Un hombre dominante

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La fiesta estaba por terminar Yeremaya y Andreas se habían quedado tanto en el agua que estaban deshidratados y hechos media pasa, así que se acercaron a una de las chicas que regalaba bebidas.

-disculpe- Andreas llamo la atención de la señorita- ¿cree que podría regalarme una de esas?- señalo lo que parecía un jugo de uva. Inmediatamente la chica se rio y se inclino un poco para hablarles.

-lo siento, estas son para los grandes, pero ¿por qué no te sientas por aquí y te traigo jugo?- pregunto mostrándole una mesa con sillas y una enorme sombrilla en medio.

Andreas sintió que era una señorita muy amable y asintió. Estaba ya con Yeremaya sentado en la mesa cuando unos niños se les acercaron.

-oye esa es nuestra mesa, no puedes estar ahí- Andreas frunció el ceño.

-la señorita dijo que me podía sentar aquí.

-pues no puedes, ¡esta es mi mesa!- golpeo su pequeño pie en el suelo, parecía apenas un poco mayor que Andreas.

-si esta es su mesa- intervino otro niño.

Andreas y Yeremaya se vieron y comenzaron a creer que aquella si era su mesa.

-está bien nos vamos a otra mesa- Yeremaya acepto pero inmediatamente otro niño señalo la mesa que seguía.

-esa mesa es la mía- otro niño salto a reclamar otra y así sucesivamente hasta que todas las mesas estuvieron reclamadas.

Al parecer el grupo de niños había reclamado una mesa para cada uno. Andreas frunció el ceño pero no dijo nada.

-bueno, solo voy a esperar aquí a que la señorita me traiga mi jugo- acepto pero el niño volvió a golpear los pies en el suelo.

-¡no! No te puedes quedar aquí, ¡este espacio es mío!- comenzó a frustrarse y le señalo las baldosas en el suelo que dibujaban un cuadrado perfecto alrededor de la mesa.

Desde luego ambos niños querían protestar, pero ninguno de los dos estaba en un sitio conocido. Fue solo después de que el niño se exaspero y empujo a Andreas que todo se volvió un caos.

-¡vete de mi mesa!- el niño empujo a Andreas y el niño se tambaleo hacia atrás, Yeremaya extendió los brazos para agarrarlo, era muy pequeño para su edad, pero aun luciendo entre seis y ocho años aun era más grande que un niño de cuatro. Alcanzo a sujetarlo para evitar que se callera pero el mismo resbalo y se golpeo la cabeza con la mesa.

Ante el susto el niño que los había empujado comenzó a llorar y la señorita que traía los jugos los vio enseguida y corrió a su lado. Igualmente la madre del niño que platicaba con otras mujeres no muy lejos se asusto y corrió a donde estaban.

-¿qué paso?- pregunto con un toque de enojo a la asistente.

-no lo sé, acabo de llegar

Yeremaya se sostuvo la cabeza, le dolía pero no iba a llorar como un bebe. Andreas a su lado estaba enojado pero también era un niño que siempre reprimía sus sentimientos, en la escuela sobre todo había aprendido lo que era ser bueno y obediente, eso había hecho a su mama feliz y se había arraigado en el, pese a ser un nene de años era mucho más maduro que sus pares.

-¡el me quería pegar!- el niño acuso a Yeremaya temiendo que este lo acusara antes.

- no es cierto- Andreas sentencio firme.

-yo no te pegue- Yeremaya frunció el ceño.

El niño entro en pánico y se giro hacia sus amigos.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora