Capitulo 34

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Danae

— ¡¿León, te has vuelto vampiro y no me contaste?!

Formulé la pregunta con una sonrisa reprimida, el lobo feroz se a pasado los últimos días encerrado en su oficina, rodeado de pura oscuridad. Las gruesas capaz de tela que cubren las ventanas han estado cerradas, dejando toda la habitación en tinieblas y, aunque la tenue luz que hay aquí no es suficiente para verlo, los gruñidos profundos y lastimeros me revelan su ubicación.

— No estoy para tus bromas, humana.

— No me gruñas. Creía que los lobos eran criaturas civilizadas.

— No todos— dijo cortante.

Me acerqué a la ventana sin vacilar y abrí las cortinas, dejando entrar la cálida luz natural.

— ¿Por qué las abriste?.

— No es sano que estés a oscuras— encogí mis hombros— Además, me gusta ver este lado tuyo, lobito.

Dirigí mis pasos a la silla ejecutiva en la que estaba sentado León, colocandome atrás de esta. Hoy está amargado, se nota por la tensión que tienen sus músculos, su brazo está tapando su rostro y sus dedos sostienen un vaso con alguna clase de bebida alcohólica.

— Estás tenso, guapo.

Coloqué mis manos alrededor de sus hombros, empezando a presionar esa zona, formando ligeros masajes para que se relajara.

— ¿Qué estás planeando?— su voz era gruesa, áspera y ronca. Tanta gratificación me causo escucharlo que un cosquilleo recorrió mi cuerpo y la humedad se empezó a firmar en medio de mis pierna— Tu olor es malditamente atrayente.

— ¿Si?.

— Si.

Bajé mis labios a su cuello para atacarlo con fuerza. Recorría la zona con ímpetu, dejando besos húmedos a lo largo de este.

— Danae...

— Silencio, lobito. Estoy ocupada— mis manos fueron bajando cada vez más, dejando sus hombros, acariciando su cuello, delineando sus fuertes brazos, jugando con su camisa entreabierta, hasta llegar al inicio de su pantalón.

— ¿Qué haces, Danae?.

— Lo que querías que hiciera desde el principio ¿O no?. Si quieres me detengo y...

Paré abruptamente mis movimientos, ganándome un gruñido de reproche.

— Quiero palabras, lobito. No hablo idioma cavernícola.

— No-no te detengas, por favor.

Sonreí para mis adentros guiando mi mano a la hebilla de su pantalón, continuando así mi recorrido. Tanteé el largo de sus muslos, apoyando la palma de mis manos en sus rodillas, hasta terminar rozando "accidentalmente" su entrepierna. Es divertido ver como el lobito pierde el juicio con cada toque.

— Danae— las palabras ya no salían como tales. Mi nombre apenas era entendible por lo apretados que estaban sus dientes— Si continuas, no podré...— me posicione al frente, interrumpiendo lo que tuviera que decir, y aproveché su mirada perdida para sentarme a horcajadas sobre él. Su bulto estaba presente, se podía notar con facilidad, preso en sus pantalones, rogando por liberarse; mi tacto sin poder evitarlo tocó esa zona, acariciando su circunferencia en leves movimientos que le sacaban pequeños jadeos. Sus ojos estaban fijos en mí, el negro se había ido para darle protagonismo al rojo sangre que tanto desconcertaba a mi cuerpo.

— ¿Sabes lo que quiero, Kellan?— me acerqué a su oído, rozándolo un poco con mis labios. Sus manos que estaban en los costados de la silla tomaron posesivamente mis caderas, haciendo presión hacía abajo, justo entre sus piernas— Eres tu el que está ahora ¿No es así? O ¿León también está?.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora