Capitulo 33

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Danae

El calor entre mis piernas, mi cuerpo sudoroso y mi respiración entre cortada solo eran señales de que efectivamente los supresores que tomé toda esta semana no sirvieron para nada. Absolutamente para nada. Llevo horas sintiendo punzadas que recorren todo mi ser, hasta detenerse y golpear ferozmente mi centro, causando que busque consuelo en las sabanas que cubren el colchón, apretándolas entre mis manos, apenados gemidos brotan por si solos desde lo más profundo y recóndito de mi garganta por mi propia excitación. Ya he mordido mi labio hasta hacerlo sangrar y ni el dolor, ni el metálico sabor de mi propia sangre es suficiente distractor para parar la emociones provocadas por el celo.

He tenido que asegurarme de bloquear la puerta con un pequeño mueble que hay el la habitación. Con lo desarrollado que tienen el olfato los lobos, no me arriesgare a que León o en el peor de los casos, a que Kellan huela el maldito olor que impregna toda la habitación; abrir las ventanas tampoco está en mis planes, pues no quiero que el aire de afuera lleve consigo la fragancia de una hembra necesitada.

— ¿Kira, no hay más supresores?...— dije con voz lastimera por el calor que hacía o al menos, el calor que sentía encerrada en estás cuatro paredes— ¿O algo más fuerte tal vez?.

La loba blanca negó con la cabeza repetidas veces, muy lejos de donde me encontraba, como si mi cercanía fuera algo tóxico para ella— No, Danae, has probado con varios y ninguno te ha funcionado. No se que esperanzas absurdas conservabas.

— ¡No sé tú, pero traté de hacer algo al respecto, ya que tengo a un lobo que siempre anda detrás de mí. Es casi como una sombra!.

Kira no dijo palabra alguna, sin embargo su cuerpo se puso rígido y sus orejas se elevaron. Yo por mi parte al estar en está situación tan dependiente de mis instintos, mis dotes como loba se agudizaron mucho más, permitiéndome oír pasos por el pasillo. Juraba que mi corazón en cualquier momento se detendría por la rapidez con la que latía; estaba clara que el dueño de esas pisadas era León, y si yo estoy así, lo más probable es que él este igual o incluso peor. Tres golpes pausados sonaron en la madera de la puerta. Un silencio desesperante se formó antes de que alguno de los dos dijera alguna palabra.

— ¿Danae, estás bien? Siento un olor extraño que viene de tu habitación. ¿Puedo pasar?.

Mis ojos se abrieron de par en par y mis pupilas se dilataron por el temor y la angustia que sentía al oír su voz ronca y masculina a pocos metros de mí.

— No, León...— aclaré mi garganta al percibir mi voz extraña— Estoy bien. ¿Cómo estás tú?.

— Acalorado.

Tragué en seco.

— ¿Has entrado en celo, León?— aún sabiendo la respuesta, pregunté lo obvio. Era claro que yo estaba así a causa de él.

— Creo que lo mejor será que me vaya. Te veo en la noche, Danae. Será mejor mantener a Kellan a raya— dijo las palabras entre susurros, pero mis oídos lograron escucharlo perfectamente bien. Creo que lo mejor que pudo hacer fue irse; si su lobo no podía olerme, seguramente se le resultaría más fácil resistir su calor.

Después de meditar mucho con el techo, pensé que una ducha fría, si es posible helada, no me caería mal. Quizás el agua logre relajar mis músculos. Quité casi toda la ropa que me cubría, sintiendo una gran liberación al no tener todas esas prendas sobre mí. Me dirigí al baño, abrí la llave de la regadera y la lluvia artificial empezó a caer, mojando mi cabello, deslizándose por mi espalda, bajando por el contorno de mis senos, hasta alcanzar mis piernas antes de irse por el desagüe. Cerré mis ojos y dejé que el goteo continuó del agua se adueñara de mis pensamientos, tomé un poco de Shampoo para lavar mi cabello y con un peine lo fui desenredando, al terminar con esa tarea, visualicé la barra de jabón que estaba cerca, la tomé también, empezando a restregarla por toda mi anatomía, haciendo un recorrido desde mis pechos, hasta mis partes más íntimas. Ese fue el problema, estaba tan sensible, que con tan solo el rocé de mis dedos la húmedas entre mis piernas se hizo presente. La idea latente de acariciar esa zona se hizo muy tentativa, pero no podía, sabía que si lo hacía solo empeoraría mi situación.

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