Salvando a la belleza

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Maya llevo a su nene al cine, a comprarle algo de ropa y después lo llevo a comer un helado y pensaba pasear por el parque un rato antes de llevarlo a comer. Pero desgraciadamente salía de la heladería cuando un sujeto en traje negro la intercepto.

- Señora- la saludo y Maya reconoció a uno de los matones de su marido y arqueo las cejas.

-Hola Rodrigo, mucho tiempo sin verte- le sonrió tranquilamente, ya se había hecho a la idea de que tendría que encontrarse con su marido o alguno de sus matones tarde o temprano y había decidido no tenerle miedo ni seguirse escondiendo. El abuelo hace mucho le había dicho que la apoyaría pero ella no les quería dar problemas, no sería más así.

-Señora, el jefe la ha estado buscando, por favor acompáñeme- le pidió cortésmente, aunque ambos sabían que no era una petición, era una indicación.

-Lo siento Rodrigo, estoy ocupada ahora pero, si tiene donde anotar le daré mi numero, dígale a su jefe que me llame y podemos agendar una cita- propuso. El sujeto medio sonrió y negó.

-Señora por favor, no nos de problemas- pidió.

Maya sonrió de lado, aunque la llamaban "Señora" lo cierto es que nadie en la familia de su marido la respetaban, quizá a un par le era indiferente pero nada más. Era la niña que se embarazo y amarro a su heredero, por su culpa había perdido la valiosa oportunidad de tener un mejor matrimonio, mejores relaciones, no solo una niña de la segunda rama de una buena familia, no, podrían haber tenido una heredera.

Lástima que hubiese descubierto todo aquello solo después de casarse. Ella ni siquiera estaba embarazada antes de casarse, pero de alguna forma todos creían que había abortado por que no quería se "una madre joven" después de lograr conseguir al millonario, que tremenda estupidez.

-hágase a un lado Rodrigo, no me haga perder más mi tiempo- levanto el rostro, no era la misma Maya débil de antes, no volverían a decirle que hacer.

Victor había hecho todo el trámite para preparar el cambio de apellido del niño. Había hablado con algunos viejos amigos y con los papeles que Jasón le había dado pronto tendría un acta de nacimiento actualizada, solo era cuestión de esperar y mientras esperaba estaba feliz de dejar que el gruñón y tímido Pablo lo acompañara a comer. Estaba riéndose de la ultima broma coqueta que le había hecho cuando vio a Maya discutiendo con un sujeto frente a una heladería. No alcazaba a escuchar desde donde estaba pero la forma en que escondía protectoramente al niño con ella tras su espalda decía mucho de su situación.

-¿qué ocurre?- Pablo pregunto al verlo ponerse serio de repente.

-¿vez a esa chica? La rubia platinada- le señalo con el mentón, a Pablo no le costó encontrar a la persona que le señalaba. Era una muchacha bajita y preciosa en tacones de ahuja, plantada frente a un gorila que no la dejaba pasar.

-¿la conoces?- frunció el ceño, la gente pasaba y los veía pero no parecía que nadie fuese a intervenir, era lógico, el gorila no estaba solo, tenía a otros dos sujetos con él y no parecían personas ordinarias.

-es la mejor amiga de la nuera de Verónica- le explico, solo la había visto una vez y le había parecido una mujer muy agradable, le había dado pastel- Su hijo, el niño tras ella es el mejor amigo del hijo de tu jefe- agrego y casi enseguida comenzó a caminar- apóyame- pidió y Pablo asintió y camino tras él.

Cuando estaban por llegar donde Maya el gorila había tomado ya su delgado brazo en una de sus enormes manos.

-Señorita, ¿la están molestando?- pregunto observando al guarura y dirigiéndole una mirada a la mano que sostenía a Maya, esta se quiso zafar pero el sujeto no la soltó.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora