Cierres

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El domingo en la tarde era la cena más importante del fin de semana, Jasón tenía un traje hecho a medida en color azul oscuro, a juego con el precioso vestido que Benjamín había hecho para Nina. Al bajar al vestíbulo de la mansión los invitados ya los estaban esperando. Andreas se había quedado en su habitación con Yeremaya y dada la situación había dos mucamas y cuatro guardaespaldas custodiando la habitación.

Aunque lo había experimentado todo el fin de semana Nina aun se sentía extraña recibiendo toda la atención que recibía y con tanta gente intentando complacerla. Desde luego Jasón estaba como un pez en el agua pero a ella aun le incomodaba. Sabía perfectamente que toda aquella gente mentiría y diría lo que fuera necesario para estar del lado bueno de Jasón y eso, sinceramente era abrumador, no podía encontrar una mirada sincera a su alrededor. Uso su sonrisa profesional toda la noche e intento ser amable con todos pese a que nadie le agradaba. El mundo en el que Jasón vivía, era bastante agotador.

Mientras pensaba en ello Nina sonrió y vio su alrededor, ciertamente era agotador, pero eso solo lo decía comparándolo con las ultimas semanas llenas de mimos que Jasón le había dedicado, si lo comparaba con el estrés de la necesidad, las deudas y el trabajo con horarios extenuantes, aquello era un paseo por el parque.

La noche era agradable, la compañía exquisito, la comida deliciosa y el vestido era perfecto, Nina supuso que así debió sentirse cenicienta, completamente fuera de lugar y extasiada a la vez.

Pero pronto Nina descubrió que tenía más en común con Cenicienta cuando quiso retirarse unos minutos para arropar a su hijo y su muy hermosa malvada hermanastra se paro en medio del salón y grito su nombre.

—¡Nina!—. La mujer la miro con ira contenida, llevaba un vestido blanco entallado que resaltaba todas sus curvas y contrastaba con su cabello negro, era hermosa y ni siquiera la fealdad de la envidia y los celos pudo esconderlo.

Nina se giro a verla y entrecerró los ojos ante la escena, ella estaba parada a media escalera, donde todo mundo podía verla y Ariana en medio del vestíbulo entre la gente. Tras el grito la gente se movió de forma natural, como si lo hubiesen ensayado y se apartaron casi formando un círculo en torno a Ariana.

Ariana vio a su hermana ladear el rostro y con indiferencia, como si se preguntara que hacia ahí y eso la enfureció mas. Esa mosca muerta sabía que no la dejarían pasar, había tenido que sobornar a un mesero para que la dejara entrar por la puerta de atrás. Conocía la casa perfectamente así que no fue difícil.

—¡¿estás contenta ahora?!— le grito con voz ahogada. Nina no respondió su rostro simplemente mostro aun más confusión – ¿te gusta toda la atención que estas recibiendo? Debe ser toda una novedad cuando hasta hace unos meses ¡eras una costurera que no tenia donde caerse muerta!

Nina se giro completamente hacia ella ante el grito y se apoyo en la escalera tranquilamente al escucharla gritar. No lo iba gritando a los cuatro vientos pero Nina era muy consciente de que su pasado se sabría tarde o temprano y se había hecho a la idea, ella prefería las cosas ahora, Ariana casi le estaba haciendo un favor.

—¿es todo lo que tienes que decir?

—no, en realidad no— Ariana apretó el pequeño bolso en su mano— veo que tienes bien creído tu papel de señora pero, ¿saben todos aquí como llegaste a donde estas? ¿Cómo pasaste de mendigar por la calle para tu bastarde a ese elegante disfraz de mujer decente?

Jasón estaba a al pie de las escaleras e hizo amago de hablar, pero Nina levanto una mano y le llamo.

—déjala hablar Jasón, si no lo hace probablemente explote.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora