Alexei no se retiro inmediatamente de la fiesta, era el anfitrión y se mantuvo en su papel todo el tiempo, pero eso no impidió que el pensamiento de tener una hija se alejara de su cabeza. Cuando por la madrugada llego a su casa aun pensaba en ello, se retiro a su habitación y se saco la parte superior de la ropa, a excepción de la camisa, y la dejo caer en una silla cerca de su cama en la que se sentó y, observo el colgante que Rita le había dado, tenia la textura del ambar, solo que era casi transparente, sin el color naranja de la piedra. La argolla metálica que sostenía el cristal tenía algo escrito en letras pequeñas.
"ευγενώς"
Alexei observo las letras cuidadosamente talladas y paso el pulgar por ellas.
"bondadosa"
¿Quien había mandado a colocar aquella inscripción? ¿Quién había mandado a hacer aquel collar? ¿Una tía? No, Rita no era aquella clase de persona sentimental. ¿Por qué lo haría? Solo podía pensar que como regalo para la niña de su madre pero no era común, lo más común seria un relicario con una fotografía, quizá un mechón de cabello de su madre. Un anillo, una joya, algo que le hubiese pertenecido... no, el cordón umbilical era algo que deseaba preservar una madre. El símbolo de la unión con su hija.
Incluso si Rita fuese tan rara como para mandar a hacer aquel collar para la niña ¿Por qué lo tenía Rita? A menos que su hija estuviese también en la fiesta y lo llevara consigo.
La imagen no tuvo sentido en la cabeza de Alexei. Un recuerdo tan importante como para tenerlo contigo en todo momento, ¿te desprenderías de el tan fácilmente para convencer a un padre que no conoces? Si tanto quería demostrarlo ¿Por qué no presentarse? Sería más fácil desprenderse de una hebra de cabello que de aquel colgante.
-No puedes estar muerta...- a su memoria llego aquella encantadora niña de 17 años, con sus enormes ojos y su cabello dorado y rizado, completamente indomable y libre...como ella.
No tenía idea de lo que Rita estaba planeando pero era muy probable que ese realmente fuese el cordón umbilical de su hija. Apretó el cristal en su mano y sus ojos se llenaron de decisión.
No hacía falta destruir el collar que con tanto cariño una madre había mandado a hacer y labrar. Solo tenía que encontrarla, ahora que había encontrado a Rita no debería ser tan difícil rastrear a aquella chica...
-¿donde estas?- suspiro y miro el cielo oscuro y sin estrellas a través de su ventana. Se paro y abrió el ventanal para salir al balcón. Al instante lo recibió la brisa fresca y salada del mar. A lo lejos, entre las nubes se podía ver una luna casi llena- la luna estaba llena cuando te conocí- sonrió para sí mismo y volvió a mirar el cristal en su mano, levanto la cadena y le pareció que contra la luna tenía un brillo aun más hermoso- no importa, te encontrare.
Jasón por su parte estaba librando su propio descubrimiento a su manera. Tras hablar con sus padres también volvió a casa y se encerró en su habitación, pero a diferencia de la calma de Alexei, el se permitió por primera vez en la noche perder por completo los estribos.
Dios había tenido que usar toda su fuerza para calmarse frente a Nina, llevaba toda la noche luchando contra sus malos sentimientos, mostrándose decidido frente a sus padres pero sentía que no podría aguantarlo más.
Lanzo su ropa por la habitación y de vez en cuando lanzaba algo a la pared, una lámpara, un reloj, lo que se cruzara.
Un hijo...¡Un hijo!
¡Nina le había ocultado a su hijo! ¡Maldición! No se quería enojar con ella, de verdad que no quería ser un bastardo nunca más, pero ¡estaba tan enojado!¡ Tan molesto! ¡Era su hijo! Cuatro años...había perdido cuatro años de su hijo... sus primeros pasos, su primera palabra, cuando comenzó a comer o el que le extendiera los brazos para que lo cargara, no había estado ahí para ninguno de esos momentos. Era un tiempo que jamás volvería.
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El Contrato
General FictionNina está desesperada. Nina no sabe a quién recurrir. Nina lo daría todo por ayuda y Jasón lo sabe.