Capitulo 45

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Danae

Estos dos días han sido difíciles para mí, tener que obligarme a asimilar que no podré participar en la misión por el bienestar de mi bebé ha sido más complicado de lo que pensé, ver a los chicos tomar riesgos no es divertido, me llena de incertidumbre no poder ir con ellos y ayudarlos, los malestares disminuyen y eso lo agradezco, no me imagino caminar siempre con ganas de vomitar o con un eterno cansancio en el cuerpo. Uno de los cazadores llegó herido ayer, según lo que me contaron, el chico fue atraído por un wendigo, cuando los otros se dieron cuenta de esto ya prácticamente la bestia lo tenía en sus fauces, al ellos acercarse solo empeoró todo. El lugar estaba rodeado de maldiciones que inmovilizaron a todos, por suerte Bricia y Julieta estaban ahí.

El lobo me ha visitado lleno de interrogantes que tuve que ignorar, porque sabía que si le contaba, no sé atrevería a dejarme sola o incluso me llevaría a la manada. Nuestra relación es algo complicada, el lobito me ha pedido perdón de todas las maneras posibles desde que estuvimos juntos y me ha pedido poder estar más tiempo con nosotros, cada vez que habla con nuestro pequeño se me llena el pecho de alegría y cada vez que sus ojos llenos de emociones me ven, me siento como la mujer más hermosa y completa del mundo. Estaba convencido de que será un niño y sinceramente ya me había cansado de contradecirlo. Ayer, antes de que ocurriera lo de mis primos, quisimos quitarnos la duda, así que fuimos al médico de la manada para hacer una revisión, me hicieron unas cuantas preguntas y me hizo un chequeo general, también intentamos ver nuevamente el sexo del bebé, porque en la ocasión anterior no sé dejó ver y después de batallar por un buen rato, mi bebé se volteó, revelándonos que era un pequeño varoncito. No podría ni describirles con palabras como reaccionó León en ese momento, el hombre estaba que pegaba el grito al cielo y en todo el camino de regreso me dejó en claro que su intuición no fallaba.

Hoy solo quería quedarme en casa y cocinar, a mi abuela y a mi se nos ocurrió la idea de hornear un pastel de chocolate, hace mucho que no teníamos un día para nosotras así que aprovechamos que no había nadie en casa. Hicimos la masa, la mezclamos y cuando estuvo lista, echamos la mezcla en los moldes y lo metimos al horno.

— ¿Crees que quede bien?— me senté porque los pies me estaban matando.

— Contigo en la cocina quizás hasta se queme— fruncí mis labios y crucé mis brazos en señal de protesta. No soy tan mala cocinera— Estoy bromeando, niña— soltó un risa gutural— Por lo que noto en ti, mi futuro bisnieto será un cascarrabias como su padre, aunque tu no eres muy alegre que digamos. Tendrá un carácter fuerte.

Suspiré con fuerza. Yaya tenía toda la razón.

— Ni lo menciones. Todavía estoy asimilando que será un niño.

— Será tan celoso como su padre, no podrás quitártelo de encima. El padre de Matthew y Julieta era igual, cuando tu abuelo no estaba, él y tu madre se encargaban de protegerme, aún si no había peligro, estaban atentos a todo— mi abuela siempre hablaba enorgullecida de sus hijos, pero siembre un aire de tristeza aparecía con ello. Sus hijos murieron y su esposo también, solo quedaba ella y sus nietos. Yaya siempre se ha mantenido fuerte como un roble, ella es la que nos mantiene unidos, es la que sostiene nuestros cimientos— Después cuando llegaron tus demás tíos se relajaron un poco.

— ¿Yaya, por qué quisiste tener tantos hijos? ¿Nunca te arrepentiste de que fueran mestizos?.

— Danae, todos tenemos sangre corriendo por nuestras venas, no importa si es sangre pura o sangre mestiza, solo los ignorantes y los cobardes se fijan en eso— Expresó con seriedad y a la vez con sinceridad— Y contestando a la primera pregunta, tu abuelo y yo éramos jóvenes en ese tiempo, él soñaba con tener la familia que nunca tuvo y yo soñaba con tener mis propios cachorros con mi pareja destinada, así que solo se dio y cuando quisimos darnos cuenta, ya teníamos a seis niños corriendo por nuestra casa. Ahí fue cuando tu abuelo tomó la decisión de fundar el pueblo y el cuartel. Quería mantenernos seguros, por eso se unió a la orden y empezó a hacer tratados con las demás especies para que no hubieran conflictos con los humanos, sin embargo eso nunca fue suficiente— Desvió la mirada y supe que era mejor dejar el tema por el bien de mi abuela.

— ¿Ya está listo el pastel, Yaya? Llevamos un buen rato hablando.

— Creo que sí. Será mejor sacarlo antes de que comamos cenizas de chocolate— Ambas olisqueamos el aire inundado con el exquisito aroma al pastel, casi podía saborearlo.

Al sacar el pastel el olor se intensificó, caminé hasta el refrigerador y saqué un envase con fresas para decorarlo cuando se enfriara un poco. En eso sentí el aroma de León en el aire, así que caminé hasta abrir la puerta y efectivamente el lobo se disponía apenas a tocar el tiemble.

León alzó sus cejas con sorpresa— ¿Cómo sabías que estaba aquí?.

— No sabía que estabas aquí, tonto, solo quería tomar aire fresco. Allá adentro hace calor— y no mentía, el horno calentaba toda la cocina.

El lobito olisqueó el aire y sus ojos me miraron iluminados.

— No te pienso dar— declaré sabiendo lo que iba a pedir— Lo horneé para mí.

— Vamos mi luna, solo una pequeña prueba. Nunca he probado algo que hayas cocinado— me tomó de las caderas, pegándome a él y metiendo su cabeza en el hueco de mi cuello— Quiero saber que tan buena es mi mujer— retrocedí hasta estar dentro de la casa y cerrar la puerta. Pegué su cuerpo a la madera, y acerqué su rostro al mío, capturando su labio inferior con mis dientes.

— ¿Todavía no lo sabes, cariño? Porque si mal no recuerdo, hace tres días estuve entre tus labios y tus expresiones no eran para nada desagradables— dije mientras paseaba mi mano por su pecho hasta detenerme en su nuca.

— Danae, no me provoques— su voz salió hostil y distorsionada. Ya no era León, eso era claro.

— Lobito, te habías tardado en aparecer.

— Lo siento mucho, mi luna, pero el humano teme que te lastime si me cede el control— sus ojos decayeron mientras se excusaba. Se veía tan tierno.

— ¿Por qué piensa eso, lobito?— pregunté dejando besos en su cuello, tal cual lo había hecho él anteriormente.

— Porque aún no te he marcado, y teme que me deje llevar por mis instintos y te marque sin tu consentimiento— lo solté para que pudiera enderezarse, notando de inmediato como los músculos de su rostro estaban contraídos— Jamás sería capaz de lastimarlos a ustedes, preferiría arder en el fuego antes de hacerles algo.

Tomé su mano para ir a la cocina. Mi abuela al verlo lo saludo muy efusivamente y al ser mayor, Kellan la saludó con respeto. Era increíble como en tan solo un mes se la había ganado.

— Bueno— empezó a hablar mi abuela mientras se levantaba del sillón— Creo que iré a comprar algunas cosas. Está en su casa Alfa Kellan— el mencionado asintió.

— Muchas gracias, Señora Aelia.

— Oh no, dime Yaya. Así es como me dicen todos por aquí.

Asintió de nuevo.

Cuando mi abuela terminó de irse el lobo me volvió a prestar atención, mirándome como un depredador. Kellan era diferente a León en muchos aspectos, era más fuerte, más salvaje, más imponente, todo el gritaba peligro y salvajismo. Podría describirlo perfectamente como mi hombre de las montañas.

— ¿Admirándome, hermosa?— yo negué mientras sonreía. Este hombre tiene un ego altísimo.

Iba a decir algo cuando sentí una punzada en el pecho que me cortó la respiración, me sentía desesperada y la vista se me empezaba a tornar negra. Podía escuchar la voz de Kellan lejana, casi como susurros, este dolor no era mío, era de Kira, algo le pasaba y no podía ayudarla, estaba herida. Me paré con rapidez, pero mis piernas fallaron y juro que pude sentir como desgarraban su piel y después... perdí la conciencia.







 perdí la conciencia

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