Mentiras convincentes

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Ariana se acerco a Jasón a saludar en cuanto lo vio, pero apenas y estaba pensando que decirle cuando noto que este parecía haber visto algo, se disculpo y se marcho igual que Alexei. Al parecer volvía a la casa y quiso seguirlo pero para su mala suerte su marido justamente reclamo su atención ¿Por qué no podía morirse de una buena vez? ¡Ese maldito corazón ya había soportado demasiado!

Ya estaba de pésimo humor y un apenas perceptible murmullo le hizo notar algo que la puso peor, entre la gente reconoció a su odiosa hermana caminando con confianza, no solo estaba enfundada en un maravilloso vestido azul, su joyería era exquisita, no tan impresionante como la suya pero solo verla con algo así la hizo sentir peor.

La ira la embriago por completo y tras meditar como deshacerse de la cucaracha recordó que traía justo consigo un recuerdo que le podía servir. Espero a que Thomas se enfrascara en alguna conversación de negocios antes de pedirle un momento y acercarse a la solitaria chica.

No podía estar ahí con Alexei como la última vez, probablemente había logrado que algún otro miembro de la familia la llevara. Aunque no dudaba que su objetivo fuese aun su padre, la mosquita muerta había aprendido a cazar.

-hola Nina- la llamo estando cerca y la vio tensarse, aunque solo fue un breve instante antes de girarse a ella con confianza, la mosquita muerta debía sentirse bastante respaldada por el imbécil que la había llevado.

-Ariana- Nina no dijo más.

-no estés a la defensiva, tengo algo que decirte y también algo que darte. Creo que deberíamos cerrar ciclos y separar nuestras vidas de una vez por todas.

Nina frunció el ceño pero tenía curiosidad por qué tramaba su hermana, se sentía confiada en territorio de Jasón así que accedió y asintió sin más.

Ariana llevo a Nina tras uno de los pilares junto a la fuente que brotaba de una de las paredes del jardín. Sabía que en ese sitio nadie podría verlas claramente. Cuando habían echado a Nina de la casa hacia años se había quedado con un colgante que su hermanita parecía atesorar y esconder celosamente. En ese momento había sido su trofeo de guerra y le ponía de buen humor verlo. Un día su marido la había encontrado haciéndolo y había preguntado por el colgante, sin más remedio le había dicho que era un colgante que su papa le había regalado a su mama el día de su boda. Tenía un valor sentimental muy grande ya que su padre había muerto cuando ella era muy joven. En boca de Ariana, el padre que la había dejado después de descubrir que su esposa lo engañaba se había vuelto un amoroso padre muerto.

El cuento funciono de las mil maravillas y no solo había ganado puntos con Thomas, también tenía la excusa perfecta para conservar aquella baratija. De alguna forma era algo que la ponía de excelente humor y a menudo lo cargaba con ella. Nunca pensó que algún día le sería útil de verdad.

-Toma- le tendió el colgante sin más cuando estuvieron solas -Lo dejaste en casa cuando te marchaste- Ariana le lanzo el colgante despreocupadamente a las manos de Nina y esta lo tomo, aunque deseaba decirle que no quería nada de ella, ese era el colgante que Jasón le había regalado al cumplir 18... aun ahora, por estúpido que fuera, ese colgante era especial para ella. Creyó que lo había perdido y ahí estaba...

-gracias- respondió simplemente sin agregar más ni dejar que Ariana notara lo que ese colgante significaba para ella.

-espero que puedas tomar esto como un gesto de despedida. Ni mi madre ni yo queremos que nadie sepa que fuiste criada en nuestra casa-. Afirmo, ella ni siquiera menciono que compartían sangre. Tal como lo decía, para ellas, Nina era como un perro callejero del que se habían hecho cargo un tiempo y del que no querían saber más.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora