Capitulo 44

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Danae

Ambos descansábamos en la cama, disfrutando de la cercanía del otro. León no a querido soltar mi cadera desde que terminamos nuestro encuentro y a intentado una o dos veces volverlo a hacer.

— Te extrañe, mi luna.

La cabeza de León descansaba sobre mi pecho, lo cual agradezco porque no pudo ver la sonrisa de enamorada que tenía.

— ¿Ahora me extrañas, pulgoso? Pensé que me odiabas— el lobo quería despegar su cabeza de mi pecho, pero yo lo mantuve ahí con algo de fuerza— No sé por qué aún te doy oportunidades, la última vez que me echaste de tu vida te advertí que si volvía a suceder no te permitiría acercarte— mis manos acariciaban su cabello, despeinando su pelo al mismo tiempo— Sin embargo, supongo que ya no puedo alejarme mucho de ti.

Sentí como se subía encima de mi y retiraba la sabana de mi pecho, descubriendo uno de mis pezones y mordiéndolo con algo de fuerza mientras con sus dedos acariciaba el otro, robándome un jadeo por la fuerza que aplicó en la mordida.

— Lobito, estoy cansada. Tu hijo me deja pocas energías y tu las estás terminando de agotar, si no te detienes colapsare.

El gran alfa gruñó en protesta, aún sin detenerse. Sus manos bajaron hasta encontrar mi centro, separando mis pliegues y sumergiendo uno de sus dedos en mi interior, haciéndome curvar la espalda.

— Si colapsas yo estaré aquí para cuidarte. He estado un mes entero sin sentir a mi mujer y ahora que la tengo de vuelta, quiero hacerla sentir bien de todas las maneras posibles— sus ojos ya no eran negros, sino el rojo del lobo. Eran Kellan y León al mismo tiempo, ambos estaban presentes.

Mi mente fue corrompida por el placer, de mi boca no salían nada más que gemidos, mi pecho subía y bajaba apresurado y la sensación de sus dedos curvándose adentro de mí no ayudaba mucho a concentrarme. Sus golpes eran más profundos y precisos, sabían justo en dónde tocar.

— ¿Danae, mujer que no me oyes?— la puerta se abrió, había escuchado a Matthew hablar a lo largo del pasillo, pero no pensé que abriera la puerta. León le lanzó una mirada asesina, cubriéndome rápidamente con la sabana y mi primo por su parte cerró la puerta sin decir nada.

— Mataré a ese imbécil por mirar lo que es mío.

— Adelante— me levanté de la cama arrastrando conmigo la sabana hasta llegar al baño. Ni loca dejaba que el lobo me viera desnuda, estoy demasiado cansada para otra ronda y si mi primo vino es porque algo pasó.

León me ayudó a llegar a la sala porque no podía caminar bien, pero en cuanto llegué hice que me soltara.

— ¿Y bien?— miré a mi primo interrogante, esperando que dijera algo— ¿Qué querías decirme, Matthew?.

Me senté en el sofa junto con León, el cual nunca soltó mi mano y soltaba gruñidos bajos dirigidos hacía Matthew,  seguramente marcando territorio.

— Los encontramos.

Mi corazón empezó a latir rápidamente. Por fin los encontraron, por fin esto iba a acabar.

— ¿Vivos?— pregunté esperanzada, la cara de Matthew no reflejaba nada, no tenía manera de saber que pensaba.

Negó y mis esperanzas cayeron al suelo— Encontramos nada más a dos niños con vida, el resto estaban muertos.

— ¿Cuántos cuerpos habían?.

— Diez, pero algunos les faltan partes de su cuerpo, su piel tenía un color grisáceo y encontramos sobre ellos una clase de baba negra espesa. La zona estaba llena de residuos de velas negras y rojas, no encontramos a nadie.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora