Capitulo 39

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Danae

— Oh vamos, Danae ¿Seguirás deprimida el resto de tu vida?.

— Abel, no molestes— dije aún con mi cabeza enterrada en la almohada. Ayer cuando Dante me dejo en la entrada del pueblo caminé el resto del camino al cuartel. Yaya se aseguró de que los chicos supieran que ya había regresado, llegando pocas horas después.

— Ese animal se lo pierde, no sabe la maravillosa persona que eres. Si él no ve eso, es un completo idiota— se hizo un espacio en la cama, empujándome a la pared— Ya habiendo aclarado ese punto, Matthew te quiere en su oficina.

Arrugué el ceño— ¿Para qué me quiere allí? Acabo de llegar, no he hecho nada indebido todavía.

— No lo sé, pero será mejor que vayas.

Suspiré mirando con melancolía mi cama. Supongo que Abel tiene razón, no puedo quedarme en ella toda la vida, tengo obligaciones que debo cumplir. Salí de la habitación, dejando a mi amigo atrás y caminé directo a la oficina de mi superior sin desviarme o mirar a alguien siquiera. Cuando estuve en frente de la puerta no fue necesario tocar, la puerta estaba abierta y todos me esperaban allí.

— ¿Otra reunión? No estoy para estas cosas ahora— iba a darme la vuelta. Suena egoísta, pero en estos momentos no tengo mente para nada ni nadie.

— ¡Danae, date la vuelta en este instante!— la voz de mi abuela resonó en la habitación, haciéndome retroceder y caminar a su dirección con pocas ganas instaladas en mi sistema— Tu primo convocó una reunión familiar porque está preocupado por ti, al igual que el resto de nosotros. Julieta me ha contado que no has querido ni siquiera comer ¿Piensas morir de hambre, niña?.

Una mirada de reproche fue lanzada hacía mi prima, ella no tenía por qué contarle eso— Estoy bien, no tienen que preocuparse por mí. Se me pasará en un par de días, solo tengo que meditarlo.

— ¿Meditarás o te torturarás tu sola?— tenía que hablar Matthew— Porque tu método de sanación es endurecerte como una piedra y distanciarte cada vez más.

— ¿Ahora haremos eso?— pregunté con un tono para nada amable— ¿Me echaras las cosas en cara? Porque si de eso hablamos al menos no soy yo la que usa a una chica como desestresante cada vez que estoy frustrada. Me sorprende que no te haya chupado ya hasta lo huesos— Finalicé mi discurso, observando como mi querido primo se ponía rojo hasta las orejas. Mi cuerpo estaba relajado, recostado en una librera mientras que a él lo sostenían Baco y Francis.

— Dejen de actuar así los dos, por Dios— intervino Julieta tratando de disipar un poco la tensión que se formó entre nosotros— Son familia. Ustedes dos hacían travesuras juntos, eran cómplices en todo ¿Creen que a nuestros padres les gustaría ver como se están comportando ambos?.

— Ella es la que empieza— protestó molestó, logrando deshacerse del agarre de los chicos.

— Oh ¿Acaso eres un niño? Busca una mejor excusa.

Su pecho subía y bajaba rápidamente y las venas de sus brazos eran más notorias debido a la presión que hacía con sus puños— Sabes que nunca he tenido que ver con que seas mujer— lanzó la primera amenaza al aire.

— Y tu sabes que pierdo fácilmente el control— nuestras respiraciones se podían mezclar en el espacio personal del otro— Puedo romper cada uno de tus huesos sin sentir el más mínimo arrepentimiento, no te confundas. Tampoco te tengo miedo... primo.

El primer golpe fue dado por Matthew, pegándome al librero nuevamente y causando que algunos libros cayeran por el impacto de mi cuerpo en la superficie. Pestañeé una vez antes de también lanzarme contra él, golpeándolo en las costillas sin medir la fuerza con la que lo hice. La situación se salió de control, solo éramos él y yo peleándonos como animales salvajes, rompiendo cosas y escuchando los gritos erráticos del resto de nuestra familia.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora