capitulo 22

8.2K 635 34
                                    

León

Dos días después.

Estaba frustrado, obstinado y la presencia de Irina no ayudaba, al contrario, me irritaba más. Mi lobo no ha dejado de hablar en mi cabeza, es cómo una maldita voz de la conciencia; quiero callarlo, pero no puedo. Un horrible dolor me martilla los sesos, y los del consejo no han dejado de insistir con ver a mi luna.

—  León, relájate— Irina colocó sus manos en mis hombros, ejerciendo presión en ellos— ¿Por qué no subimos a la habitación y sueltas el estrés un poco?— canturreó en mi oído. Diosa, hasta su voz me fastidia en estos momentos— Tu y yo, solos.

No la dejé continuar, no necesito más problemas con Kellan. Ese lobo no ha dejado descansar mi cabeza desde que Danae se fue, le gusta torturarme en mi inconciencia, aprovechando mi sueño para hacerme hematomas y rasguños en mi cuerpo; estar cerca de mi huésped lo empeora aún más, su maldita voz no cesa. No puedo sacarme a la pelirroja y eso empeora mucho más mi humor ¿Cómo es posible que una humana cualquiera pueda ponerme de esa manera? Se me dificulta ver, o incluso aceptar la facilidad con la que esa mujer me tiene tan desesperado.

— Irina, déjame solo.

— Pero mi amor...

— ¡Qué me...!— respiré profundo al reconocer el tono de voz que estaba tomando— Déjame solo, por favor— molesta salió de mi oficina, resonandola puerta detrás de ella. Las bisagras retumbaron por la fuerza con la que latiró, pero simplemente ignoré esa grosería y miré el techo; no estoy de humor para nadie ahora, ni siquiera para su aniñada actitud. Tengo demasiados papeles atrasados de la manada que se supone, debía de tener listos hace tres días, pero no he podido, mi mente ha estado en las nubes. Me iba a sumergir en las pilas de papeleo que tenía que firmar, cuando tocan la puerta. Gruño, soltando la carpeta que estaba a punto de abrir.

— Adelante— dije sin muchas ganas.

— Buenas tardes, alfa León— dijeron al unísono Nio y Dante, yo asentí al saludo.

— Buenas tardes. ¿La encontraron? —Fui al grano, retomando mi primera acción de tomar la carpeta y ponerme a leer los documentos.

— Si, alfa— se apresuró a decir Nio.

— ¿Y bien?, ¿Dónde está?.

— Está en un aquelarre, señor— fruncí mi entrecejo, sin embargo, mantuve la compostura y la atención a los papeles

¿Un aquelarre? ¿Qué hace una humana rodeada de brujas?

— Explícate.

— La encontramos en el aquelarre principal, señor. Tratamos de hacer que viniera por cuenta propia, pero no cedió — ya estaba perdiendo la paciencia, peroasentí, subiendo la mirada para verlos a ambos— No quisimos traerla a la fuerza, ya que sería una falta de respeto, señor. Es nuestra luna, la Diosa podría castigarnos por esa falta de respeto.

— ¡Me importan una mierda sus excusas!— grité, golpeandocon mis puños el escritorio de madera. Ambos se exaltaron y retrocedieron un paso— Tenían una orden, una ¿Y qué hacen? La desobedecen.

— Alfa, con todo respeto, me parece un poco exagerado el traerla a la fuerza. Podemos razonar con ella, la luna Danae nos dijo qué si usted habla y se disculpa con ella...

Me reí sin gracia alguna.

—¿Por qué tendría que disculparme? Debieron traerla sin preguntarle si le gustaba o no venir, es una humana y es mi pareja. Si quiero que esté aquí, así será— mascullé entre dientes.

¿Pero quién se cree esa humana?.

— Regresen allá, y tráiganla— ordené.

— No creo que sea así de fácil, señor. Las brujas están de su lado y apenas estamos haciendo una alianza con ellas. No nos dejaran pasar otra vez sin una justificación. Atacar las barreras para entrar o sacar a nuestra Luna a la fuerza de allí generaría de nuevo un conflicto y ella fue clara, no vendrá sin verlo primero a usted en persona.

Entre CadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora