Capitulo 48

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Danae

El piso de rocas rojizas me dio la bienvenida, volcanes de lava hacían erupción constantemente y gritos de agonía retumbaban en mis tímpanos. Engla apretaba con fuerza mi brazo, llegó justo después de que yo cruzara, sus ojos marrones se concentraban en todo lo que nos rodeaba y sus labios permanecían en una línea recta. El calor era tan insoportable que empezaba a sudar, aparecimos en un bosque seco, las ramas sin hojas vivas crujían y caían al suelo partiéndose en miles de pequeños pedazos, la tierra era árida y quebradiza. Ambas contemplamos nuestras opciones, no habían caminos y lo mejor que podíamos hacer era seguir adelante, así que nos seguimos por un pequeño camino de rocas que conducía a algún sitio desconocido.

— ¿Dónde estarán los otros?— la miré por un momento mientras caminábamos, suspirando y manteniendo la calma por ella.

— Seguramente aparecieron en otra parte del infierno. No te preocupes, ya los encontraremos.

— Eso espero.

Detuve mi andar al escuchar una voz a lo lejos, y al perecer Engla también la escuchó, porque me miró espantada, acerqué una de mis manos a mi cintura, dejando a la vista la daga de plata que siempre me acompañaba— no serviría de gran cosa, pero al menos nos daría oportunidad— después de lo que parecía una eternidad, seguimos caminando, pero esa voz volvió a aparecer.

— ¡Hija, ayúdame!— la piel de nuestros brazos se nos puso de gallina al escuchar esa voz desconocida mucho más cerca— Engla, mi pequeña bruja, soy mamá.

Mi compañera frunció los labios y me miró, apretando aún más su agarre.

— No hables— moví los labios para que leyera lo que le estaba diciendo. Si hablaba, lo que fuera esa cosa seguiría el juego.

Hija, lamento mucho el pasado, pero ahora tu padre no está con nosotros. Podremos vivir tu y yo juntas— volvió a hablas aún más cerca. A este punto yo ya tenía mi daga preparada para cualquier cosa— ¿No me darás un abrazo?.

Con tan solo un pequeño pestañeo, esa cosa ya estaba parada a unos cuantos metro de nosotras, a simple vista era una mujer como cualquier otra, su cabello era castaño al igual que el de Engla y sus ojos tenían un brillo extraño, podría decir que aterrador.

— Lamento tanto lo que te hice mi pequeña...— Trató de acercarse, pero al mirarme se detuvo y su cara de fingido miedo era memorable. Toda una artista de cine— Esa mujer, esa mujer es engañosa— sus ojos buscaban los de mi amiga— Te matará apenas pueda, tienes que alejarte de ella y venir conmigo y con... tu hermano.

Yo sostenía a Engla del brazo y esa mujer solo miraba a ese lugar con molestia, se podía notar en sus ojos lo irritada que estaba. Yo achiqué los míos.

— Nos estamos retrasando.

Como último recurso traté de ignorarlos, jalando del brazo de ella para que reaccionara.

— ¡Suelta a mi hija, maldita mestiza!— el veneno en su voz se podía notar sin esfuerzo. No le hice caso, ni siquiera la miré, solo seguí caminado— Mi pequeña, nuestro secreto ¿Lo recuerdas? Aquello que hacíamos cada vez que estábamos solas. Tenías miedo de que tu padre descubriera a tu mascota y la asesinara como a las otras.

No le hagas caso, está jugando con tu mente.

¡Cállate!— gritó llena de cólera.

— ¿Ma-mamá? ¿En serio eres tu?— preguntó con ingenuidad, soltando el agarre en mi brazo y caminando un paso hacía el frente.

Ven aquí.

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