Capítulo 36

126 22 3
                                    

Mattias despertó unas cuatro horas, entristeciendo cuando la oscuridad fue lo primero que apareció al abrir los ojos, no era una pesadilla, de verdad había perdido la vista por culpa de alguien inescrupuloso que le hizo semejante daño sin ningún motivo y aunque lo tuviera, nada justifica que le haya causado ceguera y quemaduras.

—¿Sigo en el hospital?

Podía percibir la presencia de Jin-hyuk a su lado a través del olfato, pues conoce muy bien qué fragancia usa cuando va a salir de casa. Si la ceguera es permanente, al menos va a intentar recurrir a los otros sentidos para guiarse.

—Sí, cariño—respondió el coreano, acariciando una vez más los cabellos rubios de su novio.

—Quiero ir a casa—exigió Mattias serio, si antes los hospitales eran sus lugares menos preferidos. Ahora, después de ser sedado igual que un animal de circo furioso con su domador, los detestaba al cien por ciento.

—Hablé con el doctor, dijo que puedes curarte con un trasplante de córneas.

Jin-hyuk creyó que darle esa novedad ayudará a calmarlo, parecía que funcionó.

—¿En serio?—Mattias se sentó en la cama para escuchar atento, sonó ilusionado ante la probabilidad de mejorar su condición actual.

—Sí, tiene que examinarte antes, mañana tenemos que ir aquí otra vez para que lo haga. Pero...

—¿Pero? ¿Hay algún problema?

No puedo decirle que existe el riesgo de que la ceguera empeore, lo asustará y será peor. Pensó Jin-hyuk, repasando bien lo que iba a decir antes de cometer una imprudencia.

—Tengo que viajar a Vietnam en dos días, estaré allá quince días, he considerado contratar a alguien que te cuide mientras no estoy. O...podrías acompañarme.

Mattias soltó una risa amarga.

—¿Qué se supone que voy a hacer en Vietnam mientras estás trabajando, quedarme en un hotel sin poder hacer nada porque chocaré contra cualquier cosa? No me parece una idea de diversión en pareja, Jin-hyuk.

—Sólo era una sugerencia, no creo que quieras estar solo después de...lo que pasó, tampoco quiero dejarte.

Hubo momento de silencio, Mattias aún intentaba asimilar el hecho de que estaba ciego, refugiándose en su mente, donde se reproducen una y otra vez el momento del ataque, la sensación de que su cara había sido sumergida en aceite de cocina hirviendo. Aunque era un buen chef, tuvo un incidente a los quince años con dicha sustancia cuando ayudaba a su madre, no fue tan grave afortunadamente, fue una pequeña quemadura en la mano.

Seis años después, ese incidente se multiplicó.

Jin-hyuk se sentó al lado del escandinavo en la cama, apoyando la cabeza de él contra su pecho, pretendiendo que aquel lindo gesto aliviara la angustia que lo asfixiaba.

—Hay algo que no me estás diciendo, ¿verdad?

—¿Por qué dices eso?

—Es un presentimiento, si es así, dilo, creo que ya nada puede ser peor.

—No te estoy escondiendo nada.

Mentiroso. Omitir la verdad no es bueno, lo sabe a la perfección, pero no quería agregar más leña al fuego, Mattias no necesita escuchar malas noticias, eso empeorará su estado emocional actual, que ya de por sí estuvo inestable tras darse cuenta no puede ver.

De repente, Mattias apartó su cabeza del pecho de Jin-hyuk, quien frunció el ceño confundido por su actuar.

—Necesitaré tres cosas, lentes oscuros, tapabocas y... un bastón blanco.

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora