Capitulo 38

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Danae

Al cruzar el umbral de la puerta descubrí que no estaba tan cerca como pensé de la casa de León. Era un sótano, si, pero de otra cabaña. La manada estaba solitaria, no había ni una sola alma en las calles, todo estaba en silencio, un silencio perturbador que alteraba mis nervios. Mientras caminaba solo pude ver algunos hombres convertidos en bestias patrullando las calles. Agradecí a los dioses que no se pusieran en contra de mí, sería un pequeño problema más que añadir a mi larga lista de altercados.

Tomé el sendero de piedra ya tan conocido que daba a la cabaña que compartía con el lobo. Mis ropas eran las mismas que llevaba en la celebración, mi vestido estaba casi inservible y mis pies más sucios no podían estar. Empujé la puerta, estaba cerrada, toqué pero nadie abrió, por lo que concluí que no había nadie, con mi magia abrí la cerradura e ingresé. La casa estaba impregnada con el olor del lobo y el mío, todo lucia igual que la última vez que estuve aquí. Subí rápidamente las escaleras de madera pulida; quería tomar un baño antes de hablar con él o incluso antes de que llegara. Me acerqué al armario y tomé de mis cosas una blusa de tirantes verdes y unos jeans ajustados negros, me metí a la ducha y me bañé con rapidez, tratando de eliminar todo la suciedad posible, cuando ya estuve limpia y vestida salí de allí, llevándome conmigo un bolso con las pocas cosas que había traído.

No sabía donde buscarlos, ni siquiera tengo alguna idea de donde puedan estar, no hay ningún lobo a la vista al cual preguntarle. Camino sin un rumbo definido, recorriendo toda la manada; el sol cada vez se aprecia menos en la inmensidad del cielo ¿Qué hora es? Debí fijarme antes de salir de la casa. Los chicos que buscó Kira tampoco han aparecidos, si lo hubieran hecho, habría un alboroto nuevamente. Otros cazadores invadiendo territorio de lobos. Una sonrisa se me escapa al imaginar la escena, esta gente ya obtuvo suficiente drama por un tiempo.

— ¿Luna?— detuve la voz en mi cabeza, girando mi rostro inexpresivo a un costado— ¿Qué hace usted aquí? El alfa no a autorizado su salida. Él estará furioso si la ve.

Miré con detenimiento al chico, se veía a simple vista que era un lobo joven y sin experiencia, quizás de unos 15 años de edad— ¿Sabes dónde está?— pregunté sin mucho rodeo.

El chico asintió— Está reunido con los ancianos. Luna, debe irse— se apresuró a decirme, jalando de mi brazo hasta llegar a la esquina de una de las casas— El alfa está fuera de si. Justo ahora está discutiendo con el consejo su situación, nadie sabe cual será la sentencia que le será impuesta. Debe irse cuanto antes.

Las palabras del chico no me intimidaron, tenía un plan trazado en mi cabeza desde hace ya algunas horas. Hablaría con el lobo costara lo que costara— ¿Dónde están reunidos? Necesito hablar con él.

La duda atravesó sus ojos un momento y con un suspiro me indico el sitio, siendo él mismo el que me escoltó has allí.

— Aquí es, luna. Él alfa está adentro— yo asentí en respuesta.

— Gracias.

Liberé el aire que tenía retenido, mi corazón cada vez se aceleraba más y mis piernas vacilaban al caminar. Podía escuchar voces que provenían desde adentro de la propiedad, y si yo los escuchaba, ellos también podían hacerlo; miré la puerta, esta estaba entreabierta, por lo que entrar no fue complicado, avancé por el pasillo, siguiendo las voces hasta dar con una puerta, tomé el pomo entre mis dedos y abrí, encontrando a León siendo sujetado por los anciano que había conocido semanas atrás.

— ¡Tú! ¡¿Cómo te atreves a mostrarte frente a mí?!— temblé ante su imponente voz, sus dientes estaban presionados e incontables gruñidos brotaban desde lo más profundo de su pecho.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora