Corazón roto

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Padre e hijo estaban callados en el auto, aunque mientras para el mayor era algo muy normal el pequeño estaba inquieto.

-ese niño, yo no le quise pegar...- era un niño muy pequeño, el jamás le pegaría a un niño tan pequeño.

-lo sé- le acaricio el cabello con cuidado y asintió. Yeremaya tenía casi 12 años, lucia mucho más pequeño pero aun así era demasiado mayor como para haber intentado pegarle a un chiquillo de 4 o 5 y no haberlo hecho.

Aunque siempre cabía una mínima posibilidad de que realmente lo hubiese intentado pero eso no habría cambiado en lo más mínimo su reacción, si había alguien que tendría que reprender a su hijo serian sus padres, nadie más.

-¿de verdad me crees?- Yeremaya sabía que su mama creería en el pero ese hombre que era su padre no lo conocía y todos habían estado en su contra, solo Andreas lo había defendido.

-por supuesto, si tu lo dices lo creeré, además parece lógicamente lo más probable- explico.

Yeremaya asintió y sonrió aliviado. Pasado ese problema se sintió algo desanimado, le había empujado un bebe, el ya estaba por entrar a la secundaria y lo había tirado un bebe de preescolar... ¿qué tan debilucho era?

-¿crees que creceré tan grande como tú?- pregunto abatido.

-hay una buena posibilidad ya que eres mi hijo- respondió Mario, aunque era poco probable que creciera "tan" grande como el teniendo en cuenta lo parecido que era a la familia de su madre- ¿por qué te preocupa?

-quisiera ser más fuerte, me pego un niño pequeño- se avergonzó, ni siquiera había podido cuidar de Andreas contra un bebe, su amigo estaría probablemente avergonzado de lo débil que era.

-entonces no quieres ser grande, quieres ser fuerte.

-¿no es lo mismo?

-no. Claro que no, puedes ser fuerte aun si eres pequeño- su hijo ya tenía doce años- ¿quieres que te enseñe a defenderte? – seria genial si podía ir construyendo un vínculo con su hijo

- ¿de veras me puedes enseñar?- pregunto ligeramente emocionado.

-desde luego, no hay nada que no me puedas pedir, pero primero vamos a ver que ese golpe no sea nada grave- lo abrazo y estrujo el hombro ajeno, reconfortando al niño. Era bueno si sus deseos convergían, para ser su heredero Yeremaya iba a necesitar crecer muy rápido. Era obvio que había sido criado por Maya cuando era tan inocente aun a su edad, pero para sobrevivir necesitaba ser más listo, más despierto y más fuerte. Con suerte, eso no estaría peleado con la dulzura que maya deseaba viviera.

Quizá era ruin decirlo pero, pese a que su hijo era una grata sorpresa y quería ser un buen padre también había un pequeño pensamiento que se colaba por su mente, uno que le decía que si Yeremaya estaba de su lado, Maya pronto volvería a ser suya.

Nina se dejo caer en un sillón y su hijo se sentó rápidamente a su lado, esa noche no tenían ningún evento, así que podía descansar. Jasón le coloco una taza de té frente a ella, un vaso de leche para Andreas y se sentó junto a ellos.

-bebe y ve a dormir, luces cansada- aconsejo con tono suave y Nina asintió y recargo la cabeza en su hombro mientras acariciaba un brazo de su hijo cariñosamente.

-fue bueno estar ocupada- el día había estado lleno de actividades, la reunión familiar no era una reunión era un bendito maratón de eventos sociales uno tras otro.

Sin embargo agradecía haber estado tan ocupada, gracias a ello no había podido pensar en todo lo que acababa de descubrir, que su hermana falsa no asistiera a los eventos de ese día también ayudo a despejarse. Pero ahora que estaba desocupada no pudo evitar pensar en eso.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora