levante un escudo para evitar que ellos resultaran lastimados.

— Te agradezco tu ayuda, Draven— el sarcasmo era latente en mi voz. Él solo alzó sus hombros, sentado en una piedra junto con sus cuervos.

— Me dijiste que no interviniera.

Alcé mis cejas.

— ¿Esa se supone que es una excusa? Porque lo que en realidad te pedí fue que no las lastimaras.

— Exacto— exclamó acomodándose aún más— Si estuviera ahí, ya hubiera acabado con el cuerpo de Engla y el de tu prima para que ellas salieran. No me interesan los asuntos de mortales, ya te lo he dicho; acabaría con el problema sin importarme a quién me lleve por estar en mi camino.

— ¿Tienes corazón acaso?.

Mis ojos lo miraron con disgusto y la pregunta solo salió por si sola de mis labios. Dije lo que pensaba.

Él sonrió, mostrándome su dentadura.

— ¿Acaso tu lo tienes, niña? Porque ahora pareciera que el infierno se desató dentro de ti, y no me parece menos, 17 años de tu vida sin poder usar tus poderes. Niña aguantaste demasiado.

Iba a contestarle, pero antes de que lo hiciera, las uñas de Irina se enterraron en mi piel.

— No te distraigas en una pelea, brujita— susurró con sonría en mi oído, enterrando sus garras aún más profundo en mi costado.

— No lo estaba haciendo— exclamé soltando un jadeo— Y para hacerte franca, no me agradan las manos de una mujer en mi cuerpo— empujé bruscamente mi cuerpo para liberarme de su agarre— ¿Qué pasó con el demonio? ¿No era su cómplice?.

— Él ya cumplió con su parte del trato. No tiene nada que hacer aquí— yo asentí, sacando mi daga y enterrándola con rapidez en su pecho.

— ¡Ah! ¡¿Qué me hiciste?!.

— Lo siento, cortesía de un viejo conocido. La daga está hechizada— miré  a su pecho sangrante— Solo te devuelvo el favor. Eso dejara una marca permanente, lo siento.

— Te voy a...

Sus palabras quedaron en el aire cuando Esmeray apareció con una mirada furiosa dirigida hacía mí.

— Apártate, Irina— ordenó con sequedad, su voz era profunda, pero sin perder ese toque seductor que les caracterizaba— Te haré sufrir, Danae. ¿Qué te parece si maldigo este cuerpo? Puedo salir cuando me plazca después de todo.

Analizaba mis próximas palabras. Si la retaba, sería capaz de hacerlo y si no lo hacía podría hacerlo también al darse cuenta de que sus palabras me han afectado.

— Hazlo, pero en cuanto salgas, te quemaré con mi fuego.

Las dos permanecimos en silencio, esperando la actitud que tomaría la otra. No era tonta, si atacaba ella fácilmente podría maldecirla como dijo y salir y si ella lo hacía, la quemaría y moriría.

— ¡Danae, hemos llegado!.

Gritó la voz tan conocida de Bricia.

Por fin, esto de no atacarlas se me está complicando.

Por fin, esto de no atacarlas se me está complicando

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